La señora Martin esperaba a la joven cuando ésta entró como un rayo por el marco de la puerta y abrió su ropero, al no encontrar lo que buscaba en él se dispuso a abrir los baúles que estaban en el suelo.
-¿Qué buscas querida?
- Mi vestido de noche color dorado-decía mientras rebuscaba entre sus cosas- ¡aquí está! Fanny, ¿podrías revisar que esté bien?
-Claro, ¿pero no dijiste que....?
-Cambie de opinión, tenías razón, es mejor revisarlo antes.
-Lía, dime ¿qué fue lo que sucedió? ¿pudiste hablar con la señorita Ringham?
-No, no la pude encontrar.
-¿Entonces porqué tardaste tanto?
-Me perdí...
-Lía... ya sabes que mentir no es uno de tus talentos...
-Pues alguien cree que sí-murmuró recordando la ofensa de Robert.
-¿Qué dijiste?
-N-nada, nada...La señora Martin la miró incrédula, conocía a la joven desde que estaba en el vientre de su madre y habían pasado tantas cosas juntas que su relación era más de amistad que de empleada y ama, sabía que algo malo había pasado pero la experiencia le había enseñado a no preguntar, si había algo que en verdad la molestara ya Lía se lo diría, siempre había sido así.
-Bueno... ¿estás segura que quieres usar este vestido? Es demasiado fino y no me gusta verte con ese escote.
-¿De que hablas? El escote es decente y no es tan fino como dices, además quiero lucir bien, después de todo es mi primer noche en Willow Hall.
-Siempre luces bien, cariño... excepto con aquel horrible vestido color salmón.
Lía tuvo que reconocer lo mal que le sentaba ese vestido, pero se recordó que sólo lo usaba para ahuyentar al viejo Conde.
-Quiero dar una buena impresión, eso es todo.
-No tienes que impresionar a tus amigos, ellos te idolatran, a menos que... ¿quieres impresionar a alguien más?
-¡P-por supuesto que no!-dijo asorada, pero su voz chillona la delató.
-Bien, esta noche serás la chica más bella que jamás haya entrado a esta casa.
La señora sabía que era mejor no cuestionar a Lía, así que sin más que decir se dispuso a ayudar a la joven para que pudiera dormir unas horas. Ya en su camisón Lía miraba al espejo, observando como su aya cepillaba su largo y negro cabello.
-Fanny... ¿crees que soy pretenciosa?
-¿Pretenciosa? ¡Pero si eres la niña más humilde y bondadosa que conozco!
-Pero, ¿soy odiosa?
-¡Claro que no! Bueno... sólo con los caballeros que intentan pretenderte.
-¿En serio?
Lía se sorprendió por la afirmación, siempre se había sentido a la defensiva en presencia de los hombres pero no sabía que su personalidad cambiara tanto entorno a ellos.
-Sí, pero es comprensible conociendo tu rango... y a tu padre, aunque siento pena de los pobres hombres que han recibido tu mirada de hielo.
-¿Mirada?
-Cuando estás enojada tus ojos chispean con furia, es justo como...- la señora Martin se detuvo, cautelosa, no sabía si la comparación sería del agrado de la joven.
-Justo como ¿qué?
-Como la mirada de tu padre...-dijo apenada- perdóname mi niña, pero aunque seas el vivo retrato de tu madre tus ojos y cabello son como los de Lord Vieuxford, nadie en toda la tierra pondría en duda que eres su hija.Lía se asustó ante la idea, ya que siempre había sentido temor de la penetrante mirada de su padre, pero estaba segura que ella no debía de ser tan atemorizante como él, pero sin duda le daría un aspecto pretencioso e irreverente. Ahora creía comprender la actitud del hombre para con ella, pero de igual forma él no tenía derecho de tratarla así, si tan siquiera darle una oportunidad para conocerla... bien, no sería ella la que se iba a redimir, ya lo tenía decidido, si él quería a una enemiga eso iba a darle. Y con ese pensamiento se fue plácidamente a dormir.
***
La señora Martin no era una mujer chismosa, pero era muy observadora y le gustaba sacar sus propias conclusiones, como un detective, por eso cuando conoció al señor Robert Ringham una vocecita en su cabeza le dijo que todo ese alboroto que hacía Lía con sus preguntas y su deseo de verse hermosa se debía al apuesto joven que habitaba esa casa. Fanny había quedado impresionada por lo apuesto que era el hombre, que había llegado a la cocina a buscar al ama de llaves y entonces fue cuando la señora Brown hizo las presentaciones, fue algo de lo más extraño ya que el joven parecía tener buena relación con sus empleados y no los trataba con prepotencia sino como amigos y con ella también fue muy cortés, aunque notó como la expresión de hombre cambiaba al oír el nombre de la señorita Lowell, algo debía pasar entre ellos pero la pregunta era ¿qué?
Deseó ser un cupido que los uniera y así alejar a Lía del destino que le tenía planeado su padre, deseaba tanto ver feliz a su ama y entonces un pensamiento cruzó por su mente, ¿sabía Lady Higgins sobre esto? Tal vez señora también esperaba una unión y por eso decidió quedarse en Bath, para que los jóvenes pudieran conocerse mejor sin la sombra de un vigilante. Fuera lo que fuese ella apoyaría a Lía, y si ella quería impresionar al joven Robert esta noche la iba ayudar a que él cayera rendido ante su belleza.
ESTÁS LEYENDO
El disfraz de una dama ©
Historical FictionA sus veinte años, Lía es una joven sin ninguna aspiración romántica; juró jamás entregar su corazón a sabiendas de que nunca podrá casarse por amor, por lo que espera con anhelo que su juventud pase para poder abandonar los salones de Londres cada...