Capítulo 10: Mariposas

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En la mañana, Cassia me despierta depositando besitos en mi cara. Sonrío y comienzo a hacerle cosquillas, me encanta oír su risa, hace que me olvide de todo lo malo y no hay mejor forma de despertar que esa. Cuando dejamos de jugar me doy cuenta de que mi hermana está de pie en mi puerta, debe estar esperando su dinero. Saco los cinco mil pesos que iba a darle y se los entrego.

—No te daré más —le digo antes de que pueda hablar—, ayer te di diez mil y ni siquiera tuviste que hacerla dormir.

—No venía a pedirte más dinero pero ya que insistes —me lo quita de la mano y yo resoplo—, extrañaba que vinieras, hermanita. Por cierto, hay unas amigas tuyas abajo.

Pongo los ojos en blanco y me levanto para ir a ver de quien se trata, paso por el baño, me cepillo los dientes y me arreglo un poco el pelo que amaneció imposible. Vuelvo a la habitación y tomo a mi hija con un brazo antes de bajar. Antes de entrar a la cocina escucho la risa de Amy, jamás podría confundirla, es ese tipo de risa único y que hace reír a todos, aunque el chiste sea malo.

—Hola —digo entrando y veo que está Amy y Lu, tomando té con mi madre.

—Espero que no te molesté que hayamos venido sin avisar —dice Lu, quien no le quita la vista a mi hija—, queríamos conocerla lo antes posible.

—¡Es hermosa, Effie! —exclama Amy y se acerca para saludar a mi hija.

—Gracias por venir, chicas.

Dejo a Cassia en su silla para comer y comienzo a preparar su desayuno, mientras mi mamá me prepara un té. Me siento al lado de mis amigas, sin importarme estar solo en pijama y recién despertando; después de todo nos hemos visto en peores condiciones.

—Fer no pudo venir —se lamenta Lu—, tenía muchas ganas de acompañarnos pero tuvo un problema con el novio y debía arreglarlo.

—¿Tiene novio? —pregunto sorprendida. Fer era el tipo de chica que nunca tuvo novio en el colegio porque decía que el amor no existía, y que no estaba dispuesta a dejar su libertad por alguien, como cambian las cosas.

—Sí, nos reímos de ella porque es peor que todas nosotras juntas. Le salió su lado romántico.

Me muestran algunas fotos de Fer y su novio en Facebook, hace mucho que no ingresaba a esa red social; literalmente estuve dos años alejada del mundo. Sonrío al ver su foto de perfil, Fer nunca fue de arreglarse mucho, en nuestra época escolar era un poco gótica y verla con maquillaje más suave, el cabello suelto y una sonrisa en el rostro fue sorprendente. Sin todo ese maquillaje negro, sus ojos color avellana se podían apreciar con mayor facilidad. Al novio, lo conozco y es que no es muy difícil reconocer a las mejores familias aquí, y él pertenece a una de ellas. Lo recuerdo del colegio también, estaba un curso más arriba de nosotras y si mi memoria no falla, Fer lo odiaba ya que lo encontraba arrogante, frívolo y un par de cosas más que prefiero no decir.

—¿Cómo es qué pasó del odio al amor? —pregunto antes de tomar un sorbo de mi té—. Por lo que recuerdo, la sola presencia de Leo le desagradaba.

—No lo sé, lo mismo nos preguntamos cuando supimos, la encontramos a los besos en la playa cuando llevaban seis meses siendo novios; casi la colgamos por no contarnos.

—Tal vez sabía cómo la interrogarían ustedes —interviene mi mamá entre risas—. ¡Oh! Se me olvidaba, prepararé una cena para darte la bienvenida a casa, aunque ya llegaste hace días pero igual. Chicas están invitadas, y llamaré a Jenny y a Fer, ya tenemos varios invitados.

—¿A quién más invitaste? —le pregunto curiosa.

—Mmm...bueno, los abuelos iban a venir de todos modos porque hoy llegan a la ciudad, tus amigas, sus novios si quieren traerlos, invité a Jackeline, le hará bien despejarse un poco; a Adam, su novia y su mejor amigo.

—¡¿Qué amigo?! —pregunto rápido. «No digas, Diego. No digas, Diego»

—Diego —dice sonriente. ¡Mierda!—, supongo que lo recuerdas.

—Me fui dos años, no toda la vida. Claro que lo recuerdo —digo molesta, sé que mi mamá no tiene la culpa pero ¡Agh! ¿cómo puedo tener tan mala suerte?—, ¿Por qué lo invitaste?

—¿Qué pasa? Antes te agradaba cuando venía a cenar o iba a vacacionar con nosotros.

Mis amigas se dan una mirada cómplice y ahogan una risa mientras yo las fulmino con la mirada, mi madre sigue a la espera de una respuesta y Cassia juega con su comida.

—Me agradaba cuando tenía trece años, mamá. Las cosas cambian con el tiempo, además no creo que tenga tiempo con todo lo del matrimonio —mi mamá está apunto de decir algo y ya sé lo que está pensando—. Ni se te ocurra invitar a la novia, puedo soportar la presencia de él pero no de ella, es la que vino a «amenazarme» el otro día.

—¿Por qué su novia te amenazaría?

—No lo sé, mamá. Está loca y siempre lo ha estado. Ahora ¿podemos cambiar el tema?

Terminamos de desayunar luego de mi «berrinche» y las chicas me acompañan a mi habitación, la ordeno rápidamente y luego las hago pasar. Las dejo un momento solas con mi hija para darme una ducha rápida, siendo madre aprendí a ducharme con rapidez ya que antes podía estar hasta treinta minutos bajo el agua. Salgo diez minutos después, vestida y me siento en la cama para comenzar a conversar con mis amigas que dejan de jugar con Cassia cuando me ven pero le siguen prestando atención.

—¿Diego se casa?¿La bruja te amenazó?¿Que sentiste al verlo?

Me sueltan un montón de preguntas a las que respondo en orden, les cuento cómo es que me lo he encontrado en todos los lugares posibles, rompen a carcajadas cuando les cuento que Catalina pensó que Cassia era hija de Diego y casi se desmaya, intento saltarme la pregunta de qué sentí al verlo ya que no estoy muy segura de que sentí pero creo que un par de mariposas revolotearon en mi estomago, aunque jamás lo admitiré en voz alta. 

Espero les haya gustado el capítulo :3 nos leemos el próximo domingo :)

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora