Él.
Nunca había hecho a una chica llorar. Muchas chicas me habían hecho el muchacho más patético del mundo antes, haciéndome dejar caer lágrimas un poco, pero yo jamás había visto a una linda joven desatar mares por mi culpa.
—Amanda...
—¡Ni siquiera te dignas en llamarme tu Flor de Loto!—golpea mi pecho una y otra vez, su cara está roja, pero sólo lo sé porque he visto su llanto antes; sin embargo, el suelo es quien recibe la imagen de su rostro. Mis manos paran sus golpes, tomando sus antebrazos.
—¡Amanda, contrólate! No voy a permitir que te hagas esto. No es justo, despierta—mi voz suena algo demandante, así que bajo el tono—. Am, yo...—parece estar agotada, porque se deja caer en mí. Su cara está contra el lado derecho de mi pecho y sus brazos, lo único que separa su cuerpo del mío, han perdido la tensión que tenían.
Cuando la vi llegar al parque, no estaba confiada. Tenía la vista algo turbia y sus pasos era suaves, no decididos, como suelen ser cuando va a contarme algo. Sus ojos estaban llorosos y sus labios temblaban, aún cuando el clima está fresco y no frío. El clima de noviembre siempre es cambiante, pero no tanto como para brindar una temperatura inferior a los 23°C en plena tarde. Sin embargo, daba la impresión de que moriría de hipotermia en cualquier segundo. Sudaba en frío. Así que cuando me dijo que quería cambiar de turnos para ver la chica con la que Juan se iba a juntar, mi rotundo no fue una sorpresa. Empezó a llorar, golpeó mi pecho como nunca y preguntó al cielo por qué le estaba haciendo las cosas tan difíciles.
Y ahora que está en mis brazos, cansada de llorar, le explico mis razones, tratando de cuidar la verdad, diciendo todo lo que analicé en el camino de mi casa hasta acá.
—Pequeña Dongsaeng, ¿no entiendes? Estoy seguro de que aquí hay gato encerrado.
—Perdón, ¿qué?—su voz es un susurro.
—No te parece que si Juan estuviera engañándote con la joven de la otra escuela de la que hablaban en tu colegio, todos lo sabrían, ¿o sí? Además, ¿encontrarse aquí?—mi voz trata de calmarla, así como mis manos, que acarician su cabello y su espalda. Ella se aparta de mí, despacio, y toma mis manos con fuerza. Justo ahora, nuestras manos son, también, lo único que nos separa, más allá del espacio entre nosotros.
—¿Qué quieres decir?—trago fuerte. No estoy acostumbrado al contacto físico, la verdad. Las veces que abrazo a mi Flor de Loto, lo hago porque es como mi hermana; sin embargo, siento una pequeña corriente cuando me sujeta con fuerza.
Siento deseo por decirle la verdad. Que Juan la ha estado engañando, que él no es como ella piensa; pero no sé qué tan cierto es lo que sé. No sé si mi tío Tomás sabía absolutamente todo lo que pasaba, ni sé si Juan debe decirle algo. Por todas esas veces en las que Amanda ha estado feliz, le debo al poco hombre al menos eso.
—¿Shin?—su voz casi no suena—¿Qué quieres decir con eso?
—Que no tiene sentido—pero de mis labios salen las palabras en coreano.
—Oppa, ¿qué es aquello que no tiene sentido?—dice de vuelta, en un coreano perfecto que nunca deja de sorprenderme. ¿Está es la chica que nunca respondió mis cartas? ¿Siquiera alguna vez las recibió?
—No creo que Juan le diría a una persona cualquiera que va a encontrarse con alguien más y no decir su nombre, ¿no? Si todos se conocen, no haría algo como eso. Sería absurdo. Déjame tomar mi turno, Flor de Loto, y juro que haré lo que necesite si lo veo con alguien—en una mezcla de español y mi lengua madre, las palabras salen, poco a poco, expresando mis ideas. Sus ojos me miran, rojos y cristalinos, y sus labios, hinchados de tanto morderlos, se separan para que su voz salga en una perfectamente pronunciada oración dicha en su idioma natal.
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Mis Cartas por Mensajes
Romance"Y a usted, que tanto le gustan las historias románticas, he decidido prepararle una de las mejores; hecha desde lo más profundo de la realidad. Y a mí, que le guardo un cariño profundo, no me espera más que la gratitud de su fiel lectura." El...