Capítulo 76: ¿Después de la tormenta?

596 61 9
                                    

Camino de un lado a otro como si fuera un león enjaulado, mientras Diego me mira desde el sillón con mi hija dormida en su pecho. Me ha pedido que me tranquilice unas cinco veces y lo amenacé con echarlo del departamento si me lo decía una sexta. El mensaje de Kiara me dejó temblando, ¿qué significaba que Benjamín estuviera en la cárcel? ¿Cómo fue que pasó algo como eso?

El timbre suena y yo llego a saltar del susto, me dirijo a la puerta con rapidez y la que me encuentro detrás de ella no es la Kiara que vi hace un tiempo. Tiene sangre seca en toda la barbilla que proviene de un labio bastante roto, los ojos hinchados y enrojecidos, y apenas me ve, se abalanza sobre mí en un abrazo y comienza a llorar desconsolada.

Miro a Diego, como si estuviera preguntándole «¿Y ahora qué hago?», pero la intento tranquilizar haciendo círculos en su espalda. No sé si funcionará realmente pero una vez alguien me dijo que sí lo hacía y supongo que es verdad porque unos minutos después, comienza a respirar con más normalidad.

—Tuve que hacerlo —solloza mientras intenta limpiarse las lágrimas.

—¿Qué pasó? —apunto a su cara aunque mi pregunta es mucho más amplia.

—La madre de Benjamín me golpeó.

—¿Jacqueline? ¿Por qué hizo eso?

—Porque... fui yo quién entregó a Benjamín a la PDI.

La impresión me hace retroceder un paso, no puedo creer que haya hecho eso.

—Tenía... tenía que proteger a mi hijo —intenta disculparse pero la freno en seco levantando una mano.

—Hiciste lo correcto, una de las dos tenía que hacerlo y yo fui demasiado cobarde —le tomo la mano y le regalo una sonrisa que no sé de dónde saco, supongo que estos dos años tratando pacientes me ha enseñado a sonreír aun cuando la cosa se esté poniendo fea—. Ven, vamos a curarte ese labio. No seré enfermera todavía, pero puedo hacer eso.

Le hago una seña a Diego para que se quede donde está y llevo a Kiara hasta el baño que está en mi habitación. Le pido que se siente encima de la tapa del retrete mientras busco mi cajita de primeros auxilios. Saco una par torulas de algodón y una ampolla de suero fisiológico antes de comenzar a limpiar toda la zona.

—Va a quedar hinchado un par de días pero no es demasiado grave, sale bastante sangre porque hay muchos vasos sanguíneos en esa zona pero todo estará bien. Te daré un cubito de hielo para ayudar a que de contraigan un poco.

—Gracias. Sé que no merezco que seas tan buena conmigo, pero gracias.

—Ni tú ni yo tenemos culpa en todo esto, a ambas nos engañaron.

—No puedo creer lo idiota que fui todos estos años.

—¿Te parece si vamos a hablar a la habitación?

—Sí.

Me sigue y se acomoda en una esquina de la cama mientras voy a buscar un par se hielos al refrigerador. Un silencio incomodo nos invade porque yo no sé qué preguntar y ella tampoco sabe cómo empezar. Al final, comienza a contarme todo lo que pasó ayer cuando fue a su casa y cuando le dijo que sí se iría con él.

—¿Por qué? —levanta la mirada hacia mí, nuevamente sus ojos están llenos de lágrimas—. ¿Por qué si estabas tan enamorada de Benjamín, lo traicionaste? Podrías haber formado la familia que tanto soñaste con él.

No lo digo para hacerla sentir mal, lo digo de verdad. Apenas la conocí, descubrí que yo nunca podría haberlo amado como lo amaba ella. Necesito entender.

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora