CAPITULO 4

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[Capitulo cuatro]

—y bueno querido, de dónde vienes? — me dijo mientras preparaba mas pan.

—De la villa bajo las montañas— le dije, ya terminando mi bebida.

—y a donde piensas ir? — me pregunto mirando la masa.

—pues a la mansión de la colina, parece abandonada pero tal vez me quede unos días mientras veo que hacer—.

—no te lo recomendaría querido, esa casa ya está habitada, pero si quieres mi casa está en el patio trasero, puedes quedarte aquí el tiempo que quieras, además siempre he querido un compañero, los demás que se han ofrecido solo eran ladrones llevándose mi delicioso pan— me dijo poniendo las bandejas en el horno.

—y ya que lo mencionas, mañana me llegara mercancía y comenzare a hacer pies, tartas, pasteles, panecillos, todos de sabores diferentes, tu podrás ser quien atienda los pedidos de repartición—.

Tenía su cara recostada sobre su mano, la cual se sostenía de su codo sobre la mesa, la sonrisa que expresaba al ofrecerme ese trabajo me lleno de alegría y satisfacción, tanto que yo le dedique una también, y se sentía muy bien, creo que ya había olvidado lo bien que se sentía darle una sonrisa a otra persona o recibirla.

—pues...— no me dejo terminar.

—perfecto!!! , entonces espera aquí, iré a sacarle una copia a las llaves para que así entres cuando las necesites— cerró las puertas de la panadería, guardo los panes y se fue. La veía por la ventana ya que la tienda de llaves quedaba en la última cuadra, duro treinta minutos y volvió.

—bien aquí están, la de la panadería, la de la reja, la otra reja, la puerta, la puerta de las calderas...— y así fue explicándome cada sitio de la casa, y la tienda, en total dieron más o menos veinte llaves, pero las marco para no confundirme. Al cerrar todo, fuimos a la casa de atrás y para practicar, yo abrí la puerta y me funciono.

La casa era hermosa, al entrar veías un espejo, y más al lado de este, estaba la sala de estar, constaba de una chimenea con muchos muebles grandes y pequeños, yo encendí el fuego mientras ella sacaba de un bolsillo de su vestido cinco bolsas que contenían monedas, y las guardo en una caja.

—son las ganancias, ya sabes dónde ponerlas cuando no este, y si hay una emergencia donde buscar— me dijo volteándose hacia mí. Fue un momento a la cocina y volvió.

—aquí está tu chocolate caliente, para que después vallamos a dormir, ahora recuerdas que te dije que la casa de las colinas estaba habitada?— me pregunto sentándose en un sofá y yo me senté a sus pies con las piernas cruzadas en el piso, dispuesto a escuchar.

—pues esa casa tiene una historia no muy bonita que digamos, cuentan que hace un tiempo, cuando los jóvenes de estos tiempos estaban por nacer o muy pequeños, comenzó la gran guerra, que destrozaba todo a su paso, los de el refugio evacuaron rápido al refugio bajo tierra, pero hubieron dos personas que no lo hicieron, allí en la casa de la colina, vivía un científico con su hija, según algunos era adoptada, según otros solo era un mito, y según yo todo era real. Nunca se le vio al científico entrar a los refugios, y a la niña tampoco. Al terminar la gran guerra, todos duramos mucho tiempo en reconstruir apenas las casas de los demás, muchas personas se volvieron locas y empezaron a comerse entre ellas como caníbales, fue allí donde pues aprendí a apuntar con el hacha, las personas que quedamos, comemos lo que podemos y bueno, al empezar a llegar las nuevas monedas, empecé a trabajar y pues este es mi negocio.

Durante ese periodo de tiempo, había un rumor de que unos ladrones entraron a la a casa del científico y allí pues lo asesinaron, nunca se supo nada de la niña, y los ladrones nunca más aparecieron desde que entraron allí. Pasaron muchos años y la casa se convirtió solo en una base para muchos mitos o leyendas que le cuentan a los niños antes de dormir, pero según algunas personas, una chica más o menos de tu edad está viviendo allí, no se sabe si es la niña ya que casi nadie la ve, a veces anda rondando por el bosque sola y que cuando alguien le quiere dirigir la palabra ella solo se va y se encierra en esa mansión. Después de algún tiempo la gente no la busco más y siguieron con su vida normal y eso pues es lo que se conoce de esa mansión, es reconocida como la mansión dorada, porque antes tenía ese color, y con los rayos del sol, siempre se veía iluminada— al terminar, me dedicó una sonrisa y añadió

—Bueno arriba esta tu cuarto justo al lado del mío por si necesitas algo— me guio hasta allí, me dio las buenas noches y me dormí profundamente sin pensar en lo que me había pasado o lo que me había contado, estaba muy cansado y decidí esperar hasta la mañana.

Al día siguiente, me desperté muy temprano por mi cuenta, tome una ducha y baje hacia la cocina, ella estaba empezando a hacer el desayuno.

—buenos días señora...—

—Madison, Carrie Madison— me dijo sin voltear.

—buenos días señora Madison, empezare a trabajar ya? — le pregunte sentándome literalmente en la mesa.

—generalmente abrimos a las diez, es temprano porque no vas i das un paseo? A ver si te encuentras a la niña y deja que te hable, la casa no esta tan lejos— dijo entregándome un plato con dos huevos y dos tostadas. Las comí lentamente, tome jugo de naranja y me fui.

Camine por todo el pueblo observando, todo a mi alrededor, me conduje hasta la casa en la colina, parecía no haber nadie así que me pasee por todo el bosque pensando que tal vez me la encontraría, hasta que por fin la vi, era la chica más hermosa que haya visto jamás, tenía el pelo castaño muy oscuro pero los rayos del sol delataban su color escondido, ella mantenía su atención al pueblo y yo intente acercármele.

—Tal vez si le digo que soy nuevo aquí, no me tendrá miedo— pensé. Me le fui acercando hasta ponerme a su lado.

—Hermosa vista, para ser nuevo aquí, me gusta mucho, creo que me acostumbrare— le dije manteniendo mi vista a pueblo.

—¿Eres un forastero? — mis oídos se deleitaron al escuchar la voz más hermosa que nunca, tan suave y dulce. Y después asentí.

—Pues vete, los forasteros no suelen durar mucho aquí— me dijo volteándose, y caminaba de regreso a su casa.

—espera!!! Solo quería hablar contigo— le dije siguiéndola. Pero al darme cuenta ya la había perdido, mire hacia abajo y encontré un collar que contenía una pequeña llave, era tan pequeña que podía ser de juguete, pero igual decidí llevármela.

—tal vez sea de ella, y pronto la vendrá a buscar— recordé en ese momento que debía trabajar, tome la llave con fuerza y corrí hacia la panadería.

Y no me di cuenta alguna de que mientras corría, la misteriosa chica me perseguía con su mirada escondida detrás de un árbol.

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La llamada del Reflejo ©Where stories live. Discover now