Cinco baúles estaban dispuestos desde la noche anterior para ser trasladados a su carruaje y así dejar la casa que, por varias semanas, fue su hogar. Había compartido muchos momentos gratos en aquel lugar, pero estaba decidida a marcharse y cumplir con sus obligaciones, ya no podía distraerse y el permanecer más tiempo en ese lugar le podía traer consecuencias, sin embargo, tras la carta que había recibido esa mañana su planes habían cambiado por completo.
- ¿Pero que estás haciendo, Cassandra?- preguntaba la señora Brown al ver que su prima sacaba las cosas de su baúl.
- Tenías razón, Caroline, he decidido quedarme una semana más en Bath - dijo la señora Higgins mientras colocaba sus vestidos por toda la cama- lamento tener que incomodarte unos días más.
- No es ninguna molestia querida prima pero, ¿porque cambiaste de parecer?
- He recibido una carta de Lía y al parecer su relación con el joven Ringham ha mejorado considerablemente, tal vez no todo este perdido...debo darles un poco más de espacio y tiempo a solas para que puedan conocerse mejor y…
- Cassandra Ruth Higgins, ¡¿no me digas que estas jugando de casamentera con esos pobres críos?!La mirada de la señora le dijo todo y tras conocer la historia de la joven y las razones que llevaban a su prima a hacer algo tan impropio y poco común, sintió compasión por ella. Amelia había sido la mejor amiga de Lady Higgins, desde niñas habían formado un lazo de amistad tan profundo que sólo la muerte había logrado romper.
Cuando su querida amiga le confesó el interés que sentía por cierto caballero tuvo sentimientos encontrados, el individuo en sí, aunque era honorable, no le daba buena espina, era muy apuesto y educado, pero algo en su fría mirada le decía que no era un buen partido para su dulce e inocente Amelia, sin embargo se reprendió a sí misma al ver la felicidad en el rostro de su querida amiga, quizá solo estaba siendo egoísta, no quería que su amistad se viera afectada por un matrimonio y por eso le resultaba desagradable el caballero, por esa razón jamás compartió sus temores con la que pronto se convertiría en Lady Vieuxford.
El primer año del matrimonio fue feliz, o al menos así lo fue para Amelia, a los pocos meses de casados su amiga resultó embarazada y su esposo la trataba devotamente, inconfundiblemente feliz de que pronto tendría un heredero, no fue hasta el día del parto en que el comportamiento de éste cambió. Amelia había dado a luz a la niña más hermosa que jamás había visto, pero el barón no parecía estar complacido de tener una hija. No quiso alzar en brazos a la recién nacida, ni presumió de ella con sus criados ni conocidos, como fue un parto un tanto difícil la recuperación de Amelia tomó más tiempo de lo normal, excusa que su esposo utilizó para alejarse de ella y de la pequeña.
Lady Higgins, que en ese momento era conocida como Miss Hall, fue testigo de los múltiples compromisos y viajes de negocios que acosaron al “pobre” caballero, como también fue testigo de la tristeza que embargó a su pobre amiga al ver el rechazo de su esposo, y la injusta culpabilidad que ésta sentía al no haber sido capaz de darle un hijo varón.
Con el pasar de las estaciones la situación no cambió mucho, la indiferencia de Lord Vieuxford hacia su hija era cada día más notoria, así como la irritabilidad que sentía por su mujer. Tiempo después la felicidad tocó a la puerta de lady Higgins, pero al regresar de su viaje de luna de miel sus emociones se vieron aplastadas al encontrarse con una Amelia completamente devastada; al parecer su amiga había logrado quedar embarazada de nuevo, pero al cabo de dos meses perdió a la criatura, ésto más el rechazo de su esposo la había sumido en la más profunda depresión, su único consuelo era la pequeña Lía, quien ya correteaba por toda la casa y comenzaba a decir sus primeras palabras, aunque su padre no la quería la pequeña recibía todo el amor de su madre y el de lady Higgins, además del de su nana Fanny y el de todo el servicio de Stonewall.
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El disfraz de una dama ©
Ficción históricaA sus veinte años, Lía es una joven sin ninguna aspiración romántica; juró jamás entregar su corazón a sabiendas de que nunca podrá casarse por amor, por lo que espera con anhelo que su juventud pase para poder abandonar los salones de Londres cada...