Diez

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Estaba acostado en el sofá de la sala, y sobre su vientre, había un tazón de palomitas. Estaba aburrido, haciendo zapping entre los canales, buscando que ver.
—Que mierda esto —bufó—. Ni una puta película buena.
La puerta de su casa se abrió, y una niña rubia de ojos verdes entró, sollozando.
—Nerea.
—¡Déjame en paz! —le gritó su madre, subiendo las escaleras hacia su habitación.
—¿Qué le pasa? —le preguntó preocupado Luca.
—No quiso decirme, salió de clases llorando. Quizás a ti quiera contarte.
Y no lo dudó por un segundo. Dejó el tazón sobre el sofá, y se dirigió a la habitación de su hermanita.
Tocó la puerta varias veces, esperando que le abriera.
—Nere, abre la puerta amor.
—No, déjame Luca.
—Vamos hermosa, habla conmigo, ¿qué pasó?
—No te importa, vete.
—Claro que me importa, por eso estoy aquí. ¿Qué pasó? ¿Alguien te molestó?
Esperó a que respondiera, pero luego de varios segundos, y no recibir nada, abrió suavemente la puerta.
Estaba sentada en su cama, de espaldas a él, sollozando.
—Ey, ¿Por qué lloras así? Cuéntame —le dijo sentándose junto a ella.
—É-Él se burló de mi.
—¿Quién?
Negó con la cabeza, en señal de que no le diría.
—Nere, soy tu hermano mayor, sabes que yo siempre te protegeré, y si hay alguien que te ha hecho daño, quiero saberlo.
—D-Dijo que era fea —recordó, con angustia—. Que era una niña muy fea.
La abrazó, y acarició suavemente su cabello y espalda.
—Es no es verdad, eres una niña hermosa, preciosa.
—Mentira.
—Claro que no, sabes que yo no te mentiría. Deberías creerle más a tu hermano, que lo que te haya dicho un estúpido.
Y entendía la inseguridad de Nerea. La niña no era una belleza de esas que alardean en revistas, pero tampoco era fea.
El problema era que vivía en un ambiente muy artificial, donde si no encajabas con los estándares puestos, eras hostigado.

-o-o-o-o-

—Señora Nina —murmuró bajito, mirando hacia abajo—. ¿Podría ir al baño?
—Ay cariño, por supuesto que sí, eso no hace falta que me pidas, amor, ve cuando lo necesites.
—Gracias —le dijo antes de marcharse, caminando despacio.
Nina observó a la niña, que desde hacía un mes vivía en su casa.
Iliana había sido encontrada por Stephan, y aquello, fue lo que causó un antes y un después en la vida del muchacho.
Había sido un episodio muy traumático para él. La niña no tendría más de diez años, si es que llegaba a esa edad.
Había pasado un mes entero en la clínica que era financiada por Noah, y la cual actualmente, recibía diariamente nuevas donaciones.
No era fácil, ni económico, tratar los casos de los androides, ni las condiciones en la que la mayoría de las veces llegaban.
Pero ningún había llegado en el estado de Iliana, que la niña se salvara, era inexplicable.
Salió del baño varios minutos después, y volvió a donde estaba Nina, sentandose a su lado.
La castaña la miró y sonrió.
—¿Tienes hambre? ¿Necesitas algo? Sabes que puedes pedirme lo que sea.
—No, solo quería estar cerca de usted.
Y después de lo que había pasado, solo confiaba en mujeres, especialmente en Nina.
Es por eso que habían decido adoptarla. Para Nina, era un consuelo para su alma, y su necesidad de ser madre.
Era aquella niña que nunca había podido concebir.
—¿Cómo te sientes? Puedes hablar conmigo de lo que quieras, sin vergüenza. Yo no voy a juzgarte.
—A veces siento —pronunció con su dulce y frágil voz.
Porque sí, su voz sonaba muy frágil, como ella, y pequeña, como la niña.
Inocencia pura interrumpida, corrompida por un maldito enfermo.
—Que el señor Carranza, aun me vigila... Entre las sombras.
—No pienses en él. Ese tipo está encerrado en un lugar donde jamás podrá volver a lastimar a alguien, o salir.
—¿Segura?
—Sí cariño, ese tipo no volverá a salir en su vida.
La miró, con sus inexpresivos y vacíos ojos. Iliana había perdido algo que quizás no recuperaría nunca.
—Gracias.
Sonrió tiernamente, y colocó su mano sobre la cabeza de la niña, dándole una suave caricia.
Ella solo cerró los ojos, dejándose acariciar.
—No hay porqué, eso es lo justo.
Estaba por quitar su mano, cuando Iliana la tomó.
—No, me gusta.
—¿Te gusta que te acaricie el cabello?
—Sí, ¿Puede continuar, por favor?

-o-o-o-o-

—Ey, hasta que me atiendes.
—Lo siento, no estaba de ánimo —confesó la rubia.
—Vaya, parece que hoy no fue el día de nadie.
—¿Por qué lo dices?
—Cuéntame primero tú, ¿qué pasó?
—Hablé con mis papás, y... mi papá no quiso dejarme ir.
—Lo imaginé, pero no te preocupes rubia, viajaré yo.
—¿En serio? —pronunció sorprendida.
—Así es —sonrió—. Hay una personita muy importante en mi vida, que sé que le hará bien conocerte, hablar contigo. Después de todo, ella está pasando por algo muy parecido a lo que tú viviste.
—¿A qué te refieres? ¿Y de quién hablas? —preguntó confundida.
—Hablo de mi hermanita, Nerea, y me refiero a que también está sufriendo de Bullying, solo que por otro motivo.
—¿Cuál?
—En su instituto son muy superciales, vacíos, y la hacen sentir menos por no encajar en sus cánones de "belleza". Nere se siente fea, más aun, porque el idiota que le gustaba, se lo dijo.
—Los niños pueden ser muy crueles —pronunció con pesar Lizzie.
—Sí, ¿Sería muy malo si lo golpeo?
La joven rubia río, y negó con la cabeza.
—No digas estupideces.
—Wou, me siento afortunado de ver por segunda vez, otra de esas hermosas y sinceras sonrisas —le dijo divertido, sonriendo también.
—¿Cuándo vendrás? —le inquirió ignorando su halago.
—¿Ya estás ansiosa por verme? —bromeó.
—Me debes una cena en la playa, así que podría decirse que sí.
La observó con una ceja arqueada, y se acercó más el celular a la cara.
—¿En serio eres tú? No pareces la misma Lizeth, siempre terminas sorprendiéndome.
—Hay mucho que no conoces de mi, Luca. Ya no soy esa niña tímida que conociste hace más de diez años atrás. Mi padre me enseñó que si quiero algo, debo salir y buscarlo, nadie más lo hará por mi.
—¿Ah sí? ¿Y qué quieres?
Y se mordió el labio, para no decírselo.
Porque no... No podía hacerlo aún, necesitaba tiempo, estar segura de ello.

...

¿Y si me dices que sí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora