XXII - Sola en casa

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A la mañana siguiente, oí a Hunter quejarse cuando sonaba el despertador, parecía como que habías cerrado los ojos recién. Me quise mover del lado contrario a donde estaba y todo mi cuerpecito dolía.

Sentí como si hubiese hecho ejercicio, fui una semana entera al gym y ahora no podía ni moverme.

–Sexo a las tres de la madrugada es realmente agotador. –escuché a Hunter, sonreí por la simpatía del momento. La cama se aligeró a mi lado por lo que capté que él se había levantado. –Soraya, arriba, hay que ir por la pastilla del día después.

Río por lo bajo, aún sin abrir los ojos.

–Cinco minutos, más. –balbuceo. Lo escucho moverse, entra al baño, murmura y luego oigo la ducha. Recuerdo la primera vez que atuve aquí, con un Hunter ebrio, al día siguiente lo había visto salir de la ducha y deseé verlo bañarse.

Ahora ese deseo podía hacerse realidad. Solo tenía que lograr que mi cuerpecito se despertara y mis nervios motores reaccionasen, me saqué la sábana y luego abrí los ojos, todavía estaba algo oscuro pero claridad se filtraba por el borde de las cortinas.

Camino hasta el baño, el blindex de la ducha solo cubre a Hunter pero la silueta se ve completamente. Sin pena me acerco, él me da la espalda y debo admitir que ejercitar los músculos no le falta, tiene los contornos bien definidos. Tiene la marca de piel más oscura por encima de la cintura que por debajo, y ya quisiera yo que mis glúteos se vean así de redondos como los de él.

Él se gira, mis ojos viendo una erección nuevamente, pero cambió de imagen rápidamente, sonrojándome, anoche no me había sentido así. Hunter me ofrece la mano y yo la tomo, el agua caliente relaja todo mi cuerpo, envuelvo a Hunter en un abrazo y ambos nos mojamos, él ya se ha enjabonado, huele a menta, tropical, como es típico de él.

Nos besamos un par de veces, yo me enjabono el cuerpo completo y él insiste en ponerme el shampoo, pero que solo tenía el de hombres y se encargaría de comprar uno para mí para la próxima vez.

Aparte de eso Hunter se encontró muy callado en comparación de anoche, incluso en el desayuno que nos sirvieron un manjar y su mamá le hacía preguntas sobre la empresa él respondía cortante. Sin darle más vueltas a su silencio, nos montamos en mi auto a las 7:50 am y nos dirigimos a una farmacia, la más cercana que encontramos en el GPS.

–Voy yo. –Hunter se saca el cinturón.

–No te preocupes, puedo ir yo. –contradigo, también sacándome el cinturón.

–Soraya. –me reprende, sonrío por la situación, me gustó que se haya ofrecido a ir a comprar unas pastillas para después de un caso sexual. –Me esperas aquí, punto.

Sin decir más se baja de la camioneta, y mientras lo observo alejarse, me percato de algo. Sus manos, rodeó el auto siguiendo la superficie con el dorso de su mano. Pienso primero que fue cosa mía o que lo hizo sin querer, pero cuando está sobre el corredor del local, bordea ligeramente la superficie de los blindex transparentes que hacen de pared hasta llegar a la puerta.

Sonrío, tal vez porque es una buena señal, tal vez le está siendo más fácil el manejar las distancias y superficie como lo habíamos practicado solo el martes. Cuando lo veo salir, pongo atención para asegurarme que haga la misma técnica, y que yo no lo estaba imaginando. Lo hace, caminó el mismo trayecto hasta el auto, para luego montarse en el lado del copiloto.

No menciono nada de aquello, y él tampoco. Solo me entrega la bolsa de compras.

–Pastilla, agua y shampoo. –él sonríe y yo le devuelvo el gesto.

–No es el shampoo que suelo usar. –comento al mirar la marca, es de los caros pero tienen la misma fragancia que sí uso.

–Pedí con fragancia vainilla, confórmate con eso. –me dice divertido. Trago la pastilla con ayuda del agua, y luego le respondo.

La estrella más brillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora