18 EL JINETE BERMEJO

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Después de un rato me calmé y dejé de llorar. Estaba cansada de tener que soportar a los Cranb, lo peor de todo es que no puedo hacer nada. Vi los azulejos que cubrían el piso y las paredes de la ducha, una gota cayó cerca de mí. No podría seguir encerrada en el baño por mucho tiempo, ya era de noche y la hora de la cena llegaría y tendría que estar ahí antes de que mamá entrara y me sacara a rastras de aquí.

No sé qué voy a hacer, ésta vida (si así puedo llamarle) no me gusta para nada. ¿Qué persona en su sano juicio quiere controlar todos tus movimientos? Eso es todo menos amor; es una tiranía.

Me levanté y fui a mirarme al espejo: tenía los ojos hinchados y estaba despeinada. Arreglé mi trenza con lentitud y respiré profundo varias veces, el olor a aromatizante de lavanda que predominaba en el baño me provocó nauseas ésta vez. Estaba demasiado sensible. No podía creer cómo una mujer como mi mamá pudiera aceptar este estilo de vida.

Ella siempre había luchado por todo lo que quería, luchó por sacarme adelante cuando el hombre que me dio la vida nos abandonó y ella no tenía nada ni a nadie. Se sacrificó regresando con los Acker y soportando los malos tratos de Robert sólo por mí, ¿y todo para qué? Para que un idiota le dijera qué podía hacer, cuándo podía hacerlo y cómo podía hacerlo. Estaba decepcionada de ella, siempre la había admirado pero ahora no la entendía y no la admiraba más.

Lavé mi cara para dar un aspecto fresco, respiré hondo otra vez y salí. La sala estaba oscura porque nadie había prendido la luz, la única luz era la que emitía el televisor que estaría viendo el señor Cranb, si no se encontrara dormido como de costumbre sobre el sillón doble de color verde esmeralda. Caminé lentamente, la puerta del cuarto de Marysse se encontraba cerrada por lo que era obvio que había llegado, se cambiaría y después saldría a cenar.

Al lado de su habitación está la habitación de Elthon y mamá, la puerta estaba cerrada. Debía de estar descansando antes de cenar. Típico de él, sólo da órdenes, pero ni siquiera puede ayudar en algo que no sea limpiando su preciado auto de porquería.

Seguí avanzando, pasé la sala y llegué a tener la mesa del comedor de mi lado derecho, aún no había nada en ella. A mi derecha estaba la cocina, entré en ella y vi a mi madre: Se veía cansada, movía una cuchara dentro de una cacerola, un olor a caldo de pollo provenía de ella. Notó mi presencia después de unos segundos. Me dirigió una mirada seria con sus ojos verdes.

— ¿Puedo ayudar? —me acerqué a ella.

Percibí su olor a jazmín. Mamá aún traía puesto su atuendo deportivo rosa con franjas negras a los lados.

—Sí, puedes comenzar a poner los platos en la mesa. Ya casi es hora de cenar y no quiero que Elthon se moleste porque empecemos algo tarde.

Calma, calma, respira tres veces y todo pasará

Si él quería que la cena estuviera lista a cierta hora podría hacer algo por ayudar y no sólo enojarse, creo que más bien él nos ve a mi mamá y a mí como una especie de ayudantes domésticas, unas ayudantes cuyo pago es solo malos tratos.

—Claro —Retuve mi coraje y tomé 5 platos hondos de los gabinetes que se encontraban sobre la estufa.

Te preguntarás por qué no dije nada, es simple, si quiero encontrar una solución necesito tiempo para pensar y no puedo hacerlo si me están gritando o regañando por cualquier cosa. Así que lo mejor será fingir que ya he aprendido la lección y así dejar de enfocar la atención en mí.

Todos estábamos sentados en la mesa, Elthon miró con desagrado el caldo de pollo que humeaba frente a él.

— ¿Otra vez esto? —cuestionó con voz seria y expresión de desagrado

Las flores sombrías    #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora