XCII. Salem

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Cuando esa misma tarde Ona volvió a aparecer con dos cristales rojos idénticos en la mano, todas supieron que era su final en Samlesbury y que tendrían que partir en seguida a Salem. Ese día se había resumido en leer libros sobre Salem, preparar bolsas con comida (habían cogido unas antiguas de la tienda que eran más del estilo de aquella época, así evitaban llamar la atención, ya lo hacían suficiente con sus acentos británicos). Lo único que se llevaban era el bolso de Eli, que no llamaba tanto la atención debido a que estaba muy gastado y era de color marrón. Antes de entrar en el espejo, cenaron una última vez todos juntos y repasaron las reglas y lo que tenían y no tenían que hacer.

Zed abrazó a Eli, Dani y Eva.

–Sois como mis hermanas pequeñas...

–Soy tu hermana pequeña –contestó Dani, tenía la mejilla aplastada contra el pecho de Zed y le costaba hablar y respirar.

–Danielle, déjame terminar –el chico las abrazó más fuerte–. No dejéis que Dani se meta en líos.

Eli y Eva se despegaron de Zed y pasaron a Jonathan, abrazó a Eva primero y la dijo:

–No dejes que se enamore de ningún brujo americano –susurró en su oído–. Y no dejes que pierda la serenidad.

–Tranquila, controlare a tu novia –le aseguró Eva, guiñándole un ojo.

–¿Como sabes...? –dudó Jonathan, mirando impresionado a la chica.

–Me pusieron el titulo de bruja lista por algo.

Jonathan río y seguidamente abrazó y besó a Eli, llevándose miradas asombradas de todos, menos de Eva que les miraba con una sonrisa en la cara y Dani, que gritó:

–¡Ya era hora!

Elizabeth se sonrojó violentamente y escondió su cara en el pecho de Jonathan. Mientras tanto, Eva se había acercado a Christian y Donovan, les sonrío y les abrazó, aunque no había hablado demasiado con el segundo, si que había entablado conversación con el primero.

–No dejéis que os maten, morena –dijo Christian, mientras la abrazaba–. ¿Me tomo eso con un lo siento?

Eva le besó en la mejilla.

–Tómatelo como quieras.

El chico río y Donovan le dio un codazo pícaro, Eva simplemente puso los ojos en blanco y camino, agarrándose la falda al caminar, ya que era demasiado larga para su corta estatura y ya se la había pisado dos veces, provocando que cayese al suelo estrepitosamente. Sophia anunció a última hora que su falda le quedaba demasiado suelto, y por ende la falda se le iba cayendo, cosa que molestó bastante a Dani porque todos se pusieron a buscar un cinturón entre las cajas, retrasando la hora de partida todavía más. La verdad es que Sophia estaba aterrada de ir y solo había aceptado porque sabía que Adele iba aceptar, y como no quería dejar a su mejor amiga sola en Salem con brujas que no controlaban totalmente el lenguaje de signos tuvo que ir. El corazón se le paro cuando Adele le entregó un cinturón.

Ahí si que sabía que no había vuelta atrás y que estaba perdida.

Dani fue la primera en pasar, se sorprendió al ver como el cristal del espejo se abría como cuando se entraba a una piscina. Con suma facilidad. El espejo era un túnel bastante largo de color azul, si que se sentía como si se estuviese dentro del agua, las paredes parecían moverse y solo se podía divisar una luz al final del túnel, no era muy largo, pero tampoco muy corto. Detrás de ella iba Eli, y justo detrás de la pelirroja, Eva.

No se supo cuantos minutos estuvieron gateando, pero todas suspiraron aliviadas cuando finalmente cruzaron al otro lado.

Estaban en medio de un bosque, el sol brillaba con fervor y los pájaros cantaban su canción, alegres revoloteando cerca de los arboles. Dani ayudó a Eli a levantarse del suelo cuando llegó justo detrás de ella. También se quedó impresionada, observando aquel paraíso, cerca de ellas había un riachuelo con agua tan clara que se podía ver cada piedra que había dentro, el aire era limpio y fresco, la hierba estaba húmeda y el olor se podía apreciar a distancia. Lo que las chicas no sabían es que todo eso estaría manchado con el color rojo de la sangre derramada por unos cuantos indigentes.

–Es tan bonito que me dan ganas de llorar –anunció Sophia, que fue la última en salir.

Las demás asintieron, anonadadas, mirando aquel lugar tan espléndido. Empezaron a caminar siguiendo el río que según Eva les llevaría al pueblo.

–Donde hay agua, hay un pueblo. Es ley de vida.

Y la chica tenía razón. Llegaron al pueblo de Salem antes de lo previsto y era más bonito de lo que esperaban. La gente paseaba alegremente por las calles, conversaban entre ellos, algunas mujeres llevaban cestas y entraban y salían de tiendas. Las calles de piedra llevaban a un solo lugar en medio de todo, una fuente echaba agua cristalina. El ambiente, sorprendentemente era tranquilo, demasiado tranquilo. Pero eso cambiaría en aquella semana.

–¿Qué hacemos? –preguntó Melody entre dientes–. ¿Construimos una casa? ¿Buscamos a brujas que nos dejen quedarnos?

–¿Y si buscamos a Tyler primero? –sugirió Eva, Eli la miró sorprendida y la morena también se sorprendió al descubrir que ella había dicho esa frase–. Es decir... Así tenemos un lugar en el que quedarnos.

–¿Tu te crees que Tyler nos va a aceptar en su casa después de como le tratamos? –le preguntó Dani, obvia, sabiendo la respuesta.

–Quien sabe, a lo mejor lo han matado y todo –murmuró Deborah, se llevó en respuesta una mirada furtiva de Eli.

A Eva le entró pánico al escuchar esa frase. Era posible, no lo podía negar. Ella siempre pensó que nadie tan cercano a ella podía morir, que era imposible, que eso le sucedía a gente desafortunada. Pero cuando murió Ona aprendió la lección: todo es posible, da igual quien seas, como seas, donde vivas o a que te dediques. Al final todos los humanos son unos desafortunados y desgraciados.

Nadie se había percatado de la presencia del grupo hasta que aparecieron dos chicas, que en un futuro se harían mundialmente conocidas por sus acusaciones injustas a las brujas; Betty Parris, la hija del reverendo Samuel Parris, y su prima, Abigail Williams. Betty Parris tenía nueve y Abigail Williams de diecisiete.

Betty carraspeó.

–Disculpad –dijo con su voz inocente de niña de nueve años.

Todas se tensaron al instante, menos Dani que no parecía sorprendida, Adele que no lo había escuchado y eso causó que sus amigas se llevasen miradas extrañadas de esta, ya que se habían parado a la vez y miraban un punto fijo en el suelo y Deborah que ya se había acostumbrado a aquel sonido.

–Ni cinco minutos llevamos y ya nos han cazado –susurró Eli, totalmente horrorizada.

Se encontraba en terreno desconocido, en otro tiempo con gente totalmente diferente, era una bruja y por ende pelirroja, podrían acusarla en diez minutos, cinco para el juicio y los otros cinco para quemarla.

–Eli, relájate, por favor que es una niña pequeña –murmuró Eva.

–Elizabeth, te callas –le susurró Dani antes de girarse a la chica y enseñarle una de sus mejores sonrisas–. ¿Si?

La siguiente en girarse fue Eva, que al igual que Dani se empezó a acercar a las dos chicas con sonrisas.

Desde el otro lado del cristal, en Samlesbury, los chicos vieron como el holograma mágico que había salido del cristal rojo Eva y Dani se acercaban a las dos chicas.

–Están perdidas –murmuró Zed, para si mismo y negando con la cabeza.

–Acaban de llegad y ha dicho disculpad. No te preocupes por ellas, sobrevivirán –le respondió Christian.

–No me preocupo por ellas. Me preocupo por esas dos chicas y lo que les pueda hacer Eli o mi hermana si la sacan de las casillas.

–Repito, ha dicho disculpad.

–Repito, es mi hermana y es Eli.

–Esta Eva con ellas, todos tranquilos –dijo Jonathan.

El secreto de las brujas de Salem | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora