Mi corazón latía muy fuerte, y me refiero a que dolía en cuanto lo sentía bombear cada vez que daba un paso más hacia la entrada a la concesionaria. Me detuve fuera, justo frente a las puertas de vidrio y pude ver a Hunter allí en recepción hablando animadamente con Kevin y Emir, parecían emocionados y entusiasmados a la vez. Típico de ellos.Hunter en un momento me mira. Sé que lo hace y no puedo dejar de desear que quiero que me vea toda la vida que me queda.
Sonríe mientras deja a sus amigos en plena charla, avanza hacia la puerta en mi dirección sin ocultar una emoción, y tengo todas mis ganas de responderle con ese mismo entusiasmo pero me contengo.
El sol lo ilumina en cuanto queda fuera del edificio, achina sus ojos y llega hasta mi, dejo de respirar cuando una de sus manos acarician mi cabello sin preámbulos, y otra sujeta la mía. Así sin más.
En sus ojos había alegría, y detesté que mis labios hablaran solo para romper la magia en la que estábamos.
-¿Por qué no me lo dijiste? –me escucho preguntando suavemente y dolida. No dejé de mirar sus ojos ningún momento, hasta pude ver confusión en ellos un segundo y su sonrisa titubeó.
–¿De qué estás hablando, princesa? –preguntó dudoso, solo bastó como un par de segundos para que borrara toda esa alegría y soltara un suspiro de derrota. Me estiró para que lo siguiera dentro, estábamos derritiéndonos en el sol pero mis dedos seguían fríos bajo su palma.
Los muchachos empezaron a saludarme en cuanto ingresé, también alegres, pero Hunter los calló.
–¿Pueden dejarnos un momento? –interrumpió a sus amigos, lo dijo con tanta seriedad que se me hizo más real todo. Los muchachos, incluyendo Sandra que había estado en la computadora, se descolocaron pero hicieron lo que su jefe les pidió.
Me alejé de él en cuanto nos quedamos solos, allí en recepción.
–Empieza a explicarte, Hunter. –logro decir y él asiente todavía dándome la espalda. –Espero que sea eso la razón por todas las veces que no me hablaste, que ese sea el problema con lo que has estado lidiando cada vez que te pones de malas y que yo tengo que aguantar tus cambios de humor. –sigo diciendo, descargándome.
–No me voy a quedar ciego, si eso es lo concluiste. –responde dándose la vuelta, no quiero verlo, así que bajo mi vista a mis manos. –Es verdad que... bueno, sí. –lo escucho chistar por lo bajo, gruñe pero continúa hablando: –Es una enfermedad de la retina la cual nos da la visión central, se desenfoca y me impide ver con claridad todo, no puedo leer o ver una televisión como debería y pronto dejaré de reconocer o ver el rostro de una persona.
Las declaraciones parecían dagas clavándome, me dolían sus palabras tanto como a él.
–Quería decírtelo, de verdad. Pero... –Su voz perdía fuerza, a su vez quería abrazarlo, decirle que todo estaría bien, que saldría adelante y que si otras personas pudieron sobrellevar la situación, él también lo haría, pero no podía, no me salían las palabras o el gesto lo suficiente como para hacerlo. Simplemente quería irme de allí a la vez que quería escucharlo hablar.
-Pero qué. –pedí, queriendo saber el resto antes de marcharme y mirándolo esta vez.
-No. –esta vez su voz fue más dura y me encaró.–No quería decírtelo, no quería que te juntases conmigo por lástima, quería que fueras mi amiga por ser yo, por ser Hunter. Eras una nueva persona quien no me conocía antes como los otros. –señala a su izquierda, dando a entender que se refería a las personas del otro lado de la puerta. –Les pedí a todos nuestros amigos que callaran en cuanto descubrí que sentía algo por ti, simplemente no soportaría que te ataras a mí por ser ciego. –habló rápidamente. Yo negaba a sus palabras, sin poder creer que estaba escuchando a Hunter, a mí cazador.
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La estrella más brillante
RomanceSoraya Galler resultaba ser demasiado bondadosa para la humanidad incluso para su propio bien. Ella expiaba tanta luz y ternura que nunca había dicho malas palabras o había siquiera mentido a sus, sobreprotectores, padres. Hasta cierto día. Con una...