Capítulo 62: Miedo

742 101 7
                                    

Diego llega a mi departamento unas tres horas después de que le solté esa bomba sin siquiera prepararlo antes y yo estoy en el sillón llorando, todavía sin poder creer que estoy viviendo esto por segunda vez. La diferencia es que ahora no lo estoy pasando sola y aunque sé que la primera vez fue solo culpa mía por quedarme callada, me alegro un poco de que Diego haya venido enseguida sin que se lo pidiera, esa es otra de las cosas que me hace creer que esta vez lo nuestro sí funcionará y no se arruinará por estupideces.

—Tranquila, estoy aquí —se sienta a mi lado y me abraza fuerte. Lo extrañaba tanto—. Tranquila.

—No puedo ser mamá de nuevo, Diego, no ahora —mis sollozos apenas me dejan hablar—. Con suerte puedo con mi hija y todas las cosas que tengo que hacer, mis papás dejarían de apoyarme completamente, tendría que dejar la universidad, tendría que buscar más de un trabajo y ¿quién contrata a una chica sin estudios y ninguna experiencia?

—Calmémonos un poco, ¿sí? ¿Te hiciste un test de embarazo o algo?

Niego con la cabeza mientras vuelvo a llorar en su hombro, él suelta una risita logrando que yo lo asesine con la mirada.

—¡No te rías!

—No te enojes conmigo, no me estoy riendo. Aunque no lo creas, también estoy nervioso pero necesitamos calmarnos porque todavía ni siquiera es seguro.

—Desde que tuve a Cassia, soy demasiado regular con mi periodo y la única vez que me he desmayado en la vida ha sido cuando estaba embarazada. Siento que lo estoy y no lo entiendo, no hemos sido irresponsables, nos cuidamos.

—Ningún método es cien por ciento efectivo, estas cosas pasan a veces. Tranquila, te preparé un té y nos vamos a ir a dormir, mañana vamos a ir a una farmacia y saldremos de cualquier duda, ¿sí?

Asiento solo moviendo la cabeza y lo espero en la habitación, cuando llega me pasa un tazón, luego se acuesta a mi lado y me vuelve a rodear con sus brazos. Por primera vez, me siento más protegida que nunca. El sueño no tarda en llegar y me dejo ir, todavía aferrada a él.

***

Cuando abro los ojos por la mañana no lo encuentro a mi lado, soñé puras estupideces durante toda la noche y por un momento me preguntó que si lo de haberme dormido a su lado no fue también parte del sueño hasta que aparece cargando una bandeja con el desayuno y no puedo evitar sonreír, aunque el hambre se me quitó anoche y no ha vuelto.

—Extrañaba verte aquí cuando despierto —susurro todavía un poco dormida.

—Créeme que yo también y mucho.

—Lamento que no sean muy buenas circunstancias.

—Nos las arreglaremos —me guiña un ojo y se acerca a la cama—. Ahora vamos a comer porque será un largo día.

—No tengo hambre.

—Pues te la vas a hacer, no estoy seguro de saber cuándo fue la última vez que tomaste un buen desayuno pero ahora estoy aquí.

—Gracias por estar aquí.

—Siempre.

Lo beso por primera vez en tres semanas que se me hicieron eternas, ayer estaba demasiado asustada como para acordarme de eso pero ahora aunque lo sigo estando no puedo evitar acercarlo a mí. No me doy cuenta de que lo extrañaba tanto hasta que siento el leve roce de su boca en la mía, que luego queda lejos de ser un leve roce.

Me voy a dar una ducha rápida y le agradezco que no se ofrezca a hacerlo conmigo ya que las cosas no están para eso. Cuando salgo, busco mi ropa y voy a buscarlo, está jugando con Cassia sentado en el suelo y con una tacita de té en la mano, fingiendo que está bebiendo el supuesto líquido que hay ahí. Los quedo observando con una sonrisa, sé que ahora no es un buen momento pero estoy segura de que Diego sería un padre increíble, después de verlo estos meses con mi hija siendo que no tiene ninguna responsabilidad con ella, no me queda ninguna duda.

Cartas a BenjamínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora