Me encontraba muy, muy emocionada y llena de nervios. Ofrecía una sonrisa enorme en mi rostro que me hacían doler las mejillas, pero no podía ponerme de otra manera.
Haría mi primer salto, sola, desde el avión. Observo como Hunter se alista con ayuda de Elios, la sonrisa que mi novio lucía tampoco era tan común en él. Su mejor amigo se enredaba con el inter-comunicador al intentar colocarlo alrededor del cuello y por detrás de la oreja, el mismo aparato yo tenía ya puesto.
Había pasado poco más de un mes desde que empecé las clases de paracaidismo y hoy, domingo 28 de abril, tendría mi primer salto a solas. Obviamente estaría acompañada de mi instructor, Danilo, a parte de otras personas que también son staff del curso que había tomado. Además se tirarían Elios y Hunter, conmigo.
Me alegraba de sobremanera que éste último lo hiciese, en el último mes no había estado de tan buen humor debido a la nubosidad que había envuelto a sus ojos. En realidad habíamos pasado tan poco tiempo, juntos con Hunter, salvo la última semana, debido a mis entrenamientos teóricos y prácticos para este día.
Él había estado tan metido en su trabajo y buscando maneras de cómo no dejar su gerencia a otra persona que no fuese su hermana, y Elena tampoco quería dejar su puesto de contadora para ascender, solo porque quería que su hermano lo siguiese haciendo.
Y verlo hoy aquí, luciendo es sonrisa de felicidad, era gratificante.
–Probando, probando. –su voz distorsionada me vuelve a la realidad. Lo veo sonreír desde la distancia prudente que teníamos. –¿Me escuchas?
–Fuerte y claro. –respondo al pequeño micrófono sujetado a mi mejilla con una pegatina blanca.
–¿Emocionada? –pregunta Hunter. Lo sigo viendo, su atuendo es el mismo rojo que había usado la primera vez que estuvimos aquí en Año Nuevo, en cambio el mío ahora era blanco con detalles en negro.
Pienso en la única respuesta que me describiría.
–Estoy por correr por todo el hangar de la euforia. –le respondo, logrando sacarle una carcajada, al igual que a los demás a nuestro alrededor quienes estaban al pendiente de nuestra conversación.
Cohibida por esa atención, me acerco a mi novio apagando el intercomunicador, y lo abrazo rodeando sus pectorales hasta llegar a la espalda. Los brazos de él rodean la altura de mi cuello y deposita un beso en la cima de mi cabeza.
–Estoy orgulloso de ti. –susurra. Levanto mi cabeza para verlo, confundida, sus ojos no ven en dirección a los míos pero yo tengo una vista preciosa de ellos, un rayo de sol, que se cuela en la sombra que el tinglado nos ofrece, lo ilumina haciendo que el color naranja en ellos sea muy clara, como los colores de un atardecer.
–¿Por qué? –pregunto dudosa.
–Por ser la mujer que eres. Por haber dicho sí a todas mis locas aventuras. –ambos sonreímos y no evito besar su sonrisa, logrando que nuestros dientes se chocasen causando un pequeño ruido y dolor.
–Todo es gracias a ti. –digo después.
–Ah, quiero contarte algo. –no borra su sonrisa, pero noto como se pone algo tímido y un breve sonrojo se percibe en sus mejillas canela.
Recuerdo cuando se había puesto así luego de que interrumpiera una conversación que tenía con mi padre en la clínica, él estaba tan nervioso como si le hubiese descubierto alguna travesura. No obstante, me alegró saber que papá había comentado asuntos que harían a Hunter mejorar en esta nueva vida.
Además obtuvimos la bendición de mis padres.
–Me inscribí a un instituto para deficientes visuales. –continúa diciendo, dejándome con la boca y ojos abiertos.
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La estrella más brillante
RomanceSoraya Galler resultaba ser demasiado bondadosa para la humanidad incluso para su propio bien. Ella expiaba tanta luz y ternura que nunca había dicho malas palabras o había siquiera mentido a sus, sobreprotectores, padres. Hasta cierto día. Con una...