La rubia caminó durante escasos minutos por el pasaje castamente iluminado. Hacía rato que había dejado de escuchar la voz de Aaron llamándola. Se sentía casi en trance avanzando por una estructura desconocida, en una situación peligrosa sin el muchacho que le había prometido que nada le pasaría, y con Harry tan lejos de ella, incómodo por una situación que Rach no alcanzaba a comprender.
A veces le picaba el bicho de la infantilidad. Le había pasado cada vez que ella salía con alguien a quien Harry no conocía, pero nunca tan evidentemente como había pasado hacía algunas horas. Siempre había querido preguntarle por qué, pero entonces él la deslumbraba con su sonrisa fácil y la rubia decidía olvidar el tema hasta la próxima vez que pasara.
Cuando el pasaje se hizo más angosto y giró abruptamente a la derecha, Rachel hizo lo mismo. Avanzó unos cuantos pasos para explorar el nuevo entorno cuando un sonido metálico la hizo voltear la mirada, pero no encontró absolutamente nada a sus espaldas.
Sin embargo, sí escuchó otro crujido metálico que le heló la sangre.
Sólo se le ocurrió mirar arriba cuando el crujido se repitió nuevamente, y allí descubrió como una verja metálica se encontraba a unos pocos milímetros de su cabeza, lista para clavar sus afilados dientes de metal en su carne.
En un parpadear, Rachel sintió como una descarga pareció pasar por todo su cuerpo, impulsándola a lanzarse contra el piso, en el momento justo en que la verja finalmente cayó en el lugar que ella había ocupado instantes antes. Sin embargo, ella no tardó en darse cuenta de que ahora se encontraba encerrada en el interior del pasaje, y sin posibilidades de que Aaron la rescatara con rapidez.
Ella dejó que unos cuantos segundos se le escaparan, solo mientras su respiración y los latidos desbocados de su corazón se calmaban y ella revisaba que no hubiera sufrido de ningún daño. La caída había provocado que nuevos raspones aparecieran en sus brazos, arruinando aún más la tela del hermoso abrigo que portaba.
Luego observó la verja por otros instantes, tratando de averiguar una forma de salir de allí.
Rachel se rindió al poco tiempo y decidió levantarse para continuar caminando por el pasaje, el cual seguía angostándose a medida que la rubia avanzaba. Después de lo que ella creía habían sido diez minutos de caminata, el pasaje se cerró abruptamente, terminando en una simple y lisa pared.
— No puede ser —se lamentó bajito y decidió recostarse contra el final de pasaje. Se deslizó por la lisa pared hasta que tocó el suelo y apoyó su cabeza contra el duro material. El cual, de pronto, no parecía ser tan duro, pues Rach pudo sentir algo ceder por su peso.
Ella se puso rápidamente en cuclillas y observó la pared, que antes había sido completamente lisa, pero en ese momento una pieza parecida a una especie de ladrillo comenzaba a sobresalir de ella, mecánicamente, como un cajón escondido que decidía revelarse ante Rachel.
La rubia pensó que la llave estaría escondida allí, sin embargo, le sorprendió que el cajón secreto guardara en su interior lo que parecía un pergamino enrollado. Rach lo tomó con cuidado entre sus manos y lo abrió lentamente, para encontrarse con una extraña versión del mapamundi que conocía tan bien.
Estuvo a punto de revisarlo con detenimiento, cuando, por segunda vez en el tiempo que llevaba allí, el suelo comenzó a temblar bajo sus pies, provocando que pequeñas rocas se desprendieran del techo.
Pero eso no era todo, porque el sonido de gotas cayendo llegó hasta los oídos de la rubia. Cuando por pura casualidad, miró hacia sus pies, se encontró con que el agua manaba incontrolablemente de chorros que se encontraban en el piso, y que no tardarían en llenar el pasaje.
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El Secreto de Perséfone
FantasyHace diecisiete años una chica buena se cansó de actuar una vida que ni siquiera le agradaba. Atraída por la belleza que le ofrecía la oscuridad y la oportunidad de un camino diferente, olvidó quién era y se encontró escapando de todo lo que poseía...