Capítulo 66: La importancia de la familia

808 80 1
                                    

Luego de mi charla con Edith, Diego me encuentra sola en su habitación con un par de lágrimas en los ojos, no tiene que preguntar qué es lo que me pasa porque lo sabe, todos en la casa saben que su madre está muriendo, todos en la casa intentan llorar en silencio para que los otros no lo escucharan, para no hacerse daño entre ellos aunque a veces tal vez sí ayuda compartir lo que sientes con otras personas, así es como las familias deberían apoyarse.

A la hora se cenar, llega toda la familia. Consuelo con Martín y Javier con Melina e incluso Javier padre se presenta pero Edith está demasiado agotada como para acompañarnos en la mesa, por más que quisiera. Comemos en silencio, no se escucha ninguna risa porque no están los ánimos para eso y ni siquiera Cassia es capaz de emitir sonido alguno, siendo que con sus risitas alegra siempre a todos. Es increíble lo mucho que se nota la ausencia de Edith, es ella quien le da vida a las comidas, quien une a la familia.

Mientras los hombres se toman un trago todavía en la mesa, Consuelo nos aparta a Melina y a mí al living. Noto enseguida que se llevan de maravilla, parecen amigas ya que hablan hasta con complicidad y me siento una extraña, como si no perteneciera ahí. Pongo toda mi atención en mi hija ya que no quiero parecer entrometida en los temas que hablan hasta que la hermana de Diego se acerca a mí y me da un abrazo, sorprendiéndome.

—Sé que fui una pesada cuando Diego te trajo a casa en el verano, no merecías que me comportara de esa forma pero en verdad estaba preocupada por el estado de ánimo de mamá —sigue rodeándome con un brazo—. No sabía lo bien que le hacías a ella ni a mi hermano.

—No es para tanto, no te preocupes.

—Sí que lo es, mamá no deja de decir lo feliz que es de que estén tú y Cassia en la vida de Diego, y quería darte las gracias por eso. Ahora sé que mi hermano no podría haber encontrado la felicidad en ninguna otra mujer y me encanta lo que le has hecho, es como si fuera otra persona.

—La verdad es que no sé a lo que te refieres —estoy un poco confundida.

—Sé que habían pasado años desde que no veías a Diego pero él había cambiado mucho, en todos los sentidos y ahora, de verdad estoy viendo a mi hermano de antes. Tú hiciste que se volviera a encontrar, que siguiera el corazón y se preocupara un poco más por su felicidad.

—No sé qué decir.

—No es necesario que digas nada, solo quería que lo supieras y también aunque yo no tenga voz ni voto ya en esta casa decirte que siempre serás bienvenida igual que a mi casa cada vez que quieras visitarnos. Tenemos una diferencia de edad bastante grande pero si lo necesitas, aquí tienes una amiga.

—Y aquí también —se une Melina al abrazo.

—Entre esposas-novias de estos hombres nos protegemos.

—Gracias, eso significa mucho para mí.

—Créeme que esto es algo que jamás hubiésemos podido hacer con Catalina —comenta Melina haciéndonos reír—. Gracias por rescatarlo de ahí.

Nos quedamos cerca de una hora conversando de cualquier cosa, Consuelo no deja de jugar con Cassia y me doy cuente de lo buena madre que será para su pequeño que viene en camino, su pancita de seis meses se nota un poco y se le iluminaban los ojos cada vez que habla de su bebé. Deseo de todo corazón que esta vez todo le salga bien, igual que todos ella merece tener la familia que tanto ha soñado.

Me despedí de ellas cuando llega la hora de dormir de Cassia y dado que yo también estoy bastante cansada, decido acostarme enseguida con ella. Diego no tarda en unírsenos y a las nueve de la noche ya estamos los tres en cama con Cassia profundamente dormida en medio.

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora