Capítulo XXI

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— ¿Te vas a casar? —preguntó con los ojos abiertos de par en par. Aaron apretó sus manos y Rachel sintió a su corazón alcanzando altos niveles de estrés.

— Sólo si todo este plan sale mal. No podemos permitirlo.

— ¿Y qué es lo que vamos a hacer?

Se levantó con una pequeña sonrisa surcando sus labios.

— ¿Primero? —lo meditó—. Vamos a quitarnos los pijamas, vestirnos adecuadamente y luego te reunirás conmigo en mi habitación. Partiremos en una misión de investigación.

Le dio una última mirada antes de darse la vuelta y salir sin proferir el más mínimo sonido de la recamara. Rach suspiró cuando la puerta se cerró tras de él y sus manos se sentían arder porque Aaron la había tocado allí. De pronto parecía como si en la habitación hiciera demasiado calor como para que ella pudiera soportarlo.

Se dio una ducha rápida para intentar tranquilizarse y cuando salió, vistiendo pantalones oscuros y una camisa de patrones dorados que se ceñía a sus curvas, se encontró a Harry colándose con suavidad a la habitación. En cuanto sus miradas suspiraron, él compuso una sonrisa y se acercó a ella con velocidad.

— Me preocupaba que no estuvieras despierta. Necesitaba verte —dijo—. Todo lo que está pasando aquí es de locos.

Sus palabras provocaron que un ligero rubor se instalara en sus mejillas.

— ¿Escribiste a tus padres? Estoy segura de que estaban preocupados por ti.

Asintió —. Le pedí a tu padre que les explicara por qué me había ido antes de partir esa noche —suspiró—. Y hoy intenté explicarles que estaba bien y que no necesitaban preocuparse por mí. También le escribí a tu padre.

— ¿Qué le dijiste?

Él alargó una mano y acarició con suavidad su mejilla sonrojada. Su caricia provocaba que su corazón diera saltos felices en su pecho. Harry sonrió un poco.

— Que estaba cuidando de ti.

La besó antes de que ella pudiera si quiera plantearse en contestar. Sus besos eran suaves y dulces, como ella siempre había imaginado que serían. Suspiró antes de devolverle el beso con el corazón en la mano y mariposas aflorando en su vientre. Lo sintió tomarla por la cintura y ella afianzó su agarre, pasando sus manos por su cuello y jugando con los rizos cobrizos que allí residían. Aún se sentía muy nueva la especie de relación que tenía con él, como si se fuera a acabar en el momento menos pensado.

Se separó después de unos minutos con la respiración agitada y contemplando como brillaban los ojos del joven frente a ella.

— Estaba a punto de irme a dormir —mintió. Si él se enteraba de que planeaba salir en una misión con Aaron, quién sabe cómo podía reaccionar—. Creo que ha sido un día muy largo.

Se sentía mal por mentirle. Hubo una época donde no se ocultaban nada el uno al otro y Rach solía contarle a Harry incluso cuando una mariposa azul se cruzaba en su camino de vuelta a casa. Se sentía incorrecto no contarle lo que estaba planeando hacer, y también se sentía como algo prohibido besarle cuando sabía que tenía fuertes sentimientos por Aaron.

Tendría que contárselo todo en el momento correcto, que sin duda no era aquél. No después de que se hubiera colado en su habitación, pasada la más allá de la media noche, para decirle que necesitaba verla y que le había asegurado a su padre que cuidaba de ella. No con esos hermosos gestos en la mesa.

Harry asintió.

— Lo sé. Estaba en mi habitación, me desperté entre sueños y estuve a punto de volver a dormir cuando... no lo sé. Simplemente sentí que debía venir a verte.

El Secreto de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora