V - Un bar

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Había pasado cinco días desde nuestra salida a las montañas, el domingo en cuanto llegamos no dudé en ir  abrazar a mis padres quienes habían esperado en la acera de la casa junto con mis tíos y la madre de Amaya. Mamá solo quiso que tomara antiparasitarios, papá actuó algo raro y mis primos tuvieron una charla con sus padres.

A duras penas mis padres mencionaron el tema de mi primo Owen, solo aquella vez en cuanto le dimos privacidad esa misma tarde a su familia. Mi mamá fue la que habló al respecto contándome que sí sabían que Owen era adoptado, pero era cosa de ellos el no decirle el tema de la adopción, que Owen seguía siendo mi primo y yo no tenía por qué disgustarme con él. Owen fue quien se equivocó en decir lo que dijo a mi tío Dustin, pero sus padres también cometieron un error.

Sin embargo en mi opinión no justificaba haber dicho lo que dijo a su padre, aquello era lo más me molestaba. No estuve tan de acuerdo con ellos porque sabía que si le hubiesen dicho aquello a mi padre, a Noah Galler, lo afectaría mucho en el autoestima, incluso si salía de mi boca lo heriría hasta el alma. Jamás diría que no quería a mi papá, ni aunque fuera broma.

"Los humanos cometemos errores sin darnos cuenta, mucho más si nos hacen daño", fue lo que mi padre me dijo. Lo decía con tanta sinceridad que me pregunté si había pasado por algún comentario hiriente. No podía imaginarme a alguien diciéndole algo que le pudiera afectar. Cuando te dañan, quieres hacer más daño para que sientan algo de lo que te hicieron sentir. Sin embargo, no es la solución. A mí me importaba demasiado lo que podían decir todo el mundo.

Owen logró pedir disculpas a sus padres y viceversa, el orgullo es nada cuando se trata de hablar con las personas importantes como lo son nuestros padres.

Ahora ya olvidado aquel tema, me enfoqué en las últimas clases de la universidad antes de los exámenes finales. Era viernes y realmente deseaba dormir toda la tarde, recuperar horas de sueño del fin de semana pasado y así luego me pondría a repasar todo lo que tenía en mis resúmenes y libros para el primer examen del martes, todo lo contrario a mi mejor amiga Amaya, quien ya tenía otros planes, al parecer.

-¿Quieres ir a tomar algo por ahí? No necesariamente alcohol. –propone mientras bajamos por las escaleras del edificio desde el quinto piso.

-La verdad desearía echarme en mi cama y dormir. –respondo. Ella camina por dos pasos delante de mí obstaculizando mi trayecto y me mira con exasperación.

-Anda, eres una cerebrito, aprobarás el examen aunque no estudies. Elios vendrá, acompáñanos. –pide, y al último hace un puchero, como los que yo acostumbro hacer también.

Lo pienso un momento y considero salir con ellos, podría estudiar toda una noche para los exámenes, no es como que siempre tengo una invitación de mi mejor amiga con su novio, quien tiene cierto amigo interesante. Aunque pensándolo todavía más, creo que he tenido bastante de Amaya últimamente.

Haciéndome de la rogar, la esquivo y continuo bajando sin darle una respuesta. La respiración ya se me corta y me hace pensar en que debería empezar ya con el deporte y ponerme en forma nuevamente. También consideró el pasar más tiempo así con mi padre.

Amaya ya no me habla pero sigue a mi lado, está escribiendo en su teléfono y sonriendo ridículamente, rio por lo bajo de ella y su actitud. Mi estómago ruge de momento, llevándose mi sonrisa, haciéndome saber que necesito comer. Y sí, no he comido nada desde mi almuerzo a las once y treinta de la mañana.

-¡Mira! Elios acaba de mandarme las fotos del fin de semana. –Amaya coloca la pantalla de su gigante Samsung en mis ojos. Me deja sujetar el aparato y deslizo los dedos hacia la izquierda. En efectivo, son las fotos de ella y su novio del fin de semana aventurero que tuvimos.

La estrella más brillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora