Capítulo 14: Rabia

1.4K 135 4
                                    

                   

Escucho a mi hija llorar, y a mi madre correr hacia ella; debe haberse asustado por el portazo, no sé que me está pasando pero parece que mis pies estuvieran pegados al suelo y no reacciono bien. Mi mamá se pone en frente de mí una vez que Cassia deja de llorar y me mira preocupada. Ve el papel en el piso y lo recoge para ver de que se trata.

—¿Qué pasa, Elizabeth?

—¿Por qué hace esto? —digo furiosa, saliendo de mi estado de shock—¡No tiene ningún derecho a enviarme una de esas invitaciones!

—No entiendo —su voz no se altera, nunca lo hace—, lo conoces desde pequeña; si fuera tú me enojaría si no me hubiese invitado.

—No, si no me hubiese invitado estaría todo bien, porque no me interesa asistir a su ceremonia de mierda; ni siquiera la ama, mamá.

Me doy cuenta de que dije algo que no debería haber dicho y me arrepiento enseguida ya que sé que mi madre empezará con sus preguntas.

—¿De qué estás hablando?

—Nada, solo no puedo creerlo, esa tipa viene a amenazarme a mi propia casa y después envía una invitación a su boda. De verdad, si la tuviera en frente le tiraría su tarjeta por la cabeza.

—Tranquilízate, ven, te haré un té de melisa a ver si te relajas.

—No necesito ningún té.

—No estás bien y estás asustando a Cassia, te tomarás el té. Y con tu mejor sonrisa.

Me lleva del brazo a la cocina y pone a hervir el agua, pone un tazón encima de la mesa y se sienta en un taburete.

—Entonces —comienza haciéndose la desinteresada—, ¿qué fue ese arranque de rabia?

—No fue nada, es solo que ella no me agrada.

—Dijiste que él no la amaba, ¿cómo sabes eso?

—Solo lo dije, da igual, mamá.

—Sabes que puedes confiar en mí, Elizabeth —dice con su mirada tranquilizadora—. Si estás celosa, es completamente entendible. Se conocen hace tanto y a lo mejor las cosas se pudieron confundir.

—¡Mamá! ¿De qué estás hablando? No se ha confundido nada, y no estoy celosa.

—Bueno en mis tiempos, tu actitud significaría que estás muy celosa.

Doy un pequeño grito de frustración y me voy a mi habitación enojada, que mi mamá empezara a molestarme ya es mucho, además no estoy celosa. ¡Já! Por favor, no podría estar celosa de un idiota como ese. Mi madre sube al rato con el té de melisa y me lo da sin decir nada más, luego vuelve a donde está mi hija. Me bebo el contenido y luego de un rato siento como me voy relajando un poco, hasta que me quedo profundamente dormida.

Para mi mala suerte, mi inconsciente me traiciona y en mis sueños, aparece nada más ni nada menos que mi primer beso con Diego.

Tenía catorce años, y él dieciocho, a punto de cumplir los diecinueve; hace aproximadamente un año que ya no lo veía como un hermano, lo veía como un amor platónico ya que sabía que algo entre nosotros nunca podría pasar. Sabía que para él yo solo era la hermana pequeña de Adam, y eso me frustraba; tanto que a veces me cortaba los brazos de pura rabia. Un día, no sé por qué él estaba en mi casa y no había nadie más; yo recién había salido del baño con mis muñecas vendadas, y lo vi sentado en mi cama.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté lo mejor que pude, mi corazón palpitaba a mil de solo verlo.

—Adam me pidió si podía pasarme, pero no está. La señora Cleme me abrió la puerta pero ya se fue.

—No, ¿qué haces en mi habitación?

—¡Ah! Me perdí buscando el baño.

—Sí, y yo nací ayer.

—¿Qué tienes en tus muñecas? —miró hacia las vendas y me di cuenta de que esa vez me había excedido, la sangre la estaba traspasando—. Déjame ver.

—No, no pasa nada.

No me escuchó y contra mi voluntad tomó mis brazos y comenzó a examinarlos, encontrándose con los cortes recién hechos. Me quedó mirando fijamente con los ojos como plato.

—Es mi problema, metete en tus asuntos.

—Es mi asunto, no puedo dejar que lo sigas haciendo.

—Si le dices algo de esto a mi hermano o a mis papás lo pasarás muy mal, Diego.

—No se lo diré si me prometes que no lo volverás a hacer.

—Lo prometo —dije poniendo los ojos en blanco.

—¿Crees que soy idiota? —le iba a responder que sí, pero él continúo hablando—. Voy a estar pendiente de ti y si veo marcas nuevas ya sabes lo que haré.

—¿No tienes asuntos importantes que hacer? Preparar la PSU* o algo así.

—La prueba es el lunes y no hay nada que pueda hacer para prepararla, además mientras peor me vaya mejor.

—Que pensamiento más mediocre.

—Eres una nenita, que no entiende nada.

Dijo molesto y se acercó aun más a mí.

—¿Yo soy la nenita? Lo dice el que no se preocupa por su futuro.

—Claro que me preocupo por el futuro, pero también quiero hacer lo que me gusta, si me va mal tal vez mi padre me dejé.

—Eres un cobarde por no enfrentarlo.

—¿Habla de cobarde la niña que se corta?

—¡Eres un imbécil!

No respondió nada más, solo acortó la distancia que nos separaban y pegó sus labios a los míos. Al principio estaba un poco aturdida y pensé que estaba alucinando pero luego me di cuenta que efectivamente, Diego me estaba dando mi primer beso. Apoyó una mano en mi cintura y la otra en mi nuca y me continúo besando. Aunque estuviéramos discutiendo, fue el mejor beso, el que más recuerdo; a pesar de no haber sabido besar en ese entonces, lo que me hizo sentir fue realmente increíble y por más que lo he intentado, hasta el día de hoy no he podido olvidarlo.

Despierto, bañada en sudor y odiándome por haber soñado eso, por haber reaccionado cómo reaccioné, por todo. Decido darme una ducha y cuando bajo veo que mi padre está en el living viendo la tele con mi hija en brazos. Saco mi celular roto y les tomo una foto sin que se den cuenta, se ven tan adorables, que no puedo evitarlo.

                   

Me voy a sentar a su lado y mi padre me rodea con su brazo libre y me pregunta cómo estuvo mi primer día de trabajo; le respondo que estuvo genial aunque me incomodaba un poco que las paredes fueran de vidrio. Le pregunté si no había alguna posibilidad de poner persianas en las de mi oficina temporal y lo convencí al dar mi argumento de que debido a mi déficit atencional me cuesta mucho trabajo concentrarme si veo todo lo que pasa afuera. No iba a entrar en detalles y decirle que no quiero ver al idiota, porque eso significaría más preguntas que no estoy preparada para responder.

Notas
PSU*: Prueba de selección universitaria, acá en Chile se deben dar tres o cuatro pruebas (lenguaje, matemáticas, ciencias o historia) para poder ingresar a la universidad. El máximo son 850 puntos.

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora