Prólogo

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Yadiel se acercó un poco, sigilosamente, de forma por demás innecesaria puesto que nadie lo veía. Aun así intentó acomodar las alas qué siempre le enorgullecían, pero que ahora a decir verdad, le parecían un poco estorbosas. Su precaución no pareció del todo exagerada, pues un pequeño rió alegre cuándo él se asomó. Observó a uno y otro lado. Todos parecían enfrascados en lo suyo, así que, más seguro, se acercó al pequeño que rió aún más contento. Se agachó hasta llegar un poco más a su altura. Chasqueó los dedos y desapareció por un momento las alas, definitivamente en ese medio si eran estorbosas. Los padres del niño platicaban mientras éste sonreía a Yadiel, saludándolo.


- Hola Noah – dijo Yadiel sonriéndole a su vez. – Así que ahora luces de este modo – inclinó la cabeza de uno a otro lado observándolo con detalle. – De ahora en adelante estaré contigo. Hasta que logre corporizarme. No sé por qué no me dejaron estar contigo desde un principio – se encogió de hombros – ya sabes cómo son los Dominios, aunque quizás no los recuerdes. – El pequeño estiró su mano intentando tocarlo, claro que no podía, la esencia misma de Yadiel no lo permitía. Noah dio unos pasos y Yadiel volvió a preguntarse por qué los Dominios le habían permitido bajar hasta ahora y no desde que el pequeño nació. Suspiró. Las protestas de una voz infantil lo hicieron volverse. Cerca de dónde él y Noah se encontraban, un pequeño de unos tres años protestaba airadamente con su vocecita infantil. - ¡Ya no estoy enfermo! – decía mientras sus padres negaban rotundamente. A lo que el pequeño respondió apartándose, cruzándose de brazos y haciendo un puchero, mientras sus brillantes ojos amenazaban con desbordarse en cualquier momento. No le habían querido comprar helado, tan sencillo cómo eso. Y el pequeño miraba enfrente de sí tratando de contener su enojo, muy cerca de dónde Yadiel se encontraba jugando con el bebé que corría torpemente aproximándose más a él. Sin prestar mucha atención vio al bebe correr y pasar muy cerca, fue en ese momento que trastabilló. No lo pensó dos veces, el bebé se lastimaría si no actuaba. Alcanzó a sostenerlo, abrazándolo, pero al hacerlo, una corriente extraña recorrió su cuerpo, asustándolo. Tanto que soltó al pequeño. Éste cayó y al momento se puso a llorar de una forma por demás escandalosa. El pequeño miraba al bebé fijamente, asustado, con las manos extendidas sin terminar de comprender que había sucedido. Yadiel tampoco lo entendía, pero ya los padres de ambos se habían acercado.- Lo siento, mi hijo quería evitar que su hijo se cayera, pero al parecer no aguantó su peso. – Decía la madre del pequeño, levantando a Noah y entregándoselo a la otra mujer, quién al instante intentó consolarlo sin mucho éxito. 


- Oh, no se preocupen, de cualquier forma estamos agradecidos con este generoso pequeño- decía el padre intentando ayudar en lo posible para que el bebé se callara. 


- Jung Min, se llama Jung Min. – Dijo su madre orgullosa. 


- Pues pequeño Jung Min – dijo la madre de Noah agachándose con el bebé hasta quedar a la altura de Min – gracias por ayudar a Hyung Jun – lo sostuvo frente a sí, diciendo - ¿quieres darle un beso?


Así que ese era su nombre ahora. Yadiel observó al otro niño. No quería. Y no sólo por qué Noah fuera tan ruidoso. Al parecer tenía miedo de volver a sentir aquella cosa extraña; sin embargo, el ver la carita llorosa del bebé lo invadió de una inmensa ternura desconocida para él. Aún no podría identificar ese sentimiento. Se acercó lentamente y puso los labios en su mejilla. Sorprendidos, los padres vieron como el pequeño Hyung Jun dejaba de llorar al instante, para mirar con una sonrisa a Jung Min, estirando sus manitas y tocándole la cara.
- ¡Oh! Creo que han simpatizado – dijo la mamá de Jun levantándose. Agradeció nuevamente y ambos padres se despidieron. Jun, junto con los suyos, viajaría fuera de Seúl por un largo tiempo, dijeron cómo información adicional. Jung Min sintió que algo dentro de él se rompía, cuándo los señores dieron la vuelta y comenzaron a alejarse. Su madre, en tanto, le tomó la mano y lo llevó tras ella, sin percatarse de que su hijo volvía la vista constantemente y limpiaba las lágrimas qué salían de sus ojos, pero ya no a causa del helado.
Yadiel no se dio cuenta de eso, siguiendo a Noah y a sus padres, cómo tampoco se percató de una figura que observaba todo desde otro lugar. La figura observó a ambos niños y observó a Yadiel. Una sonrisa burlona apareció en su cara. Dio una mordida a un trozo de pan que llevaba en la mano y se volvió para irse. Otra figura, una mujer de aspecto decadente, se le interpuso. - ¿Y bien? 


- Ya los encontré. Será mejor decirle a Azazel que vaya preparando a Lutock para corporeizarlo. Eso llevará su tiempo. 


- ¿Puedo actuar ahora? 


- Aún no, Aluca. Noah es aún un bebé. Espera su debido tiempo, además, es trabajo de Lutock.
La mujer hizo un gesto despectivo. – Sí, claro, Lutock – dijo y siguió a Acham. Ambos se dirigieron a llevar las buenas nuevas al infierno.


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