Diecisiete.

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Ella.

Eh... ¿Hola?
12:58.

(Shin 오빠)
Buenas tardes, Dongsaeng. ¿No estás en clases?
12:59

(Shin 오빠)
No deberías saltarte clases para chatear, Amanda. A ver, ¿adónde está esa niña buena?
12:59.

No, no es eso... Eh... ¿Puedes venir a buscarme a la escuela? Me siento mal y mi mamá dice que no puede venir a buscarme.
12:59.

(Shin 오빠)
¿Te aprovechas de mi mayoría de edad y del hecho de que no tengo clases hoy por ti actividad de ayer?🙃 A ver, princesa de Loto, que no se te suba eso a la cabeza, ¿eh?
13:00.

No, no, no...😁 Si no quieres, no tienes que venir. No te quiero molestar... Sabes que me molesta molestarte y realmente no quiero...😪
(Enviar)

(Shin 오빠)
Sólo bromeo😂 Ya estoy en el auto. Te paso a buscar en media hora, más o menos.
13:00.

Gracias.
13:00. (Leído)

~

—¿Te sientes muy mal, niña? ¿Tu familiar ya viene?–pregunta la enfermera, con el mismo rostro preocupado con el que siempre mira a las personas que llegan a la enfermería, se sientan mal o no.

—Sí, ya viene. Aunque es más como un amigo de la familia, no importa, ¿o sí?

—Bueno, siempre y cuando ya sea mayor de edad, no veo el problema. Hay veces en las que los hermanos de los niños los vienen a buscar y no tienen los dieciocho, así que no te preocupes. Pero, ¿estás mejor? Casi te me desmayas, linda. ¿Y tu tobillo? Me parece que te volvió el esguince que te hiciste cuando estabas en primer año.

—Supongo. Estoy mejor, creo—pauso un poco y veo mi maleta en el suelo de la enfermería, la recojo y me acerco a la mujer de blanco—¿Puedo quedarme en el cuarto hasta que me vengan a buscar?—digo, ya que hay un cuarto para los que se sienten muy mal al frente del baño que está dentro de la enfermería.

—Por supuesto, querida. Te llamo para que salgas cuando vengan a buscarte, para que no te estreses.

Paso unos minutos en silencio, dentro de la habitación. Escucho a profesores entrar y preguntar por mi salud. La última vez que vine a la enfermería fue hace tanto tiempo que no lo recuerdo. Decido no pensar en ellos y me coloco los audífonos para escuchar una lista de reproducción que había formado antes. Quizá seis canciones después, la enfermera enciende la luz del cuartito.

—Linda, te vino a buscar un muchacho asiático muy apuesto. Normalmente hacemos esperar a la gente en la recepción de la escuela, pero me parece que vi a este joven ayer, ¿no? Además, estaba muy ansioso cuando le expliqué tu condición y te va a llevar la mochila...

Abre la puerta de par en par y entra el coreano, con su seria expresión de siempre acompañada de un ceño fruncido que nunca veo.

—¿Por qué me tengo que enterar de la enfermera, y no de ti, de tu probable desmayo? Y ¿por qué, de todos las malas caras que podrías tener, tienes esa cara de perrito adolorido? Así no te puedo regañar y hacer mi trabajo de Oppa—sonrío ante la forma en la que se autodenomina.

—¿Vas a regañar a una enferma?—digo, mientras toma mi maleta, se la coloca hacia el frente, desconecta los audífonos de mi celular y lo enrolla.

—No, ya no. Ven—se gira y me muestra su espalda—. Supongo que tendré que llevarte a caballito. Siempre que te lastimas, es ese pie, ¿no es así? Desde que te caíste cuando éramos pequeños. ¿Tanto ha empeorado?—asiento, y vuelve a hacer un ademán para que me suba a su espalda.

Sonrío y le hago caso, sin rechistar. La enfermera también sonríe y nos abre la puerta de la enfermería. Sólo puedo pensar que hoy fue un buen día para ponerme el buzo del colegio, en vez de la falda.
Justo antes de salir del plantel, escucho el timbre de la siguiente hora. Allá, en el tercer piso, la clase de educación física ha terminado.

~

Juan

La gente me pregunta por Amanda, pero no tengo idea. Últimamente la veo rara: ya no me abraza como antes, pero no parece ser nada importante. Total, hace un par de días que no hablamos como solíamos hacerlo. Me atrevo a decir que es meramente su culpa. La quiero y todo, pero es o muy pedante o muy indiferente. No le gusta divertirse y llega a ser muy malhumorada. Así que, cuando me preguntan que si Amanda está bien, miento y digo que me habló para decirme que sólo irá a su casa a descansar.

~

Ella.

A pesar de mis constantes quejas, Shin se tomó la libertad de llamar a mi mamá para decirle que iríamos a la clínica de la barriada en la que vivimos. Treinta minutos metidos ahí para que me mandaran una dieta relativamente alta en sal en las meriendas y reposo por el resto de la semana por "exceso de estrés", cosa que "sólo podría ser mejorada" con "alejarse de todos los aparatos tecnológicos". Como era de esperarse, Shin apaga mi celular y me lleva a casa.

—¿Te dejo y me voy?—pregunta, al estacionarse en el espacio libre del "garaje". Mamá no está en casa por el trabajo. Recuerdo que no me gusta estar sola en casa.

—¿Podrías quedarte? Puedo hacerte la comida y eso, si tienes hambre—veo a Shin sonreír.

—Bien, déjame organizarme: te dejo en tu casa, salgo, voy a mi casa (que queda a tres cuadras hacia abajo), busco mi material para escribir, regreso y llamamos a la pizzería para comprar y que recuperes tu energía. ¿Te parece? Nada de cocinar—asiento y bajo, cojeando, para ir a la puerta, que Shin abre. Deja mi maleta en el pasillo y lo veo llevarse mis llaves.

Mi casa está algo vacía en el segundo que no veo a Shin, por lo que me dirijo a mi cuarto, con cuidado, para no caerme. Empieza a hacer calor. Enciendo los abanicos de la sala desde la escalera y el aire acondicionado de mi cuarto. De ahí, sólo es cambiarme de ropa, ya que me duché en la escuela, y esperar a Shin en la sala, mientras veo el último episodio de la décima temporada de Supernatural en Netflix. A los diez minutos, Shin viene animado y con un montón de cosas para escribir, que sólo retomamos después de terminar de ver el episodio y de comer pizza.

Se nos ocurren mil ideas para hacer un montón de historias sobre todo. Y, a eso de las siete de la noche, terminamos viendo un drama juntos, al que mi mamá se une a eso de las siete y media.

—————

Allá, en el país de la dimensión desconocida, en la que caminamos de la mano y nadie olvida de dónde viene. Ahí mismo, en donde estuvimos antes de que te marcharas y nos encontrásemos de nuevo. ¿Podrías, por favor, ayudarme? Porque estoy perdida y contigo me he reencontrado con mi propia alma. Pero, ¿cómo te diré esto, sin morir en el intento? Mi mente está llena de pensamientos que me impiden ver la verdad tal cual es. ¿Qué es lo que no comprendo? ¿Por qué todo sale mal? Te lo suplico, entra en mi mente y descúbreme. Solamente así seré capaz de hallar la última pieza que le falta a la paz de mi corazón.

Mis Cartas por MensajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora