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Izuki se disculpaba con todas sus amigas por no salir con ellas, justificándoles de que tenía dolor de cabeza y quería que Katsuki le cuidara, mientras que Bakugou mandaba a la mierda a sus amigos por presionarlo a salir con ellos, diciéndoles de que se iba a quedar para poder descansar, una vez que todos se habían ido Midoriya fue hasta el cuarto del chico y se relajaron dentro.

Midoriya jugaba con un botón de la camisa de Bakugou que tenía a la altura de sus ojos y él dejaba que ella reposara su cabeza en su pecho. Katsuki estaba completamente en silencio e Izu sentía que algo le pasaba, comenzaba a colocarse nerviosa ante la idea de que su novio estuviese molesto por algo que hizo ella y no se hubiese dado cuenta. Ella se levantó un poco y con cuidado se sentó a horcajadas sobre el rubio, para apoyar sus manos al lado de su cabeza y llevó una de esas mano al cabello del rubio.

- ¿pasa algo, Kacchan? -dijo ella, él la miró y sonrió con suma dulzura al ver a Midoriya con expresión de preocupación.

- Izuki -dijo él, para llevar sus manos a la cintura de la chica, para tomarla y pegarla a él, sentándose luego y dejándola sentada en su regazo- ¿tú alguna vez te casarías conmigo o pasarías de largo? -le murmuró con algo de nerviosismo y la peliverde lo observó unos segundos, llevando sus manos a su cabello nuevamente para comenzar a acariciarlo.

- Kacchan, yo creo que lo haría -dijo la chica antes de estirar a dejar un beso en la frente del chico- claro que me casaría contigo, no hay nada que me haga dudarlo -dijo bajo sobre la piel de este, volviendo a dejar otro dulce beso y sintiendo como la abrazaba con fuerza.

Lo que pasó esa noche comenzó como algo suave, una dulce caricia en la cadera y uno que otro beso en el cuello, siguió ascendiendo la intensidad de manera casi imperceptible, no se habían dado cuenta en los momentos en que se habías sacado la camiseta para que los besos que habían pasado de los labios al cuello y del cuello al escote de la polera siguieran bajando hasta donde se le pusiese en límite o en que se corregían para ambos así poder seguir con ese conocimiento mutuo que no tenían idea de donde había salido.

Mientras Izuki dejaba una serie de besos algo húmedos y una que otra mordida en el pecho de Bakugou, sentía en pecho del contrario latir fuerte, sin embargo podía sentir como él trataba de mantener la calma, manteniendo las manos que se paseaban por los muslos de ella con el mínimo temblor y hacía respiraciones hondas, tal vez para evitar colocarse aún más nervioso.

- Midoriya -murmuró él, para sacar una mano de la piel de la más baja y llevarla al mentón de esta, para alzarlo y dejar que ambas miradas se cruzaran y mantuvieran- y-yo... Te amo -murmuró él parpadeando un poco al ver a su novia como permanecía de la misma manera, no presentaba un rubor o algo así, sus ojos permanecían tal cual y su cuerpo no se movía más que para respirar. Al cabo de un minuto donde Bakugou se arrepintió de haberselo dicho tan rápido y de esa manera, ella se estiró a dejarle un beso en sus labios, agarrando el labio inferior entre los de ella y luego se separó la mínimo.

- yo también te amo -susurró la peliverde contra los labios del presente en el cuarto, llevando una mano a su hombro para sostenerse mejor y volver a besarlo, disfrutando con suma dulzura del sabor de labios que ahora se unían a ella.

Era algo refrescante y novedoso para Izuki, por alguna razón le comenzaron a caer lágrimas, tal vez por el nerviosismo o por el hecho de no poder expresar la emoción que sentía por otra manera en su cuerpo en ese momento, pero se sentía relajada al sentir como se unían a las lágrimas de Katsuki, quien le seguían los besos y había vuelto a recorrer su cuerpo con ánimo; pasaba sus manos por donde podía, cuando topaba la ropa pedía permiso para pasar por debajo de ella con tal de no perderse un solo centímetro de piel, pasando sus manos por el interior de sus muslos y viendo lo nerviosa que se ponían Midoriya al sentir como las manos subían, o como suspiraba con algo de descanso cuando sus manos pasaban por debajo del broche del sosten, los cuales aparentemente le apretaban.

Esa misma noche siguieron descubriéndose, a la luz de la luna aprendieron los puntos de cosquilla de cada uno, ese punto erógeno clave que cada uno anotó en su concienca que no debía olvidar porque le serviría para su futuro, los puntos que les provocaban risas indiscriminadas y caricias que les sacaban recuerdos que robaban lágrimas, hablaron del pasado, su presente y su futuro, de sus sueños y sus más grandes miedos, sus pasiones y recuerdos, y entre caricia, risa y palabra cayeron dormidos en el futón, tapados con la gruesa sábana y con la cabeza de ella en el pecho de él, con una mano entrelazada casi forjando la promesa de que esa cosa que pasó esa noche, sería de ellos y solo de ellos de ahora en adelante.

Querido KatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora