Extra I.

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El precio de la maldad.


     La eternidad para Rubik nunca había sido fácil. Desde un principio tuvo que sufrir la misma desgracia a la que estaban destinados todos los demonios y vivir una infinita existencia llena de aburrimientos, destrucciones y muchas maldiciones a donde quiera fueran en el universo.

Un demonio debía aprender a existir con lo único que podía llenar su vacío mental y el hueco en donde no existía corazón ni ningún otro órgano, para ellos lo único que los ayuda en su inacabable vida era la maldad que era la única manera en que podían encontrar un poco de emoción.

La maldad, la dulce sensación de arruinar la vida a algún ser orgánico o raza viviente existente en todo el espacio.

Pero toda aquella creencia de una sola emoción fue revocada con la llegada de un simple humano al reino de los demonios.

En el momento cuando este pequeño humano llego a su existencia algo cambio en todos ellos, porque no solo había causado que el demonio más poderoso de todos dejara de lado su maldad y su sed de poder. Este humano fue capaz de que los demonios fueran capaces de sentir de una manera diferente que no fuera por medio de la maldad.

Los demonios desde su creación habían sido condenados a ser privados de cualquier otra emoción que no fuera la misma maldad, y esta alma rodeada de un pequeño saco de carne y huesos de cabello castaño demostró lo contrario al hacer que Bill Cipher cayera ante su emoción más poderosa. El amor.

Desde ahí las cosas cambiaron tanto para los demonios, como para los humanos.

Rubik abrió sus ojos, sintiendo como la calidez que le brindaba aquella enorme bola ardiente comenzaba a desaparecer, debido a que esta comenzó a esconderse. Era tan diferente a la que había en su dimensión, esa era una simple estrella que al igual que ellos había estado atrapada y era la única fuente de los que poseían.

Sin embargo la tierra poseía no solo una sino miles de millones estrellas, y se podían apreciar tanto en el día como en la noche. Dos momentos en un solo horario, algo tan extraño y magnífico a lo que aún no lograba acostumbrarse.

La existencia fuera de la dimensión era maravillosa.

—Si sigues viendo de esa manera al sol vas a quedarte ciego. 

Rubik sonrió sin apartar su visión de la enorme bola roja que seguía siendo brillante sin importar el tiempo. No debía mirarlo para saber de quién se trataba.

Habían pasado ocho años desde que por fin Dipper logró encontrar la forma de romper la barrera de aquella dimensión y después de tantos milenios ellos fueron libres en el universo.

Bueno... solamente dos de ellos.

—No importa, tengo cinco ojos después de todo —dijo restándole importancia.

La persona tras él rió divertido y se acercó hasta sentarse a su lado.

—Deberías volver a casa, la cena ya está lista —dijo el castaño, observando hacia el cielo.

Rubik sonrió con cierta amargura.

—No planeas llevarme a ver a Bill desnudo ¿Verdad? —ante sus palabras Dipper se sonrojo y comenzó a negar. El demonio multicolor comenzó a reír divertido—. Han pasado 7 años y aun no entiendo lo fabuloso de las cenas.

—Bueno, hay comida deliciosa.

—Cuando lo dijiste esa vez sonaba más interesante que simples humanos comiendo proteínas. —comentó aburrido.

El Intercambio || BillDipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora