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- Verónica ¿Cuánto sería de viaje hasta ese dichoso campamento? - Emily se sentía acalambrada tras su anterior viaje, sumado a este, era como si su cuerpo fuera un nudo apretado, se moría de ganas por bajar a estirar las piernas. La doncella lo medito un par de segundos, con la velocidad a la que iban y lo lejos del campamento, sumado al tiempo que deberían subir la montaña, ella le ponía unas dos horas

- Un aproximado de dos horas, mi señora - hablo respetuosa. Emily soltó un suspiro lleno de fastidió, mientras se cruzaba de brazos con el entrecejo fruncido.

- Emily, se razonable - hablo Jessica -. Si el señor Golden les permitió ir, es porque es seguro ¿No? Dudo mucho que los envié a un lugar sin velar por su seguridad - Jessica aún tenía algo de confianza en que esto no era más que sus preocupaciones mezcladas con exageración, que cuando llegarán al campamento sus niños estarían cómodos cerca de alguna fogata comiendo comida chatarra a escondidas.

- Ese viejo decrépito solo sabe "velar" por las noches al contar sus montañas de dinero y revisar sus cajas fuertes llenas de oro - alegó segura y algo escéptica. Emily no tiene nada de aprecio al señor Golden, el cabeza de familia siempre la menosprecio por no provenir de una familia acaudalada y ser solo una estudiante becada de la universidad donde conoció a los hermanos.

- En el fondo los quiere, solo no sabe mostrarlo - le asegura Jessica con un gesto cariñoso, juntado sus manos sobre su pecho con una expresión cálida.

- ¡Ay, Jessica! - Emily se veía cansada de la palabrería de su amiga, bufó enojada - ¡¿No ves que ese hombre no quiere ni a sus hijos?! ¡Mucho menos va a querer a los hijos de la mujer a la que no aprobó y la del matrimonio por conveniencia!

- Pues, a mí me eligió como la prometida de William... - murmura Jessica. La firme mirada de Emily se fijó en ella, teniendo reproché y fastidió a relucir, Jessica se sonrojo -. Perdón - murmuró avergonzada, sabía de antemano que la relación de Emily con el señor Golden no era precisamente buena, y entre ellos no había más que una pared de repelencia la mutua.

- Ya nada, al fin y al cabo es verdad - respondió a secas, observando por la ventana con un gesto nostalgio -. ¿Me preguntó que estará haciendo mi ángel? - murmuró perdiéndose en el paisaje.

Mientras tanto en el campamento con Gold y Freddy...

Ellos seguían en la supuesta búsqueda de algún animal para Gold, aunque Freddy se mantenía enojado y algo cortante con Gold por lo del perro. Gold se sentía extraño ante la distancia de Freddy, estaba acostumbrado a los tratos firmes, pero por alguna razón que Freddy le aplicara esa famosa ley del hielo era un revoltijo, supuso que se debía a la amabilidad con la que Freddy lo había tratado desde el inicio y que de repente mostrará antipatía con él le dejaba trastocado. Era curiosa la manera que mostraba su enojo, cruzando sus brazos y haciendo pucheros manteniendo su mirada lejos de él, como si hubiera sido contagiado con "la peste"

- ¿Y que se te ocurre que pueda ser mi animal? - busco romper la tensión, seguía sintiendo ese revoltijo punzante que hacía presión en su interior, era tan complicado el explicar porque le fastidiaba que Freddy lo tratara con distancia

- Un perro, en definitiva; no - responde cortante

- ¿Entonces? - pregunto inquieto.

- No lo sé, un insecto tal vez - mencionó sin ganas. Gold soltó un suspiro, aunque de pronto se le ocurrió mirar a su alrededor y se dió cuánta de algo ¿Ya no habían visto ese árbol como tres veces ante? Lo decía porque tenía la misma rama torcida. Miró a ambos lados dándose cuenta de que el sendero que seguían tenía dos caminos, entrecerró los ojos algo extrañado

- ¿Freddy? - busco la atención de su compañero.

- ¿Ahora que, Gold? - responde con fastidió.

- ¿Por casualidad sabrás donde estamos? - detuvo su caminata de repente para mirar a todas las direcciones. Freddy soltó una risa nerviosa, que se iba haciendo más fuerte hasta el punto que de risa pasaron a gritos de horror

- Luciérnagas - [Gold×Freddy] [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora