II - 21

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—Pensé que podríamos cantar juntos.

Erick giro su cabeza mirando a su novio y asiente con entusiasmo. Ambos estaban sentados en el jardín delantero de la casa del menor, una guitarra descansaba al lado de Joel.

El cielo se había vuelto oscuro; Joel lleva la guitarra a su regazo y comienza a tocar al azar —¿Tienes alguna canción?

Marry you —sugiere y los ojos del mayor brillan.

Sonrieron, cierto era, que ambos traían aquella canción en sus cabezas hace unas semanas ya. Joel comienza y Erick instantáneamente vuelve a enamorarse de su voz, es tan melodiosa y capturadora. Se miran mientras canta las siguientes líneas hasta que Erick piensa que ya es hora de unirse.

Sus voces se mezclan maravillosamente, sus ojos no dejan el otro y a medida que la canción termina ambos se inclinan dolorosamente lento y rozan sus labios.

Alrededor de las nueve dejan de cantar y Joel avisó que tenía que irse, Erick frunció el ceño, pero lo dejo ir, no es como si pudiera mantenerlo como rehén o algo así.

Con un abrazo rápido y su último beso, Joel se va y Erick vuelve a quedar solo.

Vio un poco de televisión y antes de quedarse completamente dormido su teléfono suena.

Era el habitual mensaje de buenas noches de Joel.

Tres días después —como de milagro— Joel salió temprano de la universidad y paso a buscar a Erick junto a Richard. Esperaron los diez minutos restantes a la salida y entre muchos estudiantes pudo divisarlo junto a Christopher, Zabdiel y Ty... Erick abrazaba a Ty, no se sintió bien.

Trato de guardar calma y espero que él lo viera, y lo hizo, en cuanto vio a Joel soltó a Ty e hizo una seña de despedida. Aceleró el paso y cuando estuvieron frente a frente Erick lo beso como si nada.

Le dio una pequeña sonrisa y como de costumbre los cinco tomaron asiento en las bancas frente a la escuela.

—¿Por qué abrazabas a Ty? —se atrevió a decir cuando sus amigos habían comenzado a hablar entre sí dejando a la pareja alejada.

—Porque es mi amigo —respondió sin problema.

—Oh, entonces, ¿Yo puedo abrazar a Rossi?

—No, no puedes.

—¿Por qué? Creo que es justo.

—¡Porque es fea! Y te quiere alejar de mí.

—Bien, abrazo a Richard entonces —Joel tomó a Richard por el cuello y lo abrazo.

Entonces Erick quito a Richard de los brazos de Joel y lo abrazo —Cafecito me quiere más a mí que a ti.

—Me siento usado...

—Rossi no tiene otras intenciones conmigo.

—Tampoco Ty.

Aquí van de nuevo. Joel tratando de hacerle entender que Rossi es sólo su amiga y de la nada alzaron la voz; los oyentes solo se encogieron en sus asientos.

—Te diré lo que pasa, esa chica te aleja de mí —gritó lo que se vino guardando hace meses y el corazón de Joel se tensó.

—¡No es mi culpa Erick! ¡No es mi maldita culpa que te comportes como un niño!

—No es mi culpa que te estén manipulando.

Joel soltó un fuerte suspiró y se levantó —Es todo me rindo.

Silencio.

—Porque sabes que tengo razón.

Joel lo ignoró, tomó su mochila y se dio la vuelta. Erick lo observó con duda, y simplemente dijo lo primero que salió de sus labios.

—Joel si no vienes aquí terminamos.

Sin embargo, Joel no volteó. Siguió su camino con pasos firmes, dejando un corazón roto y tres personas angustiadas.

Una semana sin verle, sin saber nada él.

—Deberías hablar con Joel —escuchó el vago comentario de Zabdiel.

—Él tiene que disculparse no yo.

Dos días después Zabdiel volvió a hacer el mismo comentario diciéndole que ambos tenían la culpa. Erick se alteró y lo miró con rabia.

—Quién iba a pensar que el que se creía mi mejor amigo se fue con el traidor.

—No, Erick...

—Vámonos Chris.

Y los siguientes en crisis fueron Zabdiel y Christopher.

Joel frunció el ceño cuando tocaron el timbre de su departamento pasando las diez y treinta. A paso lento abrió la puerta encontrándose a Zabdiel y antes que pudiera hablar lo calló.

—Por tu culpa Chris me ignora.

—¿Qué? Ni siquiera hablo tanto con el frentón.

—¡No le digas así! —exclamó dejando caer sus manos en derrota —. Sólo arreglen las cosas.

—Tú quieres que me arregle con Erick para que tu princesa vuelva a tener sexo contigo.

—Claro que no.

—¿Sólo viniste para eso? Porque yo no voy a buscarlo...

—Uh, no. Tengo hambre y pues, deje el dinero en casa...

—Bien —suspiró indicando que entrara.

Zabdiel sonrió agradecido, ambos esa noche ahogaron sus penas en comida.



falling for you || joerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora