El secreto de las brujas de Salem | ✓

XCII. Estelle Abraham

–Me temo que nunca os he visto por aquí –dijo la niña–. ¿Puedo preguntaros de donde sois?

–Me temo que ya lo has hecho –murmuró Dani, irritada por la sonrisa que la niña pequeña le ofrecía, Eva al escuchar esto le dio un leve codazo.

–¿Disculpa?

–Que venimos de Samlesbury, Inglaterra –respondió Eva, sonriendo con ternura fingida a la niña–. Yo me llamo Evangeline y ella es mi hermana, Danielle.

Abigail Williams las miró desconfiada, sobretodo por la clara diferencia entre las dos chicas. Una siendo rubia con ojos azules y la otra completamente morena y con ojos demasiado oscuros, pero después de examinarlas varías veces dirigió su mirada hacía el grupo, que seguía dandole la espalda y se susurraban cosas entre ellas, Sophia entre otras intentaba hacer signos disimulados para explicarle la situación a Adele.

–¿Y ellas? –fueron las primeras palabras que ofreció Abigail Williams, una joven diecisiete años más guapa que su prima sin dudarlo, tez pálida y suave, ojos castaños y pelo avellana sedoso y liso que llevaba recogido en un moño, pero que cuando lo soltaba se podía apreciar su largura.

Betty Parris era una niña singular. Ojos negros como el azabache y pelo del mismo color, recogido en trenzas largas. La niña también miró al grupo, que aunque las habían mencionado no se habían dado la vuelta aún.

–Ellas son nuestras primas –mintió Dani, era la primera cosa que se le había venido a la cabeza en una situación como aquella, se dio la vuelta y fue apuntando a las chicas, que finalmente se habían girado, mientras las apuntaba iba diciendo sus nombres–. Melody, Adele, Sophia, Elizabeth, Lidia, Deborah y Heather –Dani tragó saliva.

–¿Y cual es vuestro apellido? –inquirió Abigail encarnando una ceja a su vez.

Esta vez fue Lidia la que habló, dio un paso hacía delante, sin miedo.

–Colton, venimos de una familia de herreros de Samlesbury.

Las dos chicas no parecían tragárselo del todo y Eli empezó a ponerse nerviosa.

–¿Y por qué venís de Samlesbury? –preguntó la niña.

Todas se miraron entre ellas.

–¿Podemos deciros un secreto? –Eva se acercó mas a ellas, las dos curiosas asintieron, la morena susurró–. Escapábamos de las brujas.

Las primas dejaron escapar un grito de horror ante aquella respuesta, las dos se miraron y luego miraron a su alrededor.

–¡No deberíais haber venido aquí! –exclamó Abigail–. Ayer mismo acusamos a tres brujas, Tituba, Sarah Good, Bridget Bishop y Rebecca Nurse. Son mujeres terribles, practican la magia negra. Nosotras las hemos visto.

Betty asintió.

–Pero... ¡tenemos que quedarnos aquí! –dijo Eva, sus ojos se llenaron de lagrimas falsas, Dani miro sorprendida a su amiga por el espectáculo que estaba montando–. ¡Nuestra familia ha muerto en el mar de camino aquí! ¡Nosotras nadamos hacía la orilla! ¡Necesitamos quedarnos aquí, no podéis dejarnos con las brujas en Samlesbury, era terrible!

Las demás asintieron.

–¿Sabéis de alguna posada? ¿O un granero en el que podamos pasar la noche? –preguntó Lidia, le paso un brazo por los hombros a Deborah y esta con cara de tristeza apoyó su cara en el hombro de su amiga, esto le ablandó el corazón a Abigail–. No tenemos donde quedarnos, por favor.

Las dos chicas se miraron y se susurraron algo entre ellas. Dani las miraba, pensando que realmente eran dos cabezas huecas, las miraba por asco, tenía delante a las dos causantes de la muerte de mas de 100 brujas y brujos, niños y niñas, hombres y mujeres inocentes. Puede que de esa cifra solo el treinta por ciento tuviese el gen de la magia, y de ese cinco por ciento, por lo que le había dicho Eva, solo esos practicaban magia negra. Lidia miraba aburrida a las dos chicas, les caía mal por su simple actitud de cotillas y desconfiada. Eva no pensaba nada de ellas, solo quería alejarse lo antes posible de esa pareja, buscar sus poderes, a Tyler e irse. Eli, que como a las demás restantes se les había quitado el miedo después de haberlas escuchado hablar, las miraba indiferente.