28 EL FALSO PROFETA

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Algunas horas después de que los trabajadores metieran todas las cajas y muebles en el camión. Estaba camino a Celestial. Veía cómo el paisaje cambiaba rápidamente con la ventana del auto abajo. El viento cálido golpeaba con fuerza mi rostro, pero no importaba. Quería ver hasta el último momento en el que abandonáramos la Ciudad de Cristal, ahí había crecido y todavía no me había hecho a la idea de que algún día existiría la posibilidad de que me fuera de ella. Hasta hoy. Iba a extrañar sus altos rascacielos que reflejaban el brillo del sol, las avenidas grandes y concurridas en las que convergen autos viejos y nuevos, ese olor a basura de algunas zonas, sus árboles que se encontraban en cada calle de la ciudad. La iba a extrañar demasiado.

Marysse venía sentada a mi lado, el señor Cranb iba en el otro extremo, era un milagro que aún estuviera despierto. Mamá iba en el asiento del copiloto y Elthon conducía. El auto olía a sábila, jazmín, limón y geranio. Acaricié la punta de mi trenza que caía de mi lado izquierdo.

Lo único que yo podía hacer era aferrarme a mis recuerdos y refugiarme en ellos cuando estuviera en Celestial. Lo que hacía más soportable el viaje era esa sensación que Drew dejó dentro de mí cuando lo besé. Era como una ola que no hacía más que ir y venir, cubriendo y llevándose todos los problemas consigo. Comencé a reproducir varias canciones indies mentalmente, no sé cómo, pero esa música siempre hacía que todo pareciera mejor, aunque no lo fuera.

Después de un largo rato llegamos a la tierra desconocida. La Ciudad Celestial. Ni siquiera conocía las calles por donde me llevaba el auto de Elthon. Tras varios giros y vueltas que me desubicaron llegamos a un edificio, pintado de color violeta.

—Aquí es —dijo Elthon.

Vi el edificio, no era alto. Tenía 3 pisos, la pintura era violeta y vieja. En cada piso había dos ventanas las cuales supongo correspondían a un departamento, cada una. Las puertas del edificio y los garajes eran color verde esmeralda. No entiendo qué fijación tendrá Elthon por vivir siempre con ese color, lo tiene hasta en sus muebles.

— ¿Ahí? —preguntó mamá— ¿No habías dicho que la empresa te había dado un departamento nuevo? —Mamá usaba un atuendo deportivo amarillo en un tono pastel.

Era cierto, él lo había dicho, pero el edificio delataba con su imagen su larga antigüedad.

—Eso me dijeron —Elthon comentó nervioso— Sólo nos dieron esto.

Elthon usaba una playera con la imagen de una pantera.

—Bueno —mamá sonrió— Al menos tiene tres habitaciones, ¿cierto?

—No, es igual que el otro departamento, Aveline. Sólo tiene 2.

Ahora tendría que dormir supongo que en la sala como antes. No estaba sorprendida.

—Elthon —mamá lo miró seria, percibí un tono enojado en su voz— Eso no era lo que habíamos acordado, ¿en dónde planeas que duerma Jordan?

—En la sala, como siempre —dijo Elthon— Ponemos las sábanas y con unas almohadas tiene su cama.

—Elthon, en el departamento de Cristal era diferente porque nunca localizaste al dueño del lugar de abajo para poderle comprar el lugar y expandirlo —se quejó— Pero aquí podías elegir.

Él se quedó callado. Al igual que yo. ¿Acaso mamá estaba viendo a Elthon como era en verdad?

—Creo que ahora no es momento de hablar acerca de esto, Aveline —dijo— Tenemos que desempacar todo y comenzar a acomodar los muebles. ¿Te parece si lo hablamos más tarde?

Las flores sombrías    #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora