Al encerrarme en mi habitación, preferí realizar mi tarea antes de volver a hablar con mi madre. Ella después de un momento dejó de insistir y seguramente, regresó a hacer su trabajo.
Suspiré. La mudanza tenía todo el departamento bastante desordenado y eso incluía mi habitación.
Después de darme cuenta que no le estaba prestando mucha atención a mis apuntes decidí terminar de ordenar mis cosas. Sonreí. Muy a mi pesar encontraba recuerdos guardados en aquellas cajas de cartón y también fotografías de la familia perfecta que alguna vez fuimos.
Abrí las persianas de mi ventana y me percaté que a lo lejos, se encontraba un edificio igual de alto que el nuestro, donde curiosamente, una ventana daba directo a la mía.
No era muy grande y tampoco especial pero si me concentraba lo suficiente, podía ver el interior de la habitación.
Intrigada me pregunté si desde ese lugar también era posible verse la mía y si era conveniente mantener las persianas siempre cerradas. Para mi mala suerte, era la mejor vía de ventilación y luz durante el día.
Salté cuando un chico se paseó frente a ésta y retrocedí de inmediato para que no pudiera verme. No vivía ahí una viejita como estaba pensando o un infante como deseaba que fuera. Era un chico de mi edad y se estaba cambiando la camisa. Su torso estaba completamente desnudo y no pude evitar recorrer con la mirada su abdomen.
Buen trabajo... me avergoncé. No era momento para pensar esas cosas, podría ser un pervertido o quizá yo era la parte malvada entre ambas habitaciones
En ese preciso momento, me percaté de cómo se detuvo abruptamente y volteó a verme, o bueno, hacia la ventana. Bien. Suficiente. Cerré las persianas enseguida, deseando que no me hubiese visto o notado mi acción demasiado obvia.
Lo más conveniente sería mantener mi ventana cerrada para toda la eternidad, o bueno, hasta que alguno de los vecinos decidiera aumentar más pisos la estructura de su casa.
Cuando escuché que mamá se fue, pensé que era momento de tomar los papeles que requería mi padre y llevárselos a su oficina. Sabía que no eran tan importantes, puesto que no me había llamado para que me diera prisa.
Era hora de conocer esta ciudad y aprender cómo moverme por las calles. Reí mentalmente por la forma en que me daba ánimos.
[***]
El edificio no era muy diferente al que manejaba en la locación anterior. Supongo que todos tenían una estructura estándar para que fuera fácil moverse dentro.
Ingresé pidiéndole a la recepcionista que le avisara a mi padre que había llegado. Fue interesante, ya que en esta ocasión me dieron acceso al edificio, cosa que nunca me había pasado y por lo que no pude evitar sorprenderme un poco al recibir esa bonita tarjeta de acceso a invitado.
Avancé hacia el ascensor, donde personas abordaron y bajaron para llegar a su oficina en el piso correcto. Si recordaba bien, mi padre estaría en uno de los últimos, pertenecientes a los altos mandos, o como yo solía decirlo, de "los empleados más estresados y ocupados de la empresa".
Decidí acercarme a la primer secretaría que vi, para preguntar por la oficina de mi padre pero la puerta del final del pasillo me interesó abriéndose primero. Me detuve sólo para ver quién salía de ella por los gritos que escuché.
Min YoonGi.
Mis ojos se abrieron con pánico y me pregunté porque esos chicos me causaban tanto miedo.
YoonGi tardó unos segundos más en gritar hacia adentro de la oficina antes de cerrarla de un fuerte portazo y voltear hacia mí, de acuerdo, hacia el pasillo donde me hallaba.
Salté por cuenta nueva en mi lugar y chillé bajito, subiendo los papeles hasta la altura de mi nariz; para que de alguna forma estúpida, no me reconociera. «Vamos pies, avancen».
De manera robotica quise disimular que no me quedé a husmear sus asuntos y que era una chica segura y tranquila que se dirigía a la secretaría.
No lo logré. Al contrario, llamé más su atención porque estaba segura, que sólo me veía a mí mientras avanzaba.
«Vamos, que no me reconozca».
El golpe que recibí por parte de su hombro me descolocó tanto que me hizo caer y tirar todos los papeles por el suelo alfombrado.
Oh, por supuesto. Rodé los ojos, por que incluso la secretaria lo miró mal y yo me quedé algunos segundos sobando mi brazo que dolía bastante.
-Oh, lo siento. No te vi -odiaba la sorna en su boca-. Nos vemos mañana en la escuela, Brooklyn.
Me asusté. Él me había reconocido entonces.
La risa burlona que soltó después sólo me hizo enfadar, al mismo tiempo que se deslizaba dentro del elevador. Idiota.
- ¿Estás bien? -la secretaría parecía preocupada por mi hombro, aunque al mirarla, ella ya había reunido la mayoría de los papeles del suelo. Hecho que me avergonzó y recogí a prisa los que faltaban, asintiendo a su pregunta-. No te preocupes, ese chico es muy grosero. Debes tener cuidado siempre que lo veas por aquí.
-Gracias -susurré cuando acepté los papeles que me daba, sin querer indagar en lo que hacía Yoongi ahí.
No me importaba. No iba a perder mi tiempo escuchando sobre ese déspota chico. Mientras menos supiera de mi compañero de escritorio, mejor.
- ¿Puedo ayudarte? -cuestionó una vez que ambas estuvimos de pie.
-Si, busco la oficina de hum... ¿el señor Lee Sungyeol?
-Oh... -una sonrisa se formó en sus labios, por lo que los escasos segundos en los que pensé que no podía ayudarme, se esfumaron-. Soy su secretaria. Su oficina está justo ahí.
Señaló la puerta justo a un lado de su escritorio, supuse. Agradecí con una reverencia, sintiéndome un poco culpable por dejarla ahí cuando tan amablemente me había ayudado y dado que era la secretaria de mi padre, como una especie de presentación.
Creo que debí decirle mi nombre o el motivo por lo que iba a abrir esa oficina pero ella tampoco lo impidió.
-Oh, Brook. Por fin has llegado. Siéntate.
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Do you wanna know? -BTS-
FanfictionUna chica nueva. Un chico problemático. Una mala e inestable combinación. «Te diré "te amo", si eso es lo que necesitas...» Él no es el típico chico malo y ella no es la típica chica que intentará hacerlo cambiar. "No eres lo que ella merece pe...