Capítulo I

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Rachel había descubierto que le gustaban las bodas, a pesar de que fuera su primera vez en una. Le gustaba ver a la gente con sus trajes más caros y a las familias juntas para celebrar la unión de dos almas, le gustaban las decoraciones y como todo parecía adquirir un aura casi mágica. Era, por muy lejos, el evento más glamuroso en el que había estado en toda su vida.

Haber recibido aquella elegante invitación de boda por parte de su hermana mayor, por un simple año, la había dejado boquiabierta. Aunque con gusto su hermano menor, su padre, su mejor amigo y ella habían hecho las maletas necesarias y las reservaciones correspondientes para apoyar a Riley Thomas en su gran día.

Y ella lucía completamente resplandeciente junto al hombre con el que había decidido unir su vida. Un hombre llamado Henri que la veía como si fuera su mundo entero, y aunque el amor podía palparse en el aire, había cosas que Rachel aún se cuestionaba.

— No entiendo cómo puede estar tan segura de querer pasar su vida entera con alguien, a tan joven edad —murmuró mientras suspiraba y miraba el impresionante vestido de su hermana ondear en la pista de baile.

— Cuando lo encuentras, simplemente lo sabes —comentó una rubia a su lado. Rachel se sobresaltó, pues no esperaba una respuesta a su comentario, ella sólo estaba hablando sola, como solía hacerlo.

Fijó la mirada en la chica que había respondido a su comentario y se dio cuenta de que ambas llevaban el mismo vestido; de color azul zafiro, con joyas impresionantes en el corpiño y un hermoso corte de sirena. De inmediato la reconoció como parte del pequeño grupo de damas de honor y una de las mejores amigas de Riley. La chica era rubia, igual que Riley y ella, y lucía aquél vestido mucho mejor que Rachel.

— Lo siento, yo no pretendía que escucharas eso —comentó, algo apenada. La chica soltó una risita que sonó como música pura.

— No es problema, tus dudas son entendibles —sonrió y le extendió una de sus manos—. Soy Amor.

La tomó sin vacilar y la estrechó con una sonrisita.

— Soy Rachel, la hermana de la novia.

La llamada Amor sonrió, como si de alguna manera comprendiera como se sentía ella y algo más pareció brillar en sus ojos.

— ¿Te has enamorado alguna vez, Rachel?

La rubia sintió un calor leve que se extendía por sus mejillas y como sus ojos se desviaban, brevemente, hacia el chico que le había acompañado en aquél viaje y se encontraba bailando con una hermosa pelirroja al ritmo de una canción lenta. Su corazón saltó, como lo hacía cada vez que lo miraba, y su vientre pareció llenarse de pequeñas mariposas que revoloteaban, provocándole cosquillas.

Luego devolvió su mirada a los ojos ambarinos de Amor, los cuales la observaban con atención. Suspiró porque ella parecía haberse dado cuenta de sus sentimientos. Rachel solía ser muy obvia.

— ¿Por qué no vas a bailar con él? —preguntó.

— Yo no sé bailar.

Amor soltó una risita, provocando que Rachel le lanzara una mala mirada.

— ¡Oh, no me estoy burlando de ti! —se apresuró a excusarse—. Es sólo que yo tampoco sabía hace un tiempo. Alguien intentó enseñarme y me sentí terriblemente ridícula, pero la verdad es que me lo pasé muy bien.

Eso hizo que Rachel volviera a sonreír.

— Vamos, Rachel. ¡Tú eres hermosa! —dijo Amor nuevamente—, y estás en una hermosa boda con un hermoso vestido. Creo que tendrías que usar eso a tu favor y al menos tratar de divertirte.

El Secreto de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora