Capítulo 43: ¿Por qué a mí?

1.2K 127 4
                                    

Antes de abrir los ojos me doy cuenta de que no está a mi lado, siento el vacío como si estuviera acostumbrada a dormir a su lado, cosa que no es así. Aún un poco desorientada lo busco por la habitación, esperando que estuviera viéndome dormir o que apareciera de repente por la puerta, y ver que eso no pasará me invade una ola de decepción. ¿Qué esperaba? No es mi novio, no es mi prometido y en estos momentos creo que no es mi amigo... Por más que quiera engañarme, una persona no desea a sus amigos como yo deseo a Diego.

Miro mi teléfono para ver la hora y me sorprendo al ver un mensaje de él, mi corazón da un brinco mientras mi cerebro intenta no emocionarse demasiado.

«Me hubiese gustado despedirme pero dormías tan plácidamente que no quise despertarte, debo confesar que te robé un beso antes de irme. Tú mamá entró a tu habitación y nos encontró durmiendo, cuando vio que abrí los ojos me dio una sonrisa cómplice y luego me dijo que tu padre había llegado así que decidí que era momento de salir. No quiero causarte más problemas... Un beso»

Termino de leer el mensaje con la mano posada sobre mis labios desde el momento en que leí que me había besado antes de irse. Sonrío y luego me invade la nostalgia, si tan solo hubiese regresado un año antes o tal vez un poco menos, todo sería muy distinto, Benjamín estaría vivo, Cassia tendría un padre, Diego no estaría comprometido con Catalina y tal vez, solo tal vez podríamos haber vivido lo que nos arrebataron hace años.

Pero bueno, supongo que cada cosa tiene su tiempo, nada me asegura que las cosas hubiesen sido distintas de haber regresado antes, la vida sigue su curso y esto es exactamente lo que debería estar pasando. ¡Effie nuevamente con un corazón roto! Lo presiento.

«Gracias por seguir preocupándote por mí, a pesar de todos los problemas que te he dado.»

Pulso la tecla para enviar y me quedo esperando, impaciente, creo que es el minuto más lento de la vida hasta que en la parte superior, donde está su nombre dice que está escribiendo. Rápidamente, como si mi vida dependiera de eso cierro la conversación, no quiero que crea que estaba impaciente esperando su respuesta aunque haya sido así. ¡Patética! Pero con dignidad.

Me demoro dos minutos exactos en abrir el mensaje para no parecer desesperada y lo abro.

«Creo que yo te he dado más problemas, tú eres la que tiene la cara llena de rasguños. Lo siento tanto.»

«Sabes que no es tu culpa, y que quedaste peor cuando el idiota de mi hermano te golpeó.»

«Eso pasó hace como un millón de años.»

«Sí, pero será difícil que yo lo olvide. Buenas noches.»

«Buenas noches.»

Me quedo unos momentos releyendo una y otra vez su último mensaje de dos palabras, luego decido que es tiempo de bajar, tengo mucha hambre y necesito ver a mi hija.

***

El viernes, luego del trabajo mamá me pide que haga unas compras por ella ya que se encuentra demasiado agotada así que ahora voy de camino al supermercado. Hace demasiado calor así que lo único que quiero es volver rápido a casa para darme un chapuzón en la piscina.

Estoy en el pasillo de los cereales comprando el que le encanta a Rosie y a mí también, antes mamá no nos compraba porque decía que eran demasiado dulces pero ahora soy yo quien está haciendo las compras.

—Elizabeth —me doy la vuelta extrañada y veo a Kiara. ¡Genial!—. Hola.

—Hola.

Me da un beso en la mejilla y luego me comienza a preguntar cosas que se pregunta la gente cuando se encuentra con alguien conocido. No quiero ser mala persona pero la verdad no me interesa hablar con ella, tal vez sentiría lastima si no fuera la otra novia que mi novio muerto tuvo mientras estaba conmigo.

—Debo irme, no puedo hablar contigo después de todo lo que sé, lo siento.

Doy media vuelta y empujo el carro hasta la caja para pagar, creo que escucho una disculpa de su parte. Una vez en el estacionamiento y cuando termino de guardar la última bolsa en el portamaletas, miro hacia al frente y la veo de nuevo. Soy testigo del momento exacto en que en su cara aparece una mueca de dolor y se dobla un poco poniendo las manos en su estómago.

Camino hacia ella porque después de todo tengo un corazón y no podría dejarla ahí sin saber si está bien, estoy por preguntarle qué le ocurre cuando rompe bolsa y yo me quedo paralizada. ¡Díganme que es una broma!

Suelta un grito de dolor y la alcanzo a afirmar para que no se caiga.

—Esto no debería estar pasando... —otro grito interrumpe lo que estaba diciendo—. Aún quedan semanas.

—Tranquila, estas cosas suelen pasar. Vamos, te llevaré al hospital clínico.

—No tienes por qué hacer esto, no es tu problema.

—No te voy a dejar tirada cuando estás a punto de tener a tu hijo, conozco los dolores a la perfección y no podría hacerlo —la ayudo a acomodarse rápido en el asiento del copiloto y luego corro hacia el otro lado—. Dicen que tengo corazón de abuelita.

—Gracias.

No respondo nada más por unos momentos hasta que recuerdo que lo único que necesitaba en el momento que sentía esos dolores era que alguien estuviera distrayéndome, cosa que no pasó. Comienzo a hablarle de cualquier cosa, temas de actualidad, lo que sea para distraerla y al parecer funciona, pero no por mucho tiempo.

Estaciono el auto y la ayudo a llegar hasta a urgencias en donde la ingresan enseguida, al quedarme en la sala de espera me debato entre irme a casa o esperar a tener noticias. Sé que no tengo por qué estar aquí, pero de cierta forma me preocupa, más que mal, el niño que nacerá será hermano de mi hija; lo quiera o no.

—Su amiga y el bebé están bien —la sorprendió la voz de una enfermera—, aún no está lo suficiente dilatada. ¿Quiere pasar a verla?

No sé qué hacer, ¿qué mierda hago ahí? Asiento solo con la cabeza, supongo que viene al caso que no somos amigas si no que las «Viudas de Benjamín», por darnos un nombre.

Kiara se sorprende al verme ahí todavía, pero muestra una sonrisa. Le pregunto a quién puedo llamar para avisarle de esto pero me dice que no tiene a nadie, sus padres murieron hace cuatro años en un accidente automovilístico y vive sola desde entonces. Se me parte el corazón al escucharla hablar, porque yo también me sentí sola cuando estaba por tener a Cassia a pesar de la profesora que me acompañó, pero no puedo quejarme porque mi abuela siempre estuvo a mi lado.

—¿Puedes entrar conmigo? —su pregunta me deja paralizada.

—¿Qué?

—Por favor —un par de lágrimas cayeron por sus mejillas—, no puedo hacer esto sola.

—Pero yo...

—Ya pasaste por esto, por favor, sé que lo te estoy pidiendo es mucho y que no lo merezco, pero necesito una mano sosteniendo la mía. Por favor no puedo hacerlo sola.

Me quedo en silencio por varios minutos, intentando preguntarme qué mierda hacer. No debería estar aquí, mi cabeza es un lío y sinceramente no sé por qué estas cosas me pasan a mí. Cuando logro reaccionar del todo, retrocedo y salgo de la habitación. 

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora