Capítulo XXXII.

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     Al abrir sus ojos lo primero que vio fue aquel desgastado y mohoso techo de madera que comenzaba a agrietarse. Sintió una corriente de aire llegar a su cuerpo, recorriendo en lo profundo de sus huesos y ahí giró su cabeza. La cama que estaba a su lado estaba vacía.

Se levantó con cuidado, sintiendo un molesto dolor en su espalda y cuello por la mala posición en la que se había quedado dormida. Observó hacia la ventana, notando que la oscuridad aún reinaba en cielo. No debían ser más de las tres de la mañana. Lo último que recordaba era haber estado sentada en el suelo observando hacia donde descansaba su hermano. Se quedó dormida, y Dipper despertó después llevándola a su cama.

Era verdad, Dipper estaba muy mal.

Levantándose, sintiendo un leve dolor en sus articulaciones se dispuso a buscar a su hermano. Cuando observó alrededor pudo ver que solo había dos diarios en el suelo, y un libro un tanto más pequeño a unos centímetros de ellos. Curiosa se acercó tomándolo y viendo la portada del mismo, no tenía nada escrito. Pensó en abrirlo y mirar sobre qué se trataba, pero no quería husmear entre las cosas de Dipper por lo cual lo guardó en la maleta del castaño.

Logró escuchar movimiento en el techo, por lo que tomando un suéter y una manta se dispuso a subir teniendo una vaga idea de quién era el causante de aquellos sonidos.

No se equivocaba, cuando subió pudo ver como Dipper se encontraba sentando con sus piernas saliendo por el límite del suelo, dejando que colgaran libremente. En sus piernas mantenía el diario número 3, mientras escribía algo en él. Mabel intentó moverse un poco para ver si podía leer lo que escribía, pero el castaño parecía cubrirlo con su cuerpo apropósito aun sin saber que ella estaba ahí.

Mabel suspiró dándole una última mirada al castaño antes de dejar algo en el suelo y encaminarse nuevamente a su habitación. No lo interrumpiría, sabía que Dipper necesitaba unos momentos para sí mismo, la situación por la que estaba pasando no podía arreglarse de un momento para otro.

Tan solo deseaba que Dipper pudiera sonreír como era debido, al menos solo por esos días antes de que llegara el momento. Sin decir más se fue a dormir en lo que salía el sol, tenía que poner todo de ella para animar a su hermano.

Cuando pasaron varios minutos más, Dipper sintió como el frío comenzaba a afectar más su cuerpo. Hubiese deseado permanecer más tiempo en ese lugar, en donde había hablado con Bill hace mucho tiempo, pero si seguía descuidándose de esa manera terminaría por enfermarse y no podría hacer nada más. Mirando el diario en sus piernas soltó un suspiro y lo cerró. Terminaría aquello más tarde, por ahora debía descansar.

Él se levantó y se dispuso a entrar nuevamente al calor de la cabaña, pero al ver lo que estaba en el suelo se sorprendió. Estaba la manta favorita de Mabel con varios estampados coloridos. Extrañado miró para ambos lados cerciorándose de que la dueña de aquel objeto no estuviese cerca. Al comprobarlo se agachó y lo tomó, sintiendo el calor y la suavidad del mismo.

Sonrió mientras se arropaba con la manta y se encaminaba a su habitación. Necesitaba recobrar energías para lo que vendría después.

Cuando el sol salió por la mañana, y su luz ingresó por la ventana iluminando todo el lugar, Mabel abrió sus ojos. Rápidamente se levantó, y observando como su hermano aun dormía sonrió para después vestirse y asegurándose que Dipper no despertara bajó hasta la cocina de la cabaña.

De uno de los estantes del lugar sacó un pequeño libro de cocina, y al leerlo comenzó a sacar varios ingredientes que le pedía el mismo.

Estaba decidida, haría que estos días fueran los mejores para su hermano. Haría volver su sonrisa como fuera posible, justo como Dipper lo había hecho tantas veces con ella. Comenzaría preparando un desayuno que fuera comible, y no los que solía hacer con brillantina y joyas que lo hacían nada apto para comer. Esta vez utilizaría la guía para cocinar de tío Stan, y haría algo especial para Dipper.

El Intercambio || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora