VEINTICINCO

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—Estoy... Desesperado, aterrado, Stephan —pronunció el joven rubio, luciendo muy pálido.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó adormilado.
Eran casi las diez de la noche, y el muchacho había extendido de más su siesta.
—¿Recuerda a Amelie?
—Mm sí, ¿tu primera vez?
—Sí, e-ella... Está viviendo aquí.
—Wou, que pequeño es el mundo.
—Stephan, ella tiene un niño de tres años.
—No entiendo.
—Que ese niño, podría ser mío. Nosotros no nos cuidábamos siempre que lo hacíamos, y... Hace cuatro años que "terminamos".
—Yo creo que si fuera tu hijo, Amelie te lo habría dicho. ¿Por qué te ocultaría algo así?
—No lo sé, miedo. Quizás creyó que como no quería nada serio, no me haría cargo del niño. No lo sé, Steph.
—¿Qué te hace creer que es tuyo?
—Los años del niño, y es rubio.
—Quizás solo sea una coincidencia sus años. Y que sea rubio no dice nada. No eres el único.
—No lo sé. Tengo miedo, no sé como lo tomaría Lizzie. Yo no quiero perderla.
—Deja de sacar teorías, y habla con Amelie.

-o-o-o-o-

—Hola, amor.
—Hola —murmuró bajo.
—¿Qué pasa? Luces triste rubia —pronunció preocupado, observándola por la vídeo llamada.
—Hablé con mi papá.
—¿De qué?
—De nosotros, y... Él se enojó, Luca. Y no es algo que no esperara, solo que me dolió las cosas que dijo de ti.
El rubio sonrió con cierta tristeza, y miró hacia abajo. Si Aiden supiera de ese niño, más aún se negaría a permitir que su hija saliera con un tipo como él.
—Pero yo no te dejaré, Luca —le dijo Lizzie al ver que él no decía nada—. No importa lo que él diga, yo te conozco, sé lo que eres y vales.
Y la culpa dolió por dentro, si tan sólo ella supiera...

-o-o-o-o

—Toma —le dijo quitándole el envoltorio a una paleta, y entregándosela al niño.
—Gracias —sonrió con plena felicidad, llevándosela a la boca.
—Ahora vendrá un viejo amigo de mami, debes portarte bien ¿okay?
Asintió con la cabeza, sin dejar de degustar su dulce.
No muy lejos, pudo divisar a Luca, y sonrió, saludándolo con su mano.
—Creí que vendrías sola —pronunció el rubio, llegando junto a ella.
—Oh, bueno, es que no podía dejar a Dash solo —sonrió.
—¿Y... su padre? —se animó a preguntar.
El pequeño levantó la cabeza, y miró expectante a su mamá.
—Hijo, ¿Quiere subir a los columpios? Mami va en un segundo —pronunció depositando un beso en su mejilla.
Aumentando los nervios por parte de Luca.
—Lo lamento, ¿dije algo malo?
—Sí. El padre de Dashiell y yo, no estamos juntos. Él... ni siquiera lo conoce.
—Lo siento.
—Está bien, no lo sabías.
—Amelie, yo... Necesito saber si hay alguna posibilidad, de que él sea mi hijo.
Lo observó aturdida, y rápidamente negó con la cabeza.
—Por supuesto que no, Luca. El papá de Dash es otro muchacho, que conocí al poco de tiempo de que tú te fueras.
—¿Estás segura?
—Claro que sí.
Respiró aliviado. Era un problema menos para su relación con Lizzie.
—¿Por qué no quiso conocerlo?
—No quería ser padre. Y yo no podía obligarlo. Mi hijo no necesita mendigar el amor de nadie. Aún así, me pasa su manutención.
—Es bueno oír eso.
—Sí... Es lo mínimo que podía hacer.
—¿Y lo conocí?
Ella sonrió y asintió con la cabeza.
—Sí, lo conociste. Es Colin.
—¿El francés? —preguntó desconcertado.
—Sí... Él.
Ahora tenía otro motivo para odiar a ese bastardo cobarde.

-o-o-o-o-

—Mm, uno de frutilla, ¿Y le puede poner chips de chocolate?
—Por supuesto.
—Gracias —sonrió la castaña, esperando su helado.
Aquella heladería, es la que solían ir ambos cuando Becca salía de sus clases, y esta vez no parecía ser la excepción para encontrase una vez más.
Esperó a que ella le dieran su helado, y luego pidió uno de vainilla para él.
Ella aún no lo había visto, sentándose en una mesa junto a la ventana, observando lo autos pasar.
Se acercó hasta la mesa, y se sentó sin pedir permiso. Becca lo miró curiosa, y al ver de quien se trataba, quiso levantarse e irse, pero se contuvo.
Ya no más, no seguiría escapando de la realidad. Entre y ella Stephan jamás existiría algo.
Miró una vez más hacia la ventana, sin decir nada ninguno de los dos, solo comiendo sus helados.
—Es una bonita mañana.
—Sí —Pronunció bajo.
—¿Saliste de clases?
—Sí, uno de los profesores está enfermo, por lo que terinamos antes. Y pensé que sería bueno pasar por un helado, antes de volver a mi casa.
—No sabía que estabas aquí. Pasé a buscar a Luca, y como no lo encontré, también pensé que sería buena idea pasar por un helado antes de volver a casa —sonrió.
Tomó una profunda respiración, observándola.
—Hacía días tenía ganas de hablar contigo.
—Stephan, es mejor que dejemos todo atrás. Ya nada será como antes, y es mejor así, para los dos.
—Pero-
—No quiero explicaciones. Las cosas se dieron como tenían que ser. Ahora, si no te molesta, sólo quiero disfrutar de mi helado.
—¿Te molesta si me quedo contigo a terminarlo?
—No... No me molesta.

-o-o-o-o-o-

—Te extrañé —le dijo recibiéndola con un fuerte abrazo, y suaves besos.
—Y yo a ti —pronunció entre besos, tomándolo del rostro.
Sonrió contra sus labios, sintiéndose tan completo con ella. Si tan sólo Lizzie supiera lo que ella significaba en su vida.
La rubia escuchó un suave ronroneo, y se separó de su novio, sólo para tomar en brazos a un pequeño gatito blanco.
—También te extrañé a ti, Leche —sonrió, antes de darle algunas caricias por su cabeza y cuello.
—Nos tenías abandonados, malvada —le dijo abrazándola por la espalda, besando su cuello.
—Lo siento, Lu —murmuró bajo—. Pero luego de lo de mi padre, ha sido muy difícil salir, sin que se molestara.
—Lo imagino —suspiró.
—De todos modos, yo te elijo a ti —sonrió, girando su cabeza para poder besarlo.

-o-o-o-o-

—Mi amor —pronunció con pesar, al observar a su marido.
—No quiero hablar, Ann.
—Pero yo sí, ¿Qué es lo que pasa? —le preguntó subiéndose a la cama, abrazándolo por la espalda.
—Jamás creí que mi hija, se elegiría un completo imbécil.
—Aiden...
—Arruinó su vida. De seguro quedará embarazada, dejará sus estudios, y vivirá una vida de mierda, junto a ese pendejo sin futuro.
—Aiden, estás siendo muy duro con el muchacho. ¿Por qué no intentas confiar en nuestra hija? Lizzie es muy madura, e inteligente, si lo eligió, es porque él no es lo que nosotros creemos.
—Ann, ella es una niña, y está enamorada. No está siendo racional.
—Entonces, hay que acompañarla, apoyarla. Porque si su relación no funciona, nosotros tenemos que estar ahí apoyándola, sin juzgarla.
—Supongo...
Sonrió y se abrazó con fuerza a la espalda de su marido.
—Te amo, gruñón.
—Y yo a ti —le dijo tomándola de las manos, acariciándolas.

...

¿Y si me dices que sí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora