Había sido una noche mágica. Ante la perspectiva de su baile con Robert le había solicitado a Fanny que la arreglara lo más hermosa posible y no decepcionó. Cuando el joven la vio bajar por las escaleras con su peinado alto y vestido blanco de encajes dorados y piedras incrustadas alrededor de su escote, Lía observó como la boca de éste se abría ligeramente por el asombro, pero pronto se recompuso y le sonrió galantemente, ofreciéndole su brazo para acompañarla con el resto, eso sí, no le despegó un ojo de encima en todo el trayecto.
Poco después, el señor Bradley llegó a recogerlos según la hora acordada y todos se marcharon felices al baile. Lía no esperaba ver tantas parejas, acostumbrada a los bailes privados que, aunque eran bastante concurridos, no se comparaban con lo que veían sus ojos; el gran salón, decorado modestamente, estaba repleto de personas y en un balconcito se encontraban los músicos; en una sala continua se encontraban las bebidas y bocadillos, así como mesitas para que otras personas jugaran a las cartas mientras los jóvenes bailaban, en realidad era un poco más elegante de lo que había descrito su padre alguna vez.
Cuando comenzó la música todas las parejas se alinearon, el primer baile consistió en una cuadrilla, la cual bailó con Robert; fue interesante ver al joven divertirse tanto y se sorprendió a sí misma disfrutando tanto de una actividad de la que generalmente rehuía, varios caballeros tuvieron el valor de solicitarle un baile y aceptó de buena gana, su tercer baile fue con el encantador señor Bradley y cuando comenzó el vals Robert fue a su encuentro, ese baile les pertenecía.
- Trae muchos recuerdos, ¿cierto?- dijo Robert mientras giraba con Lía por el salón- Seis meses atrás jamás habría imaginado que volvería a bailar contigo, mucho menos hacerlo por voluntad propia y disfrutarlo tanto.
- Hace seis meses, si no hubiera sido por la insistencia de tu padre, jamás habría aceptado bailar contigo - dijo sonriente- pero me alegro de haberlo hecho, no me arrepiento de como sucedieron las cosas, porque todos esos altercados me llevaron a ti.Si Robert hubiera podido, la habría besado ahí mismo. Permanecieron en silencio por el resto del baile, comunicándose simplemente con sus miradas, luego se separaron para cambiar de pareja de baile; Lía observó a la distancia cómo, ante la obvia insistencia de la madre, Robert sacaba a bailar a la señorita Abbott, pero, sonriendo para sus adentros, decidió permitirle esa satisfacción a la joven. Regresaron a Willow Hall al ser casi medianoche y con un buenas noches se retiraron todos a sus respectivas habitaciones, la felicidad que invadía a Lía casi no la deja dormir, un cosquilleo recorría todo su cuerpo y las escenas vividas durante ese día se amontonaban en su mente, una tras otra reviviendo los cálidos momentos que atesoraría por siempre en su memoria, el cansancio fue tomando poco a poco su cuerpo y sin darse cuenta se quedó dormida; mientras tanto, una escena similar se desarrollaba en la recámara de Robert , aún no podía creer que los sentimientos de Lía era mutuos y deseo tenerla a su lado nuevamente, sin embargo, temas de mayor importancia ocuparon su mente, debía pensar con seriedad lo que debía decirle a lord Viexford, lady Higgins le había dado varios consejos que pensaba seguir, pero la perspectiva de enfrentarse al sujeto lo llenaba de temor, opacando su felicidad.
***
A la mañana siguiente, como pocos días, todos se sentaron a la mesa para desayunar juntos como una familia, tras una noche llena de emociones y movimiento todos se habían levantado hasta tarde y aún se podía ver el cansancio en sus rostros, pero el buen ánimo estaba presente en cada uno ellos, mientras conversaban alegremente la señora Beans llegó anunciando una visita.
- Hay un señor Keaton esperando en la entrada- interrumpió la señora- dice venir en busca de la señorita Lowell y me ha dado esta nota para ella- añadió entregándole el sobre a Lía- dice que es de parte de su padre.
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El disfraz de una dama ©
HistoryczneA sus veinte años, Lía es una joven sin ninguna aspiración romántica; juró jamás entregar su corazón a sabiendas de que nunca podrá casarse por amor, por lo que espera con anhelo que su juventud pase para poder abandonar los salones de Londres cada...