Capítulo 8

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Esas dos semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, Lía llevaba preparándose para el viaje cuatro días, no se decidía qué llevar de equipaje, había hecho y deshecho sus baúles, pero finalmente había terminado. El día acordado Lady Higgins y Kathryne fueron a la mansión del Barón para recoger a Lía, ahí la muchacha y el padre les esperaban y, mientras intercambiaban unas pocas palabras, los mozos subían los baúles al hermoso carruaje de cuatro caballos.

-Lady Higgins, mi hija queda a su cuidado, por favor evite que haga algo estúpido; Lía, recuerda quién eres y comportate como una dama.

Con esas frías palabras se despidió Lord Vieuxford; no hubo un abrazo ni un beso de despedida, el hombre simplemente hizo una reverencia a las damas y se dio la vuelta para irse a encerrar en un su estudio con su trabajo y cosas importantes. Finalmente las tres damas y la aya de Lía subieron al carruaje para emprender su viaje.

-Señora Martin, es un placer conocerla-dijo Kathryne intentando romper el silencio; después de la fría despedida con su padre, sus amigas no habían abierto los labios- Lía me ha contado mucho de usted, de como la conciente desde niña.
-Por favor, llámeme Fanny, señorita Ringham- respondió la señora sonriente- yo también he escuchado mucho de usted, como dijo he velado por Lía desde que era una bebé y antes de ella fui la aya de la querida Lady Vieuxford, que en paz descance...
-Fanny es una empleada de confianza, la conozco desde que tenía quince años, cuando comenzó a trabajar en casa de Amelia- Lady Higgins por fin hablaba después de varios minutos de estar absorta mirando por la ventana- por eso la traje, para que cuide de Lía y mantenga silencio sobre mi estadía en Bath.
- Confíe en mí, Lady Higgins, no diré una palabra al señor, usted sabe que mi fidelidad siempre ha estado con la señorita Lía, me prometí protegerla desde la muerte de su madre- la señora miró con ternura a Lía que seguía con su mirada perdida en el horizonte - recuerdo tan bien a mi señora... la señorita Amelia y la señorita Cassandra eran las joyas del condado.
-¿Amelia y Cassandra? -preguntó confundida Kathryne, Lía volteó a ver su amiga por primera vez.
-Amelia era el nombre de mi madre- explicó, con una débil sonrisa en sus labios- y Cassandra es el nombre de Lady Higgins.
-¡Oh! Y-yo lo siento...
Kathryne no pudo evitar avergonzarse de su ignorancia, estaba tan acostumbrada a referirse a la señora como Lady Higgins que nunca había preguntado su nombre completo.
- Descuida querida-Lady Higgins notó el bochorno de la joven y quería tranquilizarla- en la sociedad de hoy en día hay tantas formalidades que aveces olvidamos quienes somos realmente y nos convertimos en un simple título...
Otro silencio incómodo se avecinaba pero Fanny cambió de tema para apaciguar el ambiente.
-¿Dónde se encuentra su aya, señorita Ringham?
-No he tenido la suerte de Lía de tener una aya tan fiel como usted, la última que tuve se casó y se marchó de casa... así que contratamos a una joven en Londres mientras duraba nuestra estadía y mi padre prometió contratar a una nueva empleada para mi llegada a casa.
-Sirvientes fieles quedan pocos... Espero que mi prima Bertha encuentre una aya competente para que me ayude durante mi estadía en Bath, de no ser por Lía habría contratado a Fanny hace muchos años, pero ella la necesita más que yo.
-Así es, yo iré donde la señorita Lowell vaya.

Con tantas muestras de afecto el humor de Lía mejoró notablemente, ahora que su viaje iniciaba no iba a deprimirse, estaría lejos de su padre, lejos de sus exigencias y lejos de sus planes. El viaje era bastante largo, pero el humor de las damas aligeró éste, luego de dos horas de viaje se detuvieron a almorzar y descansar un poco, más luego se pusieron en marcha nuevamente. Al anochecer, se hospedaron en una posada para cargar sus baterías, ya que al siguiente día querían estar en Bath, donde pasarían dos noches, antes de llegar a Willow Hall.

El clima era ideal, la primavera daba paso al verano de la mejor manera, Lía nunca había visto un cielo tan despejado, ni unas montañas tan verdes; cuando no estaba hablando animadamente con sus amigas se dedicaba a ver por la ventana, todo era hermoso, el viento soplaba suavemente y el sol brillaba, le hubiera gustado detener el carruaje para poder correr por los prados, pero no quería retrasar su tan esperado viaje. Al atardecer llegaron a su destino, la prima de Lady Higgins tenía todo listo para recibirlas y luego de una deliciosa cena todas se retiraron a descansar, felices de poder comenzar su aventura.

El disfraz de una dama ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora