Capítulo 86: Cuentos de Hadas

636 56 3
                                    

A diferencia del nacimiento de Cassia, el de Lucas es demasiado tranquilo. No paso horas y horas en una camilla esperando a estar lo suficientemente dilatada, y a pesar de que las contracciones son igual de dolorosas que la vez pasada, son totalmente soportables. No sé si se deba a que esta vez no estoy sola, que tengo a mi novio sosteniéndome la mano, a mi familia esperando afuera con mi otra hija o simplemente es que estoy más preparada que antes, pero se siente completamente diferente y pasa todo tan rápido que de un momento a otro ya tengo a mi bebé entre los brazos, con su carita roja y arrugada, llorando a todo pulmón.

—Hola. Hola —repito una y otra vez en voz baja y con una sonrisa enorme en la cara—. Bienvenido, Lucas.

Diego besa mis labios y a continuación la frente de nuestro bebé, es en este momento cuando noto que las lágrimas no dejan de caer por sus mejillas aunque se las intente limpiar. Creo que nunca lo he visto tan feliz, o bueno, una vez sí, cuando escuchó a Cassia decirle papá por primera vez.

Ya en la habitación de la clínica, Diego va a buscar a Cassia para que venga con nosotros y la acomoda en la cama a mi lado para que pueda ver al pequeño bulto que sostengo con tanto amor entre mis brazos.

—Saluda a tu hermanito, ratoncito —dice Diego y Cassia queda mirando fijamente al bebé por un largo rato sin decir nada. Luego, levanta la vista hacia mí con confusión y lo apunta.

—¿Por qué es tan feo?

Diego suelta una carcajada tan fuerte que una de las enfermeras se asoma a ver si todo está bien y yo hago una mueca ya que al reírme también hice un movimiento brusco y ya me estoy sintiendo un poco más adolorida.

—No es feo, es solo que acaba de nacer.

—Pero... está arrugado y... su cabeza tiene forma extraña.

Ya vas a ver que unos días va a ser tan lindo como su hermana —Diego le da un beso en la frente sin dejar de reír.

Nos quedamos unos minutos más los cuatro, juntos como una familia y luego Diego sale con Cassia para dejar que otras personas entren a vernos ya que solo pueden entrar dos o tres personas a la vez. Llega mamá con mis hermanos, luego papá, los hermanos de Diego, su padre, todos a conocer al nuevo integrante de la familia y pueden llamarme loca, pero cuando ya no quedaba nadie más que Lucas y yo en la habitación y me estaba por quedar dormida, un revoloteo en la ventana me hizo abrir los ojos y sonreír.

—Hola, Edith —susurro y noto que mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas—. Te presento a tu nieto Lucas. Lucas, ella es tu otra abuela, Edith, ahora mismo no está aquí con nosotros pero siempre nos cuida desde donde quiera que esté y le hubiese encantado conocerte.

El colibrí se queda revoloteando varios minutos más como si estuviera esperando algo así que vuelvo a hablar.

—Lo has conseguido, el último de tus hijos tiene una familia que lo cuidará pase lo que pase y está en buenas manos. Puedes irte tranquila ahora, te prometo que estaremos bien.

En medio de sus revoloteos, se da la vuelta y se comienza a alejar, se me forma un nudo en la garganta porque por alguna razón sé que es la última vez que la veré. Que su trabajo aquí ya está hecho y al fin podrá descansar en paz porque el único miedo que tenía era que al irse su hijo quedara solo y perdido en el mundo, ahora que ha comprobado que no es así, puede emprender finalmente su vuelo.

—¿Eso era un...? —pregunta Diego entrando en la habitación justo cuando termino de hablar.

—Colibrí.

Sonríe con tristeza sin dejar de mirar hacia la ventana.

—Creí que me lo había imaginado cuando lo vi por unos segundos en la sala de espera pero supongo que debí haberlo adivinado, claro que no se perdería el nacimiento de su nieto.

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora