XXIII - Mi mejor amiga

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Soraya. Soraya. Soraya.

Mi nombre se repetía una y otra vez en mi sueño, hasta que entendí que no era en mi sueño. Mi mamá se encontraba a mi lado en mi dormitorio, despertándome. Abrí mis ojos y la miré confundida, tratando de ubicarme en el mundo.

–Despierta, vamos a desayunar. –la escuché decir. Asentí de igual manera aunque estuviera toda sonámbula, con su sonrisa emocionada no la podía decir que no.

No tardó otro segundo y salió de mi habitación, entonces ahí me apresuré al baño para el corto aseo para luego encaminarme hacia a la cocina. Ya toda despabilada y despierta al 100%, me aseguré que hoy sí arreglaría las cosas con mamá, costase lo que costase. Y al parecer ella también estaba en eso, al menos lo esperaba debido a lo eufórica que estaba cuando me despertó, además del manjar que se encontraba preparando en la cocina.

Había café batido en dos tazas, masas dulces como alfajor de maicena que me encanta, tortas marmoladas y pastrafrolas, además se olía a queso tostado y supuse que se estaría haciendo el mixto.

–¿Y esto? –pregunto mientras camino hacia una silla frente a la mesa.

Mamá está lavando algunos trastes, se gira a verme. La observé también yo, aún vestía su ropa de hospital, un conjunto verde agua con su nombre escrito en el pecho izquierdo.

–Celebramos nuestra reconciliación. –me quedo en silencio un momento, y ella también, así que cuando me decido hablar mamá lo hace al mismo tiempo.

–Mamá...

–Escúchame, me disculpo yo, luego lo haces tú. –me mira con ojos inquisidores, asiento. Se recuesta por el lavado, secando sus manos con una servilleta de tela. –Lamento lo que ocurrió la otra noche, me tomaste por sorpresa con eso de dejar la universidad, yo también llegué a pensar eso cuando tenía tu edad pero nunca me animé a decírselo a mis padres. No me mires así, yo amo lo que hago, fueron solo pequeñas crisis que te da la vida. En mi caso.

>Si a ti realmente no te gusta la carrera, yo lo entiendo. La historia tampoco era lo mío, Soraya, a tu papá le fascinaba todo eso de la cultura, del pasado, enseñar... Y también pido disculpas en nombre de tu papá, él tampoco actuó bien, pero dejaré que diga sus propias palabras en cuanto vuelva.

>Solo quiero que sepas, cariño, que está bien lo qué haces, me encanta tu valentía que últimamente está más a flote, me fascina que sostengas tu palabra, pero sobre todo que estás segura con tus decisiones. Nunca es tarde para empezar de nuevo y crecer, Soraya.

Mis lágrimas resbalaban en cantidad por mi mejilla, mi madre se limpiaba su mejilla y fui yo quien tuvo las agallas para acercarse a empezar el abrazo. Ambas nos abrazamos con tanta fuerza como si hace tiempo no se vería a alguien que aprecias mucho, y yo amo a mi mamá.

–Lo siento mucho, mamá. No debí irme así de casa, pero estaba tan molesta y dolida porque ustedes no me entendieron, en especial papá. Y luego tú te pusiste de su lado, pensé que ya no tendría un hogar. –hablé entre lágrimas.

–No vuelvas a irte así, porque la próxima estarás castigada. Todavía sigo siendo tu madre. –me señala con el dedo y yo asiento, guardándome una risa. –Además, Soraya, aunque te vayas mil veces de la casa, te recibiremos mil y una vez. Eres todo lo que tenemos, tú eres nuestro hogar, cielo.

Mi mamá me limpia las mejillas mientras me pongo contenta y me llena de amor, la abrazo una vez más para ponernos a devorar el desayuno.

Mientras bebemos el café seguimos hablando un poco del tema y que esto no quedaría ahí.

–Cuando tu papá vuelva, lo hablaremos mejor. Le regañé por la forma en que te habló, quiero que también lo entiendas, para él no es fácil que tú estés creciendo...

La estrella más brillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora