Capítulo 8: Rumores

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—¡Lizzie! —exclama mi padre cuando me ve hablando con Diego, él es la única persona que sigue llamando así, y no me gusta ya que antes Diego también lo hacía— ¿Qué haces aquí?

—Hola, papá. Mamá dijo que se te habían olvidado unas carpetas en casa, y como soy la mejor hija del mundo te las traje.

—¡Oh! Gracias, pensé que tendría que ir a buscarlas —dice abrazándome y luego se da cuenta de quien nos acompaña— ¿Recuerdas a Diego?

«¿Qué preguntas son esas, papá? Claro que lo recuerdo.»

—Sí, lo vi cuando fui a visitar a Adam —digo despreocupada.

—Hasta que logramos convencerlo de que trabajara con nosotros, tenía muchas propuestas de trabajo cuando salió de la universidad; ya no es ni parecido al niño rebelde que acompañaba mi hijo cuando chocó mi auto nuevo.

«Ni el que le rompió el corazón a tu hija, ya que estamos hablando del pasado»

—Siento mucho lo del auto señor.

—Ya olvídalo, fue hace casi diez años —le da unas palmaditas en la espalda—. La herida ya sanó.

Mi padre nos deja solos nuevamente y yo me despido rápidamente de Diego, no quiero estar ni un minuto más frente a él.

—¡Nos vemos pronto! —grita.

No me doy vuelta, sigo mi camino ignorándolo por completo; parece estar disfrutando de todo esto mientras yo lo único que quiero es no verlo más. Cuando me subo al auto mi celular suena y veo que es un mensaje de Jenny.

"Esta noche te sacaré así que obliga a tu hermana a hacer de niñera y ponte linda"

"¿Dónde iremos?"

"Generación 2013, reunida en la casa de Víctor"

"No sé, Jenn. No tengo muchas ganas de ver a TODOS nuestros ex compañeros"

"Te sacaré a la fuerza si es necesario, un beso"

Guardo el celular en mi cartera y conduzco a mi casa, sé que Jenny cumplirá su palabra de llevarme ahí cueste lo que cueste y no es que no quiera ver a mis compañeros; la verdad hay varios con los que me gustaría reencontrarme pero también hay gente a la que desearía no ver nunca más en la vida.

Ya en casa, aviso a mi madre que saldré en la noche y hablo con Rosie para que cuide a Cassia, le doy dinero y ella lo acepta para después decirme, la muy desgraciada que lo hubiera hecho gratis también. Debo tomar nota para la próxima vez, si es que hay una próxima vez.

—Vine antes para ayudar a arreglarte —dice mi amiga apenas le abro la puerta—, como en los viejos tiempos.

—¿Por qué quieres arreglarme tanto? —comienzo a sospechar de sus intenciones ya que la conozco muy bien.

—Porque sí, fueron muchos los que se fueron a estudiar a otras ciudades, pero tú fuiste la única que nunca regresó. Todos esperan tu aparición, así que tienes que deslumbrarlos.

—Sabes que no me gusta llamar la atención.

—Sí, pero la cosa es que vayas arreglada o no la atención estará en ti. No tienes alternativa.

Sé que una discusión, por más estúpida que sea con Jenny es imposible ganarla. Como buena estudiante de derecho, tiene un argumento para todo y siempre te deja sin palabras; no me sorprendería que gane todos los casos que le toque defender. Cerca de las once de la noche salimos de mi casa, hice dormir a mi hija antes de salir así que la tarea de mi hermana será aún más fácil ya que una vez que Cassia se duerme, no la despierta ni un terremoto. Pedimos un taxi ya que Jenn no me deja conducir porque dice que me obligará a tomar por lo menos dos copas y con todo esto de la "Ley tolerancia cero" no me arriesgaré a manejar con alcohol en el cuerpo. Tampoco puedo ser tan irresponsable como para hacerlo teniendo en cuenta de que una pequeña me espera en casa.

Nos bajamos fuera de la gran casa de Víctor, está todo justo como lo recordaba. En este lugar tengo muchos recuerdos, y es que los últimos años de colegio cada fin de semana había fiesta y ¿adivinen quién no se perdía ninguna? Esos arboles y plantas me vieron con Diego y luego con Benjamín. Es increíble como nada ha cambiado en dos años, por lo menos en el exterior.

—¿Pero qué es lo que ven mis ojos? —dice Víctor cuando nos ve— ¡Effie! Pensábamos que no vendrías.

—Jenn me convenció, la verdad estuve a punto de no venir.

—Que bueno que lo hiciste, así todos esos rumores se acabarán al fin.

—¿Rumores? —miro a mi amiga y ella se remueve nerviosa.

—Uhmm...Como no volviste nunca, el grupo de Rocío comenzó a hacer suposiciones cuando nos juntábamos todos —la quedo mirando sorprendida, ¿recuerdan a las personas que no quería ver? Eran justamente ellas—. Hay varios rumores.

—¿Cómo qué?

—Bueno, el que más se dice es que escapaste de tu casa con un chico que no era tu novio —comienza a decir Víctor—, más de alguna vez dijeron que estabas muerta.

—¿Muerta?

—Ya sabes lo tontas que son. ¡Ah! Y lo otro decían que no volviste porque quedaste embarazada.

Abro los ojos como platos y mi amiga me aprieta el brazo; yo me armo de valor, mi hija no es nada que tenga que esconder. Ya la mantuve en secreto durante dos años y nunca más lo haré.

—La verdad es que a pesar de que ellas solo hablan estupideces, en eso tuvieron algo de razón. Tengo una hija, de un año y medio; y siendo sincera, es lo mejor que me ha pasado en la vida así que no me avergüenzo de haber sido madre a los dieciocho años.

—Eso debió ser difícil —dice mi compañero aún sorprendido.

—Difícil pero no imposible.

—¡Effie! —escucho el grito de tres chicas y veo como vienen a abrazarme, finalizando nuestra conversación.

Fernanda, Lucía, Amanda y Jenny eran mis mejores amigas aquí, y cuando me fui las dejé a todas atrás. Lo sé, soy una pésima amiga y me arrepiento totalmente de haberlas alejado de mi vida.

—¡Por Dios! Estás hermosa —dice Lu señalándome—. Te extrañamos mucho.

—Yo también las extrañé, perdón por no comunicarme nunca; tenía otras cosas en las que ocuparme pero les contaré luego.

—Eff...yo —comienza Amy tímidamente—, siento mucho lo de Benjamín. 

Mi corazón se aprieta, pero sé que no será la única vez que alguien me diga esto en lo que queda de noche, ya que a pesar de que Benjamín no iba en nuestro colegio todos sabían que era mi novio. Lo único que puedo hacer es mantenerme firme, pensar con la cabeza fría y aguantarme las lagrimas que amenazan con salir; no digo que será fácil, pero no puedo permitir derrumbarme, no puedo hacerle eso a mi hija.

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora