Capítulo 11

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La mañana era fría y apenas se vislumbraba los primeros rayos de sol tras las montañas. Robert se encontraba ya en los establos, una yegua y dos caballos estaban listos para sus jinetes, solo debían esperar a la dama. No negaba que le hubiera encantado irse sin ella, pero aún faltaban quince minutos para las seis de la mañana y él era un hombre de palabra, no se iría antes de la hora acordada.

Estaba deseando que la joven se hubiese quedado dormida cuando la vió llegar, y nuevamente lo volvió a sorprender su belleza, parecía que la mujer se superaba a sí misma cada vez que la veía; vestía un traje de montar de cuello alto color esmeralda, sin duda ese era su color, una gruesa trenza reposaba en su hombro derecho y un sombrero dorado que combinaba con los ornamentos de su vestido cubría su cabeza.

-Buenos días, señorita Lowell.
-Robert -hizo una reverencia más no le dio tratamiento de caballero, no lo merecía, pudo ver como el joven tenzaba su mandibula al escuchar su nombre a secas.
-Le presento a Richard, nuestro administrador.
-Richard Benster, a su servicio señorita.
-Un placer conocerlo, señor Benster.
- Me ha dicho el amo Robert que quiere conocer cada ricón de la finca.
-Así es, espero no ser una molestia para usted, pero quiero que me enseñe Willow Hall en detalle.
-¡No diga eso señorita! No es molestia alguna aunque seguro preferirá la guía del señor de la casa.
Lía volvió al ver al joven con cara de insatisfacción y luego con resignación aceptó la oferta, ese gesto no pasó desapercibido por el administrador, quien se preguntó qué podría haber hecho el muchacho como para perder el favor de tan hermosa mujer. Robert decidió ignorar la situación y se apresuró a ir por los caballos, quería irse lo más pronto posible.
-Dulzura-le dijo a la joven mientras le tendía las riendas.
-¿Disculpe?
El comentario la tomó por sorpresa y no pudo evitar sonrojarse.
-Así se llama la yegua-dijo sonriendo con satisfacción.
-¡Oh! Claro...
-Es la yegua de la señorita Kathryne, madame, así que no debería darle problemas, yo mismo la entrené.
-Muchas gracias, señor Benster-Lía sacó de su bolsillo dos terrones de azucar y se los tendió al animal-ten Dulzura, esto es para tí, se buena conmigo- el animal dio relincho de alegría mientras la joven acariciaba su lomo y supo que serían buenas amigas- ahora entiendo porqué Kate te nombró así.
-¿Podemos irnos ya?

Lía asintió con su cabeza y el joven se inclinó para ayudarla a subir a su yegua, haciendo un escalón con sus manos la impulsó suavemente hacia arriba, honestamente, le habría gustado más pisarle la cabeza en vez de sus manos, pero ya habría otras oportunidades.

El paisaje era exquisito, la luz del sol se proyectaba en las hojas de los árboles, húmedas por el rocío y el olor a tierra invadía los pulmones de la joven, Robert cabalgaba a su lado y su administrador los seguía dos metros atrás, era difícil ponerle atención con tantas cosas hermosas que apreciar, los manzanos y perales que había visto al entrar a Willow Hall eran solo vergeles creados para pasear por ellos, pero se conectaban con los verdaderos frutales donde cosechaban sus famosas manzanas y peras para la creación de sidra; el señor Benster le había comentado a Lía que Robert y el señor Ringham estaban pensando en adquirir su propio lagar y producir su propio producto pero que por el momento sólo vendían la fruta y adquirían un porcentaje de la venta del licor.

En la parte trasera de la casa se encontraba un gran huerto de verduras, hecho especialmente para el consumo interno y varias aves de corral tenían su hogar en esa parte de la propiedad, en esos momentos una sirviente se acercaba misteriosamente a unos pollos y Lía supo perfectamente que habría para cenar, sin embargo una edificación a lo lejos llamó su atención.

-¿Qué es esa construcción?
-Estamos construyendo un nuevo granero, ayer logramos avanzar bastante pero hoy le dejamos al trabajo los demás obreros.
-Entonces... ¿trabaja como un obrero más?
-¿Hay algún problema con eso?
La joven no tenía ninguna objeción, la verdad era admirable que un joven heredero se rebajara al nivel de los obreros, eso sin duda lo exaltaba frente a sus empleados y ahora había una explicación sobre el aspecto del joven el día anterior, al que Lía tampoco le tenía ninguna objeción.
-No, es interesante... al inicio creí que era el administrador pero ahora veo que tiene no uno, sino varios y aún así prefiere trabajar como un obrero, sólo estoy intentando comprender.
-Richard es nuestro administrador desde hace treinta años y conoce estas tierras mejor que mi padre, él fue el que me enseñó todo lo relacionado con el mantenimiento de la finca, hace un año compramos una granja aledaña que se dedica a la cría de ganado hereford, es un negocio nuevo para nosotros pero el dueño tuvo que rematar sus tierras, así que cada tierra tiene su administrador y yo me encargo de supervisar el trabajo de ambos, vigilar las finanzas y encontrar nuevas estrategias para mejorar la agricultura y ganadería de nuestras tierras. Pero un buen patrón debe comprender a sus obreros, y no hay mejor forma de conocerlos que ser uno de ellos.
Lía no tuvo réplica ante tal afirmación, pero tuvo que voltear su cara para ignorar al joven a su derecha y ocultar su sonrisa, por fin el hombre demostraba ser el digno hijo de su padre y se asemejaba más a las descripciones de su amiga.

El disfraz de una dama ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora