Capítulo 6

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Nada es perfecto. Lía lo sabía bien, siempre se lo repetía, era la forma en que su mente le recordaba que no debía dejarse llevar y que la felicidad es solo un estado transitorio.

Esa mañana de abril amaneció lluviosa, Lía estaba desayunando junto a su padre cuando llegó una carta de su hermano.

-Parece que Benedict no nos acompañará este verano- decía la grave voz de Lord Vieuxford mientras sorbía un poco de té- la familia de Lord Northville lo ha invitado a pasar las vacaciones con ellos, deberías aprender un poco de tu hermano, Lía y procurarte amistades de mayor rango, no es que tus amigos no sean respetables, pero deberías apuntar más alto y pensar en el futuro.

Aquel comentario no perturbó tanto a Lía como la noticia de que no vería a su querido hermano. Esperaba con ansias verlo ya que hacía varios meses que no tenía la oportunidad de estar a su lado. Su padre siempre había procurado mantener alejados a sus hijos, no quería que formaran lazos fuertes ya que eso complicaría los planes futuros que tenía destinados para ellos; eso lo había aprendido luego de que, tras la muerte de su esposa, Lía había hecho de guardiana de su recién nacido hermano, tal relación no tomó mucha importancia hasta que su hijo tuvo la misma actitud protectora con su hermana. No quería que en un futuro sus hijos se rebelaran en su contra, así que, poco a poco, los comenzó a distanciar con deberes y clases; al cumplir Lía los catorce años la envió a una exclusiva escuela de señoritas, donde pasó tres largos años fuera de casa, y ahora que Ben había cumplido trece años era momento de enviarlo a Eton.

Por fortuna, los hijos conocían bien a su padre, así que optaron por comportarse de una forma distante y formal en presencia de éste y, como la mayor parte del tiempo pasaban separados comenzaron a escribirse ocasionalmente cartas clandestinas con el objetivo de saber las noticias del otro sin levantar sospechas entre su padre o criados, por lo que los hermanos solían enviar sus misivas camufladas entre la correspondencia de lady Higgins; la distancia nunca había roto su lazo, sin embargo, la noticia de ese día fue la primera que recibía en meses...

***

Caminaba por las calles de Mayfair cuando escuchó que la llamaban a lo lejos, el señor Ringham y Kathryne paseaban al otro lado de la calle, así que Lía los esperó hasta que llegaron a su encuentro.

-¡Señor Ringham, Kate! No esperaba encontrarlos esta mañana, ¿andaban de paseo?

-Así es, mi querida señorita Lowell- respondió el señor Ringham alegre- el doctor me recomendó salir caminar todas las mañanas y así lo hago, aunque hoy tuve la dicha de ir en compañía de mi hija, cuando ibamos por la otra esquina fue ella la que la vió pasar, pero por un momento creímos que no nos iba a escuchar.

-Lo siento, iba algo distraída...

-No te preocupes querida-dijo Kathryne mientras tomaba la mano de su amiga-pero ibas algo de prisa, ¿ibas a algún lado? No queremos atrasarte.

-Descuida, en realidad voy camino a casa de Lady Higgins ¿gustan acompañarme?

- Nos encantaría, pero no sería de muy buena educación aparecer de repente...no queremos importunar a Lady Higgins-Kathryne y el señor Ringham intercambiaron miradas, inseguros de cómo proceder.

-No seas tonta Kate, a ella le encantará verlos, además ella ya está acostumbrada a mis visitas de improvisto.

-De acuerdo, iremos contigo, pero no ocurre nada malo ¿cierto? Ibas tan de prisa que creímos...

-Oh, no, sólo necesito preguntarle algo...

El tono de Lía no convenció a sus amigos, sin duda algo había perturbado el ánimo de la muchacha, pero decidieron confiar en sus palabras.

El disfraz de una dama ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora