C A P Í T U L O 18

178 21 9
                                    

[Su Eminencia: ¿Vendrás?]

[Su Eminencia: En verdad quiero que vengas]

[Su Eminencia: Tao, por favor]

✓✓ 1:07 p.m.

Sonreí.

Mi señor estaba justo donde lo quería, es increíble la sensación de saber que alguien espera por ti y que anhela tu presencia. Me sentía poderoso, aunque suene absurdo.

[Su Eminencia: Me molesta tu actitud, yo sólo quería ser sincero contigo]

[Su Eminencia: Viste como eres]

✓✓ 1:13 p.m.

Estaba riendo tanto que me dolía el estómago. Yifan solía ser demasiado infantil para conseguir las cosas... bueno, el sigue siendo un poco infantil. Aunque acepto que las cosas han cambiado.

Yo seguía en lo mío, luego de ir a misa (como cada domingo) había estado organizando mi habitación y adelantando un par de tareas. Quería estar completamente seguro de que iba a poder ir a la casa de mi señor Yifan a platicar.

¿Qué? ¿Pensaron que no iría?

Tenía tantas ganas de verlo y pasar un rato ameno con él, que no puedo describirlo. Sin embargo debo aclarar que mis intenciones no eran para nada "sucias"; más bien quería conversar, saber de él y por supuesto sacarle en cara lo de Yixing.

[Su Eminencia: Supongo que no vendrás, lo entendí]

[Su Eminencia: Que tengas buena tarde]

✓✓ 1:16 p.m.

Terminé de arreglar mi cabello y salí de casa. Caminaba a paso tranquilo, pero siempre vigilando a quienes caminaban por las calles. No es que quiera hablar mal del lugar donde vivo, pero... ¿Han escuchado eso de pueblo chico, infierno grande? pues mi comunidad es exactamente así, el criadero de los seres más vidajenos, bochinchosos y entrometidos.

Solo tome cuatro minutos en llegar a la calle donde se encuentra la casa del señor Wu, como siempre era una calle vacía. De hecho la única casa en esa calle es la de mi señor. Caminé aún más tranquilo, como si me dirigiera a otro lugar, cuando estuve al frente de la casa miré a ambos lados cerciorándome de que nadie me veía y caminé hasta la puerta principal.

No estaba haciendo nada malo y tampoco iba a hacerlo, pero iba a entrar a la casa de un hombre de 31 años que vive solo y eso (y casi todo) está mal visto para mis vecinos.

[¿Me abre la puerta, Sr Yifan, por favor?]

...escribiendo...

Sonreí.

[Su Eminencia: ¿Qué? ¿Estás aquí?]

[Abra la puerta y lo verá]

El mensaje fue leído inmediatamente y dos segundos después la puerta se abrió.

–Viniste –Susurró, abriendo la puerta de hierro.

–Obvio ¿no?

–¿Por qué no me dijiste que venías? –Me encogí de hombros –¿Y si no hubiese estado?

Sonreí con cinismo. Wu Yifan no sale de su casa los fines de su casa a menos que sea a casa de su mami a buscar comida. ¿Había mencionado que Yifan es un niño de mami y papi, súper consentido y malcriado? ¡Já, apuesto que ya no parece tan varonil! ¿Cierto? –Usted no sale los fines de semana.

El asintió varias veces y me invitó a ponerme cómodo en el hermoso sofá crema. Se notaba algo nervioso... o más bien impresionado. Aún llevaba la ropa que había vestido en la misa, lo que me hizo pensar que estaba recién llegado. Se veía guapísimo, como siempre.

Su cabello bien peinado, una camisa de vestir en un tono naranja no demasiado llamativo, un pantalón de tela en negro y zapatos negros de cuero seguramente italiano. Simplemente hermoso ante mis ojos.

–Y entonces... ¿Por qué tanta insistencia en que viniera? –Pregunté.

Yifan suspiró. –Quería verte, Zitao.

–Me ve en la universidad.

–Pero es diferente, filosofía ni siquiera es una materia de tu carrera ¿Y si decidieras dejarla? ¡No te vería más! –Alegó, como si realmente le importara.

–Vivimos en el mismo lugar, Profesor. –Dije con simpleza.

–Estamos en mi casa, dime Yifan. Pero sabes que no es lo mismo, se formaría un cuento horrible. –Suspiró –Perdón, yo no quería acostarme con Yixing.

–Yifan, usted y yo no somos nada –Me encogí de hombros, él bufo –Usted puede hacer con su vida y con su pene lo que quiera, no me interesa.

–Pero estabas molesto.

–No, no lo estaba. –Sí lo estaba y mucho, mucho, muchísimo. –Su vida, su pene, usted hace lo que quiere. Si quiere cogerse con quien sea no es mi problema.

Yifan se levantó del lugar que ocupaba y caminó hasta mí, me miró fijamente y suspiró –¿Ves? Siempre me hablas así, me tratas mal.

Ataque de niño malcriado en cinco...

–No lo trato mal.

Cuatro...

–Sí lo haces. –Tres...

–Por supuesto que no –Dos –No sea paranoico.

Uno.

–Claro que sí –Cero –Siempre con groserías, me ignoras, no crees en lo que digo, me tratas mal. Eres malo, no te voy a querer nunca y le voy a decir a tu papá que te castigue y... y... y eres un feo cabeza de puerco...

No lo pude evitar, rompí en carcajadas.

Fueron quizás dos o tres minutos riendo. Yifan me miraba con seriedad, con los brazos cruzados frente a su torso y las cejas levemente fruncidas.

Solo le faltaba el puchero.

–Ya... ¡Ay Dios, no puedo! –Dije entre risas, en verdad no podía parar de reír. –¿Ya... terminaste de quejarte, niño de mamá?

Y el puchero cobró vida.

–¡Cállate, cara de nalga! –Sí, se supone que ese hombre tiene 31 años.

–Madure, por amor a Dios.

–Madure, por amor a Dios –Balbuceó haciendo caras raras. –¡Ya habló el vejestorio este, pues! ¡Loco y feo!

Más o menos así pasamos la tarde, yo tratando de tener una conversación normal y él haciéndome burla. Tomamos la merienda en su habitación (Fue la primera vez que entre en ese lugar; bonito, sobrio y acogedor) también entre risotadas y locuras típicas de chicos de instituto.

A eso de las 4:00 p.m. vimos una película, no recuerdo cual fue porque obviamente Yifan no me dejó verla. Se pasó casi dos horas molestándome y hasta me bombardeó con palomitas de maíz alegando que era nieve.

Todo una total locura.

Cuando el sol ya se había ocultado y luego de hablar temas serios (universidad, iglesia, novios, etc) Yifan ofreció a llevarme a casa porque yo había recibido una llamada de mi padre. Me agradeció por haber pasado la tarde con él y aseguró que ahora, más que nunca, disfrutaba de hablar conmigo.

Ah sí, también me hizo prometerle que iría a su casa nuevamente.

[Su Eminencia: Sentí que esperabas algo más de mi ¿Qué era?]

Mi Señor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora