Veintiséis.

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Ella.

Una vez leí que hay cinco maneras de tomar una decisión:
a) camino uno.
b) camino dos.
c) ambos caminos.
d) ninguno de los caminos.
e) cualquier otro camino.

   Hay tres maneras de tratar a una persona: bien, mal y neutral. De ahí, todas las maneras son variaciones. Pero si eres mi persona, hay muchas maneras de hacerlo. Sobre todo si tienes kimchi en medio de la persona a la que quieres asesinar, por atrevido, y tú. No es la primera vez que golpeo a alguien, pero, de hecho, es la primera vez que le doy una cachetada a alguien con kimchi en vez de mi mano. Y se ha sentido de maravilla. Sobre todo porque la persona era Juan que vino corriendo a pedir disculpas, pero no escuché muy bien porque quería callarlo. Aunque escuché algo de infidelidad y un bebé, pero eso no importa mucho.
     No ahora, que estamos celebrando el cumpleaños de mamá en casa, un par de días después. Las bandejas de comida están llenas de cultura, desde que tenemos paellas, sancocho de gallina, kimbap, lasagna y cualquier otra cosa que se le pueda venir a la mente a uno porque el tío Tomás quiso hacérselas ver de genio culinario (aunque, bueno, quizá lo sea). El patio de mi casa está relativamente lleno de gente, desde que hay personas del trabajo de mamá (ser una matemática tiempo completo le ha dado buenas amistades) y tenemos de bartender a algunos empleados del café de mi tío. Está bastante completo, si a eso le sumo que mis padres han dejado que mis amigos (y por qué no, algunos amigos de Shin) vengan para que no nos aburramos tanto. Cosa que me parece muy buena idea cuando empiezan a poner canciones medio viejas de amores unilaterales y música de borrachos. Así es como la fiesta de ellos pasa a ser en la terraza y los jóvenes (incluyendo a mi prima) nos quedamos en la sala, hablando de la universidad porque, al parecer, la fiesta de Shin no fue suficiente. Aunque tiene sentido que no lo haya sido: tuvimos un par de inconvenientes.

—Pero, igual. ¿Cómo pueden tomar una decisión como esa? Sin decirle a nadie...—mi prima parece algo decepcionada. K la mira y la consuela con unas palmadas en el hombro.

—Supongo que habrán tenido sus razones, ¿no? Déjalos vivir. No se veían desde hace años.

—Woah, Jong. ¿Cómo puedes decir algo así? Pensé que no querías que El Niño Asia se fuera—K sigue siendo un consuelo aunque sus palabras digan algo distinto.

—Supongo que todos los vamos a extrañar—Patrick parece algo bajo de emociones, pero Fer también lo consuela, junto con mi mejor amiga. Es interesante lo bien que se llevan los amigos de Shin y mi amiga.

—Creo que es obvio que todos los vamos a extrañar. Sé que sólo nos viste en tu escuela y en la fiesta de hace unos días, pero Shin habla de ti en exceso (no es que nos moleste o algo así, pero eso no es normal), así que siento como si te conociera de toda la vida—Leo se dirige a mí, y habla pausado y tranquilo, sin alborotos, y sus palabras son sinceras, como su expresión con una sonrisa de medio lado.

Mi amigo Keith parece estar a punto de llorar:

Chica Lista, no puedes dejar de hablarnos, ¿me oyes? Y tienes que cantar adonde sea que vayas. Así te acuerdas de la banda y no olvidas las bonitas presentaciones que hemos hecho.

—No es como que no me vas a volver a ver, Chico Deportista—nuestra amistad había surgido por el deseo de hacer una banda y, aún cuando parecíamos de grupos totalmente distintos por la diferencia de "gustos principales", compartíamos el amor a la música con la misma intensidad (o quizá diferente, pero no es tan importante eso). Y, listo, amistad forjada.

—Vaya, esto se puso medio deprimente.

—No sé, K. Yo creo que debemos hacer algo para alegrar la fiesta.

Mis Cartas por MensajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora