Capítulo 23: Charla de hermanas

1.1K 135 3
                                    

Mi hermana está sentada mirándome en silencio, su expresión no me da ninguna idea de lo que quiere hablar pero aún así me da un poco de miedo, nunca tuve una charla de hermanas porque ella era demasiado pequeña para entender mis «problema», más aún si yo intentaba aparentar ser de más edad y «hacía» cosas de grandes.

—Estoy embarazada —suelta muy rápido y yo me quedo paralizada analizando sus palabras.

—¡¿Qué?!

Rosie suelta una carcajada que es suficiente para saber que me está tomando el pelo, una muy mala broma si nos ponemos a hablar serios.

—Deberías haber visto tu cara, Eff —la desgraciada se sigue riendo—. No te preocupes, soy más virgen que el aceite extra virgen; aún.

—No juegues con eso, casi me da un infarto.

—Bueno, lo siento. Pero te quiero hablar de algo que tiene que ver con eso.

¡Ay no! No quiero tener este tipo de conversación con mi hermana, todavía la veo como un bebé aunque tenga dieciséis años.

—Me estás asustando.

—Tengo novio, se llama Simón; llevamos casi un año juntos y creo que de verdad estoy enamorada.

—Déjame adivinar, mamá y papá no lo saben.

—No, no sé lo que van a decir. ¿Y si no me dejan verlo más?

—Sabes que no harán eso, tal vez los vigilen un poco más para que no llegues con un nuevo nieto como tu hermana pero supongo que te apoyaran, a no ser, claro que sea un delincuente o algo así.

—No lo es, es mi compañero de curso. ¿Recuerdas ese que me juraba amor eterno en quinto básico?

—¿Simón Aldunate? ¿El de los lentes feos y del que te reías siempre?

—Ya no usa lentes y está buenísimo, además es una buena persona. Todos cambiamos, además ya han pasado casi seis años de eso.

—Nunca debes burlarte de los que no son muy agraciados en la infancia, por lo general la adolescencia les pega fuerte.

—Lo sé, en fin, te quería hablar de otra cosa —aquí vamos—. ¿Cómo sé si estoy lista para dar el siguiente paso?

—¿El siguiente paso? —le pregunto enarcando una ceja, divertida.

—Ya sabes a lo que me refiero.

—No lo sé, supongo que solo lo sientes. Lo importante es que te sientas segura con la persona que lo estás haciendo, que no te sientas presionada a hacer algo que no quieras. No debes dejar que nadie tome esa decisión por ti, solo tú sabes cuando estás preparada.

—¿Estabas nerviosa cuando fue tu primera vez?

—Claro que sí, me moría de miedo. No creo que sea posible no estar nerviosa.

—Pero, ¿no te sentías presionada por él?

—Nunca, él siempre respeto mis tiempos, sabía que estábamos en etapas diferentes y que yo necesitaba más tiempo para sentirme preparada. Nunca me exigió nada, ni siquiera lo insinúo; al final fui yo quién le dijo que quería hacerlo.

—¿Puedo preguntar cuántos años tenías?

Supongo que en algún momento debía hablarlo con alguien o confesarlo. Solo yo y dos personas más saben de esto.

—Catorce —no estoy segura de si me escucho porque fue apenas un susurro.

—¿Catorce? Pero si a Benja lo conociste a los dieciséis —me queda mirando y luego sus neuronas hacen sinapsis y me mira sorprendida—. ¿No fue con él?

—Nop. Tuve un novio antes de Benjamín aunque nadie lo sabe.

—¿No te arrepientes de que hayas sido tan chica y que no haya sido con él?

—No, como te dije, estaba segura de que lo quería. Las cosas pasan cuando tienen que pasar y no me arrepiento de nada.

—¿Puedo saber con quién fue? ¿Lo conozco?

—Prefiero que siga siendo un secreto, nadie lo sabe aparte de él y yo, y bueno, Benjamín también lo sabía.

—Por favor, no puedes tirar esta bomba y quedarte callada.

—¿Prometes no decirle nada a nadie? Ni a mamá, ni a papá, ni a Adam. A nadie porque de eso depende vivir en paz.

—Me estás asustando ahora tú, pero sí, lo prometo.

—Diego.

—¡¿Qué?! —ahora fue su momento de gritar sorprendida— ¡¿Diego Gassmann?!

—Puedes gritarlo un poquito más fuerte que los abuelos no te escucharon en ¡Nueva York!

—Pero, es muy mayor.

—No lo es, en ese momento si se notaba la diferencia pero ahora ya no, cinco años no es mucho.

—Se va a casar.

—Lo sé y le deseo lo mejor del mundo —sin esa bruja, claro—. Es tema superado, pasó hace seis años y no hay que vivir aferrada al pasado.

—Dicen que el primer amor nunca se olvida.

—Lo sé.

Nunca pensé estar hablando de esto con mi hermana, ni con ninguna persona en realidad. Para mí era un tema cerrado y casi olvidado —claro que sí, negadora—, pero supongo que de algo sirve hablar las cosas, me siento liviana y no pensé que eso fuera posible.

Mi hermana se va a su habitación dándome gracias por la charla aunque no creo que haya hecho mucho, lo que sí le hablé de los métodos anticonceptivos, no quiero ser tía, por lo menos no ahora. Sé lo difícil que es se madre joven y aunque solo tuve a Cassia teniendo solo dos años más que mi hermana, y a pesar de que nunca me arrepentiría por tener a mi hija no quiero que ella pase por eso, todavía le queda mucho por vivir y sé que mis padres no podrían soportar otra bomba como esa.

Cerca de las seis de la tarde salgo al patio con la caja de mis cartas y me siento en la misma banca que me senté ayer con Diego, me quedo unos minutos en silencio antes de abrirla sin atreverme a hacerlo; saco su carta y la comienzo a leer otra vez, me sé de memoria sus palabras y no puedo evitar ponerme a llorar, pero esta vez es de rabia.

Tomo el encendedor que tenía en mi bolsillo y lo enciendo, dudo un momento y luego pongo la esquina del papel en el fuego; rápidamente la hoja se comienza a consumir, llevándose así las últimas mentiras de Benjamín, las que como una idiota me creí.

Cuando ya no queda nada más que un par de cenizas, me doy cuenta de que no sirvió de nada, sigo cargada de rabia y frustración, y creo que la única forma de desahogarme será escribirle una carta, la última. 

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora