Capítulo XVI

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Harry puso sus cartas sobre la cama con una sonrisa socarrona que provocaba que el interior de Rachel suspirara y las mariposas en su vientre comenzaran a revolotear. De inmediato apartó la mirada de sus labios y se concentró en sus cartas.

— Tengo una Full House —anunció, orgulloso.

Rachel mordió con suavidad su labio inferior y procedió a estampar sus cartas sobre la superficie irregular del colchón sobre el que habían decidido jugar. La sonrisa de Harry flaqueó, perdiendo intensidad cuando se percató de la jugada de Rachel. Su expresión terminó en un puchero, recordándole a Rach la mueca de un niño enfadado por perder.

La rubia se encogió de hombros y compuso una sonrisa angelical —. Escalera Real de Color —dijo sólo para dejarle claro que ella, en efecto, había ganado aquella mano.

Harry era bueno en el póquer, pero no tan bueno como ella. Así que Rach arrebató los chocolates que habían empleado para las apuestas y los llevó hasta su costado izquierdo. La joven estaba segura de que su premio duraría algunas buenas semanas, todo lo contrario al pequeño montón que Harry aún tenía en su poder, los cuáles podrían extenderse hasta el día siguiente.

La mañana se arrastraba con lentitud frente a ellos. Cuando Rachel había abierto los ojos, horas antes, se sentía deseosa de abandonar el camarote para reunirse con Jasmine o Aaron. Entonces Harry la sobresaltó preguntándole sobre sus planes para el día y todos sus deseos se desmoronaron al recordar los sucesos de la noche anterior que continuaban confundiéndola un poco. Decidió que quedarse con él sería lo mejor.

No le molestaba. De hecho, no podía recordar la última vez que habían pasado tiempo juntos sólo porque sí.

— ¿Jugamos otra vez? —preguntó, batiendo sus pestañas.

Rachel notó como Harry estuvo a punto de responder cuando unos ansiosos toques en la puerta del camarote provocaron que ambos se sorprendieran. Acto seguido la rubia se acercó para abrir, encontrándose con los cautivadores ojos azules de Aaron.

— Llegamos a nuestro destino —dijo con una amplia sonrisa que provocó que el corazón de Rach diera vuelcos y se acelerara.

— ¿Tan rápido? —balbuceó—. Tendrás que darme algunos minutos... para prepararme.

Rachel se alejó de la puerta y caminó hasta el armario sin siquiera molestarse en cerrarla tras de sí, simplemente supuso que él la esperaría en la cubierta hasta que estuviese lista. Sin embargo, la mano de Aaron se cerró suavemente en torno a su muñeca, provocando que un leve sonrojo se instalara en las mejillas de la rubia. Al volverse y mirarle con atención, se dio cuenta de que el capitán sonreía de una manera diferente, casi parecía risueño, lo que no hizo más que avivar el desconcierto de Rachel.

Él negó con la cabeza.

— Rachel, nosotros... Hemos coincidido en la búsqueda y aunque el mapa señala que no estará disponible hasta dentro de unos dos días —comentó con energía, jalándola con delicadeza hasta la cubierta—... Estábamos tan cerca que no he podido evitarlo. No sé si haya sido un error. Espero que no.

Harry abandonó el camarote tras Rachel y se posicionó a su lado cuando la brisa matutina los hizo estremecer a ambos. Rach, quién sólo vestía su camisón para dormir, se habría quejado por no llevar algo abrigado encima de no haber sido por lo que sus ojos y el resto de sus sentidos había comenzado a captar.

El cantar de cientos de aves se unía en una hermosa melodía, el exterior olía a una mezcla de sal marina y pan recién horneado, pero la vista que le devolvían sus ojos no era la del mar abierto o la de una playa a la distancia. Se encontraban desembarcando en un amplio puerto donde montones de personas se habían congregado y saludaban a todos los miembros de la tripulación con alegría, más allá se erigían viviendas victorianas de hasta tres pisos de altura. Rachel incluso alcanzaba a ver caballos a la distancia.

El Secreto de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora