Epílogo

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2 años después...

La brisa que de pronto aparece me da escalofríos, el viento soplaba suavemente pero de vez en cuando se sentía el fresco del otoño que se asomaba en la naturaleza que acompañaba a este evento. Los gritos de jubilo por parte de las mujeres se oye hasta por encima del juego de música acústica que suena, sonrío ante eso.

–Debimos hacer una boda doble. –Elios me da un golpe en el brazo, para después chocar su copa con la mía y reír por lo bajo.

–Tú no querías casarte el año pasado. –le respondo a mi mejor amigo. Lo hago reír con mi comentario pero ambos sabemos que estoy contento con su decisión. Soy el padrino, debería de estarlo.

–Soraya agarró el ramo, ¿otra boda?

–Una renovación de votos no estaría mal. –me encojo de hombros, bebiendo mi champán.

–Ahora te dejo, tu princesa se aproxima.

Oigo la risa burlesca de mi mejor amigo alejarse, al igual que los pasos arrastrarse por el pasto, no obstante también el aroma a vainilla invade todo a mi alrededor. Los nervios aún me intentan consumir cada vez que la tengo cerca, más cuando está justo delante mío y no puedo verla. Unos pequeños golpecitos en mis piernas también me hacen sonreír, bajo la mano buscando la cabeza de Lucky, mi pastor alemán, su cola es la que mueve entusiasta. Unos brazos me rodean bajo los míos, la cabeza de Soraya se reposa en mi pecho y no me queda de otra que devolvérselo.

Inspiro sobre su cabello sedoso, mis manos ocupadas por una copa de champán y la cuerda de Lucky, igual la acorralan con fuerza. Su vestido es tan suave, fresco y dejan bastante piel expuesta, lo que me hace preguntar si no tiene frío. Le daría mi chaqueta.

–No te preocupes. –me pide con cariño. –Además, me encanta verte en ese traje azul oscuro. Luces divino. –su voz se hace tímida, así que mi ego crece con sus palabras de alago que no siempre salen.

–Debo considerar más el azul entonces en mi día a día.

–Deberías. –apoya. Bajo un poco el rostro, buscando sus labios y ella termina por encontrarse conmigo.

Sus labios tienen sabor, tanto del labial cereza como las bebidas que ya se había tomado.

La boda de Elios y Amaya había empezado allá por el medio día, y ya se sentía el descenso de temperatura por lo que la noche no tardaría en llegar. Deshago el abrazo solo para dejar la copa con champán en la mesa que tenía a mi izquierda, luego me tocó la muñeca en donde llevo el reloj en braille para saber exactamente la hora, marcaban las cinco y cuarto de la tarde, estaba seguro que el sol ya se vería muy abajo, así que me quiero apresurar en hablar a Soraya.

–Así que alcanzaste el ramo, eh –le digo. Ella ríe con timidez, la puedo ver en mi mente, con sus labios rosados, sus ojos de almendra teniendo ese brillo de alegria y lo tierna que puede llegar a ser cuando se pone toda tímida. Todavía llevaba conmigo ese miedo de que algún día olvidaría como se veía su rostro.

–Sí, simplemente cayó en mis manos. Estoy segura que las demás chicas pensarán que es todo calculado pero no fue adrede. –comenta, supongo que porque es la dama de honor pensaría eso de las personas. Extiendo la palma de mi mano derecha hacia ella, lo toma y beso su dorso.

–Pero a nosotros no nos importa lo que piense el resto. –le recuerdo, su silencio me dice que podría estar asintiendo.

–Además yo ya estoy casada. –su voz es como si estuviese tentando a ml mundo. –¿Verdad, Lucky?

El perro ronronea y vuelve a mover la cola, lo siento por los golpeteos que me da en la pierna derecha, otra vez. Lucky hoy no vino como el buen perro guía que es, por lo que no lleva el arnés y solo una correa, siendo feliz de correr por todo el predio donde estábamos.

La estrella más brillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora