21 EL VENENO DE LA SERPIENTE

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—Me arrepiento tanto de haberte tenido, Jordan. Eres una malnacida —soltó.

Esas palabras. Esas palabras bastaron para herirme. El arma más efectiva de los humanos son las palabras, tienen la capacidad de herir en niveles inimaginables, lo que las hace más letales es que una vez dichas no pueden ser retiradas, ni con una disculpa. Por eso cuida lo que haces con tus palabras.

—Bien —dije triste— Porque creo que leíste mi mente. Me da asco ser tu hija, la hija de una mujer que se deja maltratar por tener algo que ni siquiera es amor. Me das vergüenza.

Su rostro era más rojo aún pero sus ojos, en ellos pude ver que la había herido tanto como ella a mí. Simplemente me di la vuelta y bajé de nuevo al departamento.

Los insultos no duelen por lo que son, sino por la persona que nos los dice.

Era hora de la cena y estábamos en la mesa; Marysse, Julie, Aveline, el señor Cranb y yo, esperábamos a que Elthon regresara para así poder comenzar a comer. Elthon se había ido mientras Aveline y yo discutíamos en la azotea, nadie sabía a dónde había ido o si regresaría ésta noche, pero una regla más de su dictadura era que no podíamos empezar a comer si él no estaba sentado en la mesa.

Aveline le dio el medicamento al señor Cranb que vestía su típico chaleco, camisa, pantalón y zapatos blancos, él como siempre lo tomó de mala gana. Nadie hablaba, aún había cierta tensión después de lo que Elthon había hecho, y yo ni siquiera tenía ganas de hablar. Ahora estaba sola, si Aveline quería quedarse y dejar que la maltrataran, bien por ella, pero yo no iba a dejar que eso pasara conmigo. Me voy esta noche. Tengo un plan.

El sonido de una llave entrando a la cerradura me sacó de mis pensamientos. La puerta chilló al abrirse y ahí estaba Elthon, cargaba un ramo enorme de rosas rojas, entre ellas había algunas que eran de color blanco.

— ¡Hola! —exclamó alegre y con una sonrisa tétrica en su rostro.

—Hola —respondimos todos al unísono. Excepto el señor Cranb, quien como de costumbre se había quedado dormido.

No quería responder, pero al menos en mi última noche aquí no quería darle a Elthon el gusto de ponerme una mano encima.

— ¿Ya cenaron?

—Te estábamos esperando, amor —contestó Aveline.

—Genial—Caminó y se puso al lado de Aveline. Colocó las rosas encima de la mesa. Aveline se puso de pie para ir a servir la cena, pero Elthon la detuvo tomándola de la mano:

—Siéntate, por favor —miró a Marysse, Julie, el señor Cranb y al final a mí— Quiero hablar con todos, acerca de lo que pasó hace rato.

Asentí con la cabeza.

—Quiero disculparme por mi comportamiento, fue algo horrible lo que te hice, hija —miró a Marysse— No quería asustar a nadie —miró hacia el suelo.

—Claro, papi —respondió Marysse— No tienes de qué preocuparte —repuso.

—Estoy tan feliz que te hayas disculpado, papá —dijo Julie.

—Es muy sincero de tu parte que lo hayas hecho, Elthon —Aveline me lanzó una mirada que decía "¿Lo ves?, él no es malo" hacia mí.

Ni siquiera por un segundo me creí su disculpa. Si pudo hacerlo una vez, nada lo detiene para no volverlo a hacer.

—Eso fue lindo —dije para que pensara que estaba de su lado. Él sonrió.

—Ahora quiero explicarles por qué pasó eso —volvió a mirarnos fijamente, parecía que nos evaluaba como un depredador a su presa— Hubo ciertas complicaciones en el trabajo y fui despedido hace poco, no quise decirles nada para no preocupar a nadie—confesó— Para eso fue que fui a Celestial, un amigo me recomendó con alguien y me hicieron una entrevista de trabajo.

—No tienes de qué preocuparte, todo estará bien papi, ya lo verás—respondió Marysse

—Discúlpame hija, no quise hacerte daño—su voz se quebró en las última palabras al volver a disculparse.

¡Por favor! ¿Alguien le cree esa actuación tan falsa?

Elthon retiró las rosas blancas del ramo y le entregó una a Marysse, Julie y a mí. La recibí con una sonrisa hipócrita y la puse a mi lado.

—Ahora quiero hacer algo, algo especial —miró a Aveline.

Elthon se puso de rodillas y sacó una caja negra pequeña del bolsillo de su pantalón. La abrió y alcancé a ver el brillo de un diamante. Mi madre sonrió mucho y estaba sonrojada.

—Aveline, sabes que nuestro amor perduró por todos estos años a pesar de todas las dificultades que tuvimos pero quiero pasar el resto de mi vida contigo. ¿Me harías el honor de casarte conmigo? —preguntó.

Dile que no.

Miré a Aveline preocupada, ésta era su última oportunidad de salvarse a sí misma. Ella se quedó callada unos momentos, evaluando las posibilidades. Me volteó a ver y le dirigí una mirada que decía "No lo hagas, él no es bueno", ella sonrió.

—Sí, quiero ser tu esposa.

Acto seguido, se besaron y hubo aplausos de Marysse y Julie.

—Como mencionaba hace rato acerca de lo del trabajo tengo buenas noticias, me han dado el puesto, mi compañero me habló hace un instante para confirmarlo.

— ¡Bravo! Mi papi es el mejor —exclamó Marysse.

—Por lo tanto, como regalo de bodas para Aveline y toda la familia, tendremos que mudarnos a la Ciudad Celestial. Nos vamos cuando comiencen las vacaciones de verano. Exactamente en una semana.

¿Qué? ¿Eso no es demasiado pronto?

—Sí, así podremos estar juntos más tiempo —dijo Julie mientras nos sonreía a todos.

—La empresa para la que ahora trabajo me ofreció un departamento nuevo, más grande y mejor que se adapta a las necesidades de nuestra familia. Nuestra nueva y hermosa familia.

—Claro que sí —Dijo Marysse y corrió a abrazar a su papá.

Se le unió Julie y Aveline, esa escena era tan repugnante porque era falsa, no creía que él las quisiera de verdad. Caminé lento y me uní al abrazo. No quería levantar sospechas, si algo salía mal, no podría escapar ésta noche. No había otra opción .Tenía que irme hoy o nunca lo haría, aunque eso tuviera el precio de perder a mamá para siempre. Lo siento, ma.

Las flores sombrías    #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora