Debía de estar loco. Hacía apenas semana y media que había estado en cama y ahora quería irse de viaje a Dios sabe dónde, esperaba que hubiera sido una broma, una excusa para mantener alejado a sus insistentes vecinas, pero no. No tuvo agallas para decirle una sola palabra durante el resto del día, durante la cena se limitó a contestar cortésmente a las palabras de Kate y del señor Ringham, pero ni siquiera volteó a mirar al joven y éste, notando su comportamiento, tampoco insistió.
Esa noche no hubo música, ni risas, ni siquiera tuvo el estómago suficiente para probar el delicioso postre que había preparado la señora James; se fue a la cama temprano, ni siquiera quiso llamar a Fanny para que la ayudara a desvestirse, aunque quitarse el corsé fue toda una odisea, para cuando la aya llegó a la habitación ella estaba metida entre las sábanas fingiendo estar dormida. La tormenta de esa noche le supuso un mal augurio, pero después pensó que si continuaba lloviendo los días siguientes Robert tendría que cancelar su viaje y quedarse a su lado, el simple pensamiento la tranquilizó y la hizo caer en un profundo sueño.
- Pero ¿qué necesidad tienes de irte?-preguntó angustiado el señor Ringham, quien llevaba más de una hora tratanto de disuadir a su hijo de que no viajara.
- Ya te lo he dicho… deseo volver al trabajo- respondió hundiéndose en el asiento y frotando su frente en señal de cansancio-sabes muy bien que la vida osciosa de la alta sociedad no va conmigo.
- ¡Pues bien podrías trabajar aquí!- contestó Kathryne, quien se encontraba al fondo del salón sentada en un sofá junto a la ventana mirando como la lluvia azotaba los vidrios y como se iluminaba el cielo por los relámpagos.
- Tu hermana tiene razón- dijo asintiendo al tiempo que miraba a la joven acercarse a ellos- además, nunca has sido del tipo viajero, bueno, no desde la muerte de tu madre…
- Tal vez este sea el momento...-dijo apesumbrado- ¿no creen que debería alejarme de Willow Hall por unos días?En ese momento un rayo cayó a lo lejos y el retumbo del trueno hizo vibrar la casa dejándolos a todos en silencio. Aunque su relación con Lía había mejorado en sobremanera las palabras que le había dicho la joven aquella noche, mientras curaba su tobillo, aún zumbaban en su cabeza; Lía no podía aceptar nada más que su amistad y en el momento en que él había intentado cruzar esa línea la joven erigió una barrera entre ellos, muy distinta al muro sólido que una vez había sido cuando se decían ser enemigos; pero que estaba ahí, separándoles. Aunque ahora podía disfrutar de su compañía a toda hora y charlar abiertamente sobre su vida, Lía actuaba de forma más cautelosa en su compañía, por ello cada vez era más difícil encontrarse a solas con ella o sostener su mano aunque fuera por un breve instante, lo mejor tal vez era alejarse por unos días y ver si la distancia y el trabajo podían sacarla de su mente y si ese no eran el caso volvería con ánimos renovados para cumplir su objetivo, de cualquiera de las dos formas la distancia ayudaría a su favor.
Aunque escépticos, su padre y hermana aceptaron su deseo, eso sí, siguiendo sus términos: debía llevarse el carruaje, Calvin debía acompañarle para asistirle y no debía estar fuera más de una semana. Robert no quiso decirles que ya había tomado todas esas precauciones y que no era tan irresponsable como ellos lo hacía ver pero comprendiendo la preocupación de su familia desistió de la idea y prometió ser obediente.
***
Para desgracia de Lía, la mañana siguiente amaneció completamente despejada, el césped y demás plantas aún estaban húmedas por la lluvia y el sol brillaba con gran intensidad, pero ya no había el más mínimo rastro de tormenta. Irritada por que la naturaleza no quiso ayudarle con su plan, decidió quedarse en la cama un rato más, de ésta forma evitaría ver a Robert en el desayuno y más tarde encontraría nuevas excusas para no verle. Por suerte el joven pasó la mayor parte de la mañana con el señor Benster finiquitando detalles de su viaje, así que no tuvo problema en cumplir con su cometido, en su lugar decidió pasar un poco más de tiempo al lado de su amiga, compartiendo secretos y pensado en cosas más gratas, como la pronta visita del señor Bradley.
ESTÁS LEYENDO
El disfraz de una dama ©
Historical FictionA sus veinte años, Lía es una joven sin ninguna aspiración romántica; juró jamás entregar su corazón a sabiendas de que nunca podrá casarse por amor, por lo que espera con anhelo que su juventud pase para poder abandonar los salones de Londres cada...