Capítulo 67: Dolor y lágrimas

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La muerte de Edith fue algo demasiado fuerte para todos, sabíamos que pronto nos dejaría pero de todas maneras, no estábamos preparados. El velorio fue en su casa como ella hubiese querido y es increíble la cantidad de gente que ha llegado a despedirla, todos la lloran porque era un verdadero ángel en vida y ahora también en la muerte. Dos días después fue la misa y el funeral, que ambas fueron en el mismo cementerio.

Me ha costado mucho contener a Diego y es comprensible, era su mamá, su vida, no sé cómo pero tendré que hacer mi máximo esfuerzo para sacarlo adelante y prometo que lo haré, así sea arrastrándonos, saldremos de esta.

Cuando el sacerdote deja de hablar y dejan el ataúd rodeado de camelias —sus favoritas—, todos comienzan a irse, las personas que asistieron le dan el pésame a los familiares que están en una fila en la entrada del cementerio pero Diego es incapaz de ir, se queda sentado en el mismo lugar que ocupó durante toda la ceremonia y yo me quedo a su lado. Cassia está durmiendo y la afirmo con un brazo mientras que con la mano del otro brazo entrelazo la mano de él y apoyo mi cabeza en su hombro.

Alguien me hace un poco de sombra y levanto la mirada, es mi hermano. No lo había visto y pensé que no vendría ya que se encontraba en Brasil cuando ocurrió, su mirada se va directamente a nuestros dedos entrelazados pero cuando Diego se levanta, Adam lo abraza con fuerza. Él también tiene los ojos rojos e hinchados, después de todo, Edith era su madrina y casi una segunda madre para él.

—Lo siento mucho —la voz de mi hermano se cortó por un sollozo de él seguido por uno de mi novio—. Sé que estamos peleados y últimamente no hablamos pero estoy aquí. Lo siento tanto.

—Gracias por venir.

Me doy cuenta de que tienen bastante de qué hablar así que me levanto con Cassia todavía en mis brazos y apoyo una mano en el hombro de Diego.

—Iré a buscar a mi mamá.

—Está bien —sonríe apenas pero al menos lo hace.

Camino por el cementerio sin verla, no he podido hablar mucho con ella porque no me he separado de Diego en ningún momento pero sé que está mal. Mientras la busco, diviso a Catalina entre la gente que asistió, se muestra respetuosa y hasta le caen un par de lágrimas lo que es completamente entendible, después de todo, Edith fue su suegra por varios años.

Sigo mi camino sin mirarla demasiado, me encuentro con Rosie así que le pido que cuide un momento a Cassia antes de dirigirme a la parte en que sé que estará mamá, en la tumba de su hermana. La encuentro sentada al lado de la lapida y abrazando sus piernas mientras llora descontrolada, es una imagen que me rompe el corazón.

Me acomodo a su lado y la rodeo con mis brazos, ella se tensa al sentir el contacto pero cuando le susurro que soy yo se relaja y se deja ir en mis brazos. Solo una vez en la vida la he visto llorar de esa manera y fue cuando murió la tía Karen, pero en ese momento yo estaba tan sumida en mi propio dolor que no la pude acompañar, era demasiado chica para entender que no solo yo estaba sufriendo. Ahora lo comprendo, mamá creció al lado de Edith, vivieron todas las etapas juntas, se vieron madurar, enamorarse, casarse, tener hijos y nietos, y ahora la vida hija de puta las separó. Ese cáncer de mierda se llevó con él una amistad de casi cuarenta y cinco años.

—Se fue —susurra aferrándose más a mí—. Mi Didi se fue para siempre.

—Lo siento mucho, mamá.

—¿Cómo está Dieguito? No pude acercarme a él cuando todo terminó, no quería que me viera así, ya tiene suficiente con su propio dolor.

—Destruido pero ahora está con Adam, a pesar de todo esos dos no pueden estar separados.

—Me alegra que Adam haya podido venir, todos los vuelos estaban cancelados por el mal tiempo que había y no pudo viajar hasta hoy.

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora