Capítulo 27

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Cuando Lía tenía quince años escuchó a su padre bromear un día con otro caballero sobre cómo le envidiaba por ser padre de sólo varones y no tener la carga que representaba una hija; Lía también escuchó a su padre burlarse de su madre, alegando lo fácil que había sido conquistarla, cómo había caído fácilmente tras decir unas cuantas cursilerías, «pero la dote y la propiedad que Sir Walter ofrecía por ella hicieron que el teatrito valiera la pena» había dicho su padre, «todo había sido un buen negocio hasta que tuvo a esa niña, pero no importa ya, haré que Lía sirva de algo cuando se casé con un noble», tras escuchar eso decidió salir corriendo del lugar antes de que su padre se diera cuenta de su presencia.

Ese día prometió no enamorarse nunca. De qué serviría hacerlo si al final sólo era una pieza en los juegos de poder de los caballeros; dotes y títulos era lo que importaba, había visto a su madre sufrir por los desprecios de su padre y ella no estaba dispuesta a pasar por lo mismo, resignada al saber que su padre no descansaría hasta encontrar a un prospecto adecuado decidió renunciar a ese sentimiento sobrevalorado al que llamaban amor.

Durante su primera temporada una chispa de optimismo la sacudió y tuvo la esperanza de que, tal vez, la suerte le sonreiría y le permitiría conocer a un joven con las cualidades que buscaba su padre y que además fuera agradable y buen mozo, pero luego de varios bailes y eventos sociales importantes se dió cuenta de que eso no sucedería, su padre había encontrado dos posibles pretendientes pero ambos terminaron cortejando a damas de mayor posición que Lía, cosa que a ella no le molestó ya que, por muy apuestos y ricos que fueran los caballeros, eran seres engreídos, vanidosos y poseían tanta personalidad como un vegetal. El resto de pretendientes eran hombres de buena posición pero sin título que se veían tentados tanto por la belleza de Lía como por su dinero, aunque ésta última razón era la que parecía llamar más el interés. No sintió ningún remordimiento al rechazar sus propuestas, aunque pronto sus negativas le dieron la fama de ser frívola e indiferente, que le precedió en las temporadas siguientes, pero no le importaba, no quería casarse y ya no le importaba el amor, sólo quería vivir en paz, a cualquier mujer le aterrorizaba la idea de convertirse en una solterona, pero ella había empezado a pensar que tal vida no era tan mala mientras tuviera amigos, había aprendido a vivir por la felicidad de los demás, entonces ¿cómo era que se ahora encontraba en esta situación?

Había intentado ignorar el hecho múltiples veces, cada vez que la idea cruzaba por su mente la desechaba de inmediato, pero ya no podía ignorarlo más, su corazón no podía ocultarlo: se había enamorado, y no precisamente de un noble, se había enamorado de Robert Ringham. El recuerdo de esa tarde volvió a su mente, había estado a punto de besar al joven, si no hubiera sido por la interrupción de lady Higgins ¿qué habría sucedido?, cuando abrió lo ojos pudo ver confusión en el rostro del joven, ¿qué pensaría de ella en esos momentos?, se sentía como una tonta; luego del incidente había evitado conversar con él y había procurado estar siempre en compañía de Kate o lady Higgins, ya que no quería dar espacio a preguntas que no podía responder, cuando por fin pudo retirarse a su habitación todos los recuerdos se volvieron a amontonar en su cabeza y las lágrimas volvieron a surcar su rostro; ese día había llorado varias veces por diferentes motivos, primero por felicidad, luego por frustración y ahora por incertidumbre; ¿pero qué debía hacer? De seguro lo mejor era abandonar Willow Hall cuanto antes.

- Una boda en otoño es lo más adecuado- concordó Lady Higgins mientras terminaba su desayuno en compañía de Kate y Lía.
- Sí, Marcus y yo estamos pensando en realizar la boda en septiembre- respondió sonriente- aún no puedo creer que todo esto esto esté sucediendo, es como un sueño.
- Escucharte llamar al señor Bradley por su nombre es lo más adorable que he escuchado- dijo Lía con voz melosa.
- ¿Porqué? Tu misma llamas a Robert por su nombre también.
- E-eso es algo completamente distinto- dijo a la defensiva- tu siempre has tratado al señor Bradley de una manera tan formal que el hecho de que por fin le llames así muestra un gran avance en su relación, en cambio yo sólo buscaba molestar a Robert.
- Eso es una gran falta de respeto, Lía- le regañó lady Higgins- sin embargo ambos parecen llevarse muy bien ahora y eso es lo que cuenta, aunque tal comportamiento no debe salir de esta casa.

El disfraz de una dama ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora