29 LA CONFESIÓN DEL TRAIDOR

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Eran las nueve de la mañana y yo estaba en la recepción del hotel con mamá y el señor Cranb. Ella cargaba su vestido de novia, lo había llevado en un portatrajes y lo sostenía con ambas manos ya que era algo pesado. Yo sostenía la silla del señor Cranb, traía al hombro una mochila que contenía mi vestido lila. Ese era el tono que íbamos a usar las damas de honor, ósea Julie, Marysse y yo.

La boda era a las 12. Mamá y yo habíamos llegado antes al hotel porque yo la iba a ayudar a introducirse en el vestido, peinarla y maquillarla. No podía sentirme feliz por ella, me sentía triste pero tenía que ayudarla y no separarme de ella.

Los Acker, Tifanny y Drew llegarían cerca de la hora de la boda. Hablé con la recepcionista y quedé sorprendida al saber que Drew había reservado dos habitaciones a mi nombre, una para el novio y otra para la novia, para que ahí pudiera arreglar a la novia. Los ayudantes del hotel nos condujeron a una la habitación en el primer piso. Entramos. El lugar era amplio. Olía a sábanas limpias de algodón y flores. Nos recibió una pequeña estancia con unos sofás dorados, frente a ellos una mesa pequeña de madera con un florero; tenía rosas blancas en abundancia y hortensias, mis favoritas. Más allá quedaba la puerta a la habitación y a lado de ésta el baño. Dejamos al señor Cranb a lado del sofá. Quedaban tres horas antes de que mamá cometiera el error que marcaría su vida para siempre, y yo tenía que arreglarla para eso ahora.

Faltaban 30 minutos para que fueran las 12. Drew ya había llegado al hotel. Cuando tocaron en la puerta blanca del cuarto y vi al chico rubio con su imperfecta cresta usando un traje formal negro; camisa blanca, corbata negra y zapatos del mismo color quedé impactada. Sus ojos azules se iluminaron al verme. Ya los extrañaba.

—Jordan—dijo en voz calma y me besó. De nuevo esa sensación similar a un cosquilleo cálido por todo el cuerpo me inundó. Sus labios sabían a naranja. Su olor a cítricos amaderados y bloqueador solar se hizo presente.

—Drew—respondí al separarme de él—Estás muy guapo—solté

El rio.

—Y tú tan hermosa como siempre—suspiró—Ya extrañaba tus comentarios. Todo está listo ahí abajo. ¿Quieres ir a ver antes de que la novia baje? —preguntó

—Por supuesto—comenté

Mamá ya estaba lista. Sólo le faltaba que le ayudara a ponerse el velo así que no había problema. Yo usaba un vestido acampanado color lila. Mi trenza caía de mi lado izquierdo. Escuche el sonido de mis tacones plateados sobre el mármol al avanzar de la mano con Drew. Hablábamos mientras nos dirigíamos al salón. Drew tras conducirme a la planta baja y después dar vuelta a la izquierda y luego a la derecha, se detuvo frente a una puerta blanca doble.

—Aquí es—comentó y abrió ambas puertas.

Las paredes del salón estaban cubiertas por un papel tapiz dorado de rayas verticales, al centro había una alfombra blanca que conducía a un altar que estaba cubierto por un arco hecho de flores blancas. El camino al altar estaba delimitado por más flores: nubes, lirios, hortensias, rosas. A ambos lados del camino al altar estaban las sillas doradas para los asistentes. Todo era hermoso.

— ¿Qué te parece? —dijo

— ¡Maravilloso! —exclamé

El olor a lirios, rosas y hortensias inundaba el ambiente. Además del aroma de Drew.

—Después de la ceremonia vamos a subir a la terraza a que se celebre la comida, conseguí que el chef hiciera un pastel de bodas decorado con rosas blancas, es un experto en el tema. No pude cerrar la terraza para que fuera sólo para los invitados pero sí pude hacer que pusieran más flores blancas ahí arriba. Sé que te encantan las flores.

En ese momento recordé con quién se casaba mamá. Elthon.

—Gracias, Drew. Todo parece ser maravilloso.

Él tomó mi rostro y me miró directo a los ojos.

—Jordan, no estés triste, al menos quiero aprovechar el tiempo que tenga contigo hoy, no sabes la falta que me has hecho—agregó

—Ni tú a mí. Drew, debo volver para alistar a mamá, te agradezco todo, te prometo que soy toda tuya después de que baje mamá.

Él sonrió.

—Casi lo olvido.

Drew camino a una de las sillas y recogió el ramo de flores de mamá. Me lo dio. El ramo era totalmente blanco: tulipanes, rosas, hortensias y nubes lo conformaban, las flores estaban unidas por un lazo que creaba un moño dorado. Era hermoso.

Reí.

— ¿Qué pasa? —preguntó Drew con una sonrisa en sus perfectos labios rosas.

—Por un momento me imagine que tú y yo nos casábamos. Las bodas provocan que las personas pensemos en nuestras relaciones pasadas, actuales y en su caso las futuras, pero no en la felicidad de la pareja que se está casando en la boda a la que nos han invitado, al menos eso creo, es extraño—dije

— ¿Me estás proponiendo matrimonio? —preguntó Drew con una sonrisa burlona en su rostro—Porque yo encantado aceptaría.

— ¡Basta ya! —lo abracé—Ni siquiera somos novios y tú quieres casarte conmigo—refuté.

—Lo sé, para mí sería un privilegio pasar el resto de mi vida contigo

—No sabes lo que dices—contesté—En serio que debes de estar loco para seguirme queriendo después de todo lo que ha pasado.

—En ese caso soy un demente porque te quiero tanto, que ni siquiera todas las palabras hermosas del mundo serían suficientes para describir lo mucho que te quiero—contestó y me besó.

—Eres maravilloso...debo de irme ya—le dije al separarme de él—Nos vemos en un rato

Después de eso subí al primer piso. Abrí la puerta de la habitación. De nueva cuenta el olor a sábanas limpias de algodón me recibió. El señor Cranb estaba despierto mirando al frente, aún seguía sentado en su silla de ruedas, últimamente dormía menos que antes. Vaya que llegar a la tercera edad parece extraño.

Fui con mamá. Ella estaba sentada. Ya usaba su vestido de boda, su melena rubia se veía sedosa. Los labios de mamá eran rojos debido al labial y sus párpados tenían un tono rosa natural debido al maquillaje. Sólo faltaba colocarle el velo.

— ¿Cómo está todo abajo? ¿Ya llegó Elthon? —preguntó

Elthon había olvidado pasar por su traje ayer a la tintorería así que fue hoy.

—Todo está hermoso—agarré el velo—Elthon no debe de tardar en aparecer.

En eso escuché un sonido proveniente de la estancia.

— ¿Qué es ese ruido? —preguntó mamá

—No lo sé, voy a ver.

Crack. Crack. Crack

Parecía que algo golpeaba un mueble. El señor Cranb. Algo debe de estarle pasando. Lancé el velo y corrí a la sala y al ver la escena no pude hacer nada más que quedarme quieta. El señor Cranb se estaba tratando de levantar de su silla recargando su peso en el brazo del mueble de tapiz dorado.

— ¿Señor Cranb? —pregunté atónita.

Nunca lo había visto si quiera mover sus pies. Él volteó y me observó. Perdió fuerza y terminó en su silla de nuevo. Me acerqué y lo ayudé a acomodarse. Usaba el mismo conjunto blanco de siempre: chaleco, suéter, pantalón y zapatos.

— ¿Está bien? —pregunté, en su mirada vi reflejado un sentimiento de horror.

— ¿Eres Jordan? —preguntó con voz débil y raposa.

Era la primera vez que lo escuchaba hablar.

—Sí, sí, espere un segundo, llamaré a mamá y tal vez tengamos que llevarlo al doctor porque...

— ¡No! —exclamó y agarró con fuerza mi muñeca— Tenemos que salir de aquí. Todos corremos un grave peligro.

Las flores sombrías    #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora