El olor de la fragancia de Robert la despertó de repente y por un momento pensó que el joven se encontraba en su recámara, pero pronto cayó en la cuenta de que el delicioso aroma a lavanda y cítricos provenía del saco que el joven le había prestado la noche anterior y con el que se había quedado puesto al dormir.
Pensó que sería difícil de explicar a Fanny el porqué tenía en su posesión esa prenda, así que decidió guardarla al fondo del baúl que guardaba bajo su cama junto con otros objetos de valor, entre ellos sacó un reloj de bolsillo que había pertenecido a su abuelo y, con la ayuda de un pequeño rayo de luz que se colaba por las cortinas, consultó la hora: pronto iban a ser las cinco y media; eso significaba que en cualquier momento podría venir alguna sirvienta o la misma Fanny a iniciar sus labores de limpieza. Se metió de nuevo a la cama con el reloj en la mano, pronto se acercaría la hora de la partida de Robert también, pero se había prometido no ir a despedirle, sin embargo siguió contemplando el reloj, aunque era difícil distinguir casi nada, así que decidió escuchar el tictac detenidamente y así contar los segundos y minutos hasta que llegara la hora. Con cada sonido que hacía el segundero sus ojos comenzaban a pestañear, así que comenzó a acariciar el relieve del viejo reloj mientras pensaba en el pasado, en un desesperado intento por mantenerse despierta; desde pequeña le había gustado el intrincado diseño de ornamentos con diminutos rubíes incrustados y en el centro una elegante letra “L”, por supuesto le gustaba porque creía que la letra representaba su nombre, aunque más bien era el apellido de la familia de su madre, Lawrence.
Como nunca conoció a sus abuelos Lía nunca les extrañó, aunque sí lamento su perdida, su abuela materna había muerto de tuberculosis cuando su madre apenas era una adolescente y su abuelo había sufrido un paro cardíaco mientras ella aún se hallaba en el vientre de su progenitora, como su madre era hija única no tenía realmente más familia a la cual conocer, las propiedades de su abuelo habían pasado a ser propiedad de un primo tercero de éste el cual nunca había conocido; por otra parte, su padre había tenido un hermano menor, pero había muerto de viruela a muy corta edad y sus padres habían fallecido en un naufragio mientras viajaban hacia las islas orientales en busca de nuevos negocios y productos, si el hombre tenía más familiares que esos, Lía no lo sabía; pronto se dio cuenta que en su vida salían más personas de las que entraban y que ella misma se había encargado de que ese patrón no cambiara, a ese ritmo pronto se quedaría sola y el miedo se apoderó de ella.
- Lía, ¡Lía!- decía Fanny mientras trataba de despertar a la muchacha de lo que parecía una pesadilla- muchacha, ¿acaso piensas dormir todo el día?
- ¿Qué hora es?- preguntó mientras se deseperesaba.
- Pasadas las once.Se enderezó de un tirón y consultó el reloj que aún tenía en su mano para confirmar lo que había dicho Fanny, era verdad, Robert ya debía de ir lejos, ahora que no estaba comenzó a lamentar la fría actitud con la que lo trató la noche anterior.
Poco después la eficiente aya ya había vestido y peinado a Lía, pero ésta aún seguía sentada frente a la cómoda, viendo hacia el espejo pero sin mirar nada en particular.
- ¿Sucede algo, mi niña?- preguntó Fanny preocupada al ver la actitud de la muchacha- no has hablado nada…
- Perdón mi querida Fanny- dijo saliendo de su ensimismamiento- es sólo que he tenido una pesadilla…
- ¡Ah! no hagas caso a esas cosas mi niña, pertenecen a un mundo que no existe, no vale la pena preocuparse por lo que no es.
- Soñé que estaba sola, estaba en una gran mansión, pero no había nadie ahí, nadie con quien compartir toda esa riqueza, y pronto todo perdió el brillo, y la mansión se convirtió en ruinas, pero yo no podía salir de ahí, por más que lo intentaba estaba confinada en ese lugar… podía ver la luz tras las ventanas pero dentro todo cada vez era más oscuro y frío- su voz se cortó al final y sintió como Fanny le daba un calido abrazo.
- ¿Ves que sólo son tonterías sin sentido?- dijo con una cálida sonrisa- Jamás estarás sola, siempre tendrás al pequeño Ben y a Lady Higgins, además yo también estaré a tu lado siempre, adonde tu vayas yo iré.
- ¿Lo prometes?
- No hay nada que prometer, linda- dijo respondiendo a la infantil pregunta- he estado a tu lado desde el día en que naciste, he sido tu nana, doncella y aya desde siempre, y así seguirá siendo hasta el día que muera. Te quiero como una hija, al igual que quise a tu madre, a quien antes de morir le prometí que iba a cuidar de ti por siempre.
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El disfraz de una dama ©
Narrativa StoricaA sus veinte años, Lía es una joven sin ninguna aspiración romántica; juró jamás entregar su corazón a sabiendas de que nunca podrá casarse por amor, por lo que espera con anhelo que su juventud pase para poder abandonar los salones de Londres cada...