C A P Í T U L O 21

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La semana estaba por terminar. Estábamos a jueves y nuevamente, yo me sentía morir de nervios.

Todo entre mi señor y yo había escalado un nuevo nivel. Ya no habían, entre nosotros, palabras avergonzadas (o yo trataba de que no se notara de mi parte) y cuando estábamos frente a frente ante "el público" habían gestos de complicidad y él me molestaba más de lo normal.

¿Cómo olvidar el martes de filosofía y mi petición de que le consiguieran oficio al vago de mi docente?

No puedo negar que me sentía supremamente bien, todo estaba bien. Ese hombre me traía de vuelta y media ¿Saben a lo que me refiero, cierto? Pensar mucho, suspiros, deseo... Esas cosas que por lo general sólo son comunes de las chicas sobre hormonales cuando están enamoradas.

Habíamos pasado cada día de la semana escribiéndonos. Sobre sexo, sobre la universidad, sobre más sexo y lo que él me haría cuando estuviese otra vez en su cama, de la gente de la comunidad y de la universidad, de más sexo... Y, ah sí, más sexo.

Yifan era, es y será un loco obsesivo del sexo.

El viernes ya tenía una cita para ir a su casa nuevamente. No voy a negar que estaba nervioso, pero he de aceptar que no tanto. Se suponía que debía ir el sábado después de la una cuando la Sra. Hyoyeon saliera de la oficina, sin embargo por compromisos sabatinos no pude ir.

¿Debo decir que Wu Yifan, el sexi hombre de 31 años con al menos tres títulos universitarios, hizo el mayor berrinche que he visto en mi vida? ¡Lo juro, fue con muchas quejas absurdas y gimoteos de que no lo quería o que era un arruinador de buenos momentos!

Fue maravillosamente gracioso.

Logré convencerlo, después de dos horas, de que iría el domingo a la una luego de misa y quehaceres dominicales. ¿Todo muy bien planeado cierto?

Pues no planee a Yixing.

Cuando el domingo llegó fui a misa como cada domingo (Católico hasta las pestañas, please) y me digné a acomodar mi habitación. Eso me costó dos horas y asquerosa sudoración. Estaba a punto de tomar una hermosa, hermosa ducha para arreglarme e ir a casa de Yifan cuando sucedió.

–¿Buenas, se encuentra Zitao? –Escuché cuando iba a cerrar la puerta de la ducha.

Y maldije, maldije tanto que me dio asco decir que soy católico y que acababa de salir de misa. Maldije a Yixing, a la vida, a mí mal parida suerte, a Yixing nuevamente y todo lo que respiraba y/o se moviera.

En fin, salí y le dije que iba a bañarme y que me esperara. Quince minutos después estaba rumbo a su casa, maldiciendo como un camionero en pleno embotellamiento vehicular.

El muy puto solo quería compañía y hablar. Maldito puto.

[Tenemos problemas]

[Graves problemas]

[Wu Fan: ¿Qué?]

[Yixing fue a mi casa a buscarme. Estoy en su casa]

[Wu Fan: Me cago en la puta]

[Wu Fan: Entonces no vienes]

[Sí voy. Yo algo le invento]

[Y no diga obscenidades]

[Wu Fan: ¿Seguro que vas a poder venir sin que él se de cuenta?]

[Ya veré que hago. Si son más de la 1:30 y no he llegado es porque no puede deshacerme de él]

[Wu Fan: ¿No vas a matarlo, cierto?]

[¿Qué? ¡Claro que no!]

[Wu Fan: Jaaaa, vale. Te espero entonces]

[Wu Fan: Pero ven, que tengo ganas]

✓✓ 12:34 p.m.

–A la una me tengo que ir, voy para la casa de Kyungsoo. –Dije casual, como si fuera totalmente cierto.

–¿Qué vas a hacer?

–Tarea de anatomía. ¡Aburrdio! –Dije en tono bromista, necesitaba que sonara real aunque la única anatomía que iba a ver fuese la maravillosa deYifan. Nada más que esa.

–¿Te acompaño? –Joder.

–Te diría que sí, pero como vamos a la casa de sus abuelos no sé si esté bien... –Me excuse ¿Sonó creíble?

Yixing hizo un gesto como si no estuviese convencido, me puse nervioso ipso facto. Él me conocía demasiado bien y no dudaba en que se hubiese dado cuenta de mi horrenda y nada elaborada mentira. Comimos, unas patatas fritas con deditos de pollo. Charlamos como por quince minutos y me excuse diciendo que debía irme o Kyungsoo se pondría histérico.

Creo que eso tampoco lo planee.

–¿Te acompaño hasta allá? –Me dijo. Volví a maldecir. ¿Cuántas maldiciones iban en el día del Señor?

–Pero después vas a tener que venirte solo...

–Dime la verdad, no quieres que vaya ¿cierto?

–Alucinas. Te digo que después vas a tener que regresar solo. –Hable como si estuviese aburrido. Estaba muriendo de nervios.

–Vale. ¿En qué te vas?

–Creo que en taxi... ¿Me acompañas allá afuera? –Necesitaba calmar la obvia curiosidad de Yixing... como fuera.

–Nah, que pereza. Suspiré aliviado.

–Vale entonces chao, te quiero.

–Sí, claro.

Salí de esa casa como alma que se lleva el diablo. El corazón me latía frenético, y estaba medio paranoico mirando a cada segundo hacia atrás para confirmar que Yixing no me venía siguiendo.

Tres minutos después estaba despatarrado en uno de los enormes sofás de las casa de MI hombre, porque sí, Yixing vivía tan cerca de Yifan que sus patios traseros prácticamente colindan y hasta llegué a pensar que me encontraría a Yixing al final de su patio preguntándome qué hacía en la casa del profesor cuando se suponía que iba a estudiar anatomía.

Pero no sucedió nada de lo que mi mente recreó para mí. Gracias al cielo.

Lo que sí sucedió fue que aparentemente Yixing sí se dio cuenta que le mentía.

–Tu amigo me acaba de escribir. Dice: Querido profesor, espero que disfrute de su tarde.

–Mierda.

–No digas obscenidades, Huang Zitao. –Me reprendió con burla.

–Oh, cállese, profesor.

[Yixing: Suerte con anatomía. ]

✓✓1:32 p.m.

Mi Señor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora